2025 IRA. 14 EDITORIALA La apuesta perseverante de Brasil por la soberanía, la democracia y el multilateralismo Dar o restar importancia a los acontecimientos es parte de la batalla política entre la izquierda y la derecha, y de la labor periodística que favorece una de esas opciones. En la actual vorágine de declaraciones y noticias, no siempre es fácil discriminar qué eventos transcienden al suceso. La condena por golpismo a 27 años y tres meses de prisión al expresidente de Brasil Jair Bolsonaro -junto a su cúpula militar- podría ser uno de esos acontecimientos que expresan algo más relevante. Para empezar, porque es imposible prever qué efectos tendrá. De momento, la condena rompe con la tradición de impunidad de la que ha gozado el golpismo. La sentencia es rotunda: cuatro de los cinco jueces de la Corte Suprema Federal han fijado que los acusados son culpables de los delitos de abolición del Estado democrático de derecho, golpe de Estado y pertenencia a organización criminal, además de daños al patrimonio. Los condena a entre 16 y 27 años de cárcel. Precisamente, Bolsonaro y los militares han sido juzgados por replicar el 8 de enero de 2023 en Brasilia el asalto al Capitolio que promovió Donald Trump el 6 de enero de 2021, tras perder las elecciones. Cuidado, los condenados por el golpe en EEUU han sido amnistiados nada más recuperar Trump el poder, y está por ver si los golpistas brasileños pisarán la cárcel y, de ser así, cuándo y para cuánto tiempo. En un acto inconcebible desde en punto de vista de las relaciones internacionales, el pasado julio, la Administración estadounidense estableció aranceles del 50% a los productos brasileños y sanciones contra Alexandre de Moraes, el juez que ha liderado el proceso sobre el golpe. Trump lo justificó en la «caza de brujas» y en la «persecución» a su amigo. Según la Casa Blanca, el juicio estaba «contribuyendo al deterioro deliberado del Estado de derecho» en Brasil y amenazando «la política de EEUU de promover la libertad de expresión y las elecciones libres y justas». Sin embargo, la presión de estilo colonial ejercida por el Ejecutivo de Trump contra Brasil para salvar a su aliado ultraderechista no solo no ha funcionado, sino que ha tenido efectos perversos. La mayoría de la sociedad brasileña rechaza ese chantaje y se ha posicionado contra las injerencias y a favor de la soberanía, incluidos círculos conservadores que en su momento pactaron con los ultraderechistas. En clave interna, el mandato del PT no está siendo sencillo. Tras ganar in extremis a Bolsonaro en 2022 (51%-49%), Lula se ha visto obligado a concertar con el Centrão, las fuerzas de centro-derecha que históricamente se han aliado con el Ejecutivo y, ejerciendo de bisagra, decantan las políticas y los presupuestos. Ese frágil equilibrio ha dificultado implementar un programa de izquierdas más ambicioso. A cambio, el Gobierno se ha concentrado en restaurar las políticas suprimidas durante el mandato bolsonarista en ámbitos cruciales para la población como las ayudas sociales y la lucha contra la pobreza, la vivienda, la sanidad, la ciencia y la cultura… Su empeño por acompasar crecimiento económico con una mayor redistribución ha dado frutos innegables pero discretos. No obstante, su fuerza depende demasiado de la figura de Lula, la derecha retiene una implantación muy fuerte que habrá que ver como evoluciona tras este fallo y, quizás, para aguantar y avanzar el PT deba impulsar cambios más radicales. A eso hay que sumar el factor de la injerencia norteamericana, la influencia de China y el voluble desarrollo de los BRICS. Tras esta sentencia, la defensa de la multilateralidad, que ha sido la bandera histórica de Brasil, adquiere un nuevo valor. Más aún en medio del desmantelamiento programado por Trump de la gobernanza mundial y de la ONU. La soberanía, la democracia y, con el genocidio en mente, la paz, son valores que nunca se deben minusvalorar.