2025 IRA. 27 KOLABORAZIOA 50 años Javier SÁDABA Filósofo {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} Se cumplen 50 años desde que un Franco viejo y decrépito mandó fusilar a cinco personas, dos de ETA y tres del FRAP. No sé cuánta gente tendrá idea cabal de aquel crimen. Y sospecho que, desgraciadamente, la mayor parte de la gente no sabe nada de ese horror. Como soy mayor, contaré de qué manera viví, entre triste y desesperado, la barbaridad de una ejecución. Cómo vivimos algunos el cumplimiento de la inhumanidad de la pena de muerte. Me preparaba para viajar con mi mujer y mi hijo a la Universidad de Columbia para pasar un curso entero gracias a una más que aceptable beca. Cuando escuché a un ministro lacayo de Franco decir que el Consejo de Ministros se había dado por enterado, lo que significa que se les mata y que no admitía preguntas, se me cayó el mundo encima. La noche la pasé en blanco y mirando a mi hijo, todavía casi un bebé. Hasta el final mantuvimos cierta esperanza de que venciera la clemencia. Se había movilizado mucha gente y varios Estados por todo el mundo para que no se produjera el hecho fatal... Me importa señalar a Olof Palme, a quien luego llegué a conocer, y al filósofo Michel Foucault. Y suponíamos que la voz del Papa sería eficaz en una conciencia cristiana. Pero desde el Pardo se contestaba que el Caudillo se había retirado a descansar. Previamente, gente de renombre vino a Madrid para defender a los que se dice, malamente, ajusticiados. Al día siguiente a los fusilamientos, los periódicos dieron, obedientes, la noticia. Algunos de los que escribieron deberían pasar a la lista negra del olvido. Lo tomaron como algo normal y hasta pidieron una oración por su alma. Recuerdo también como en la nota que el gobierno mandó a la prensa, al vasco Otaegi se le añadía el apodo de «Caraquemada». Hay que tener mala saña. El 1 de octubre Franco y el todavía príncipe Juan Carlos se dieron un baño de masas. Esas masas, y se pueden dar nombres, a los dos días ya se autoproclamaban demócratas. Sic transit gloria democratiae. No conviene olvidar esto. Porque de tales polvos, estos lodos. Y también tengo que decir que muchos de los que escriben hoy de aquel fatal acontecimiento ofrecen un relato de los hechos que no conviene olvidar. Pero pienso que hay que dar un paso más. Señalar que el príncipe hoy es rey, que la democracia se vistió con manto antidemocrático y que un real franquismo sigue presente en la ideología de no pocos. Hasta el final mantuvimos cierta esperanza