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UNA GRAN MURALLA NO TAN VERDE

La Gran Muralla Verde es un proyecto que el Gobierno chino lleva impulsando desde 1978 y que pretende ganar terreno al desierto.

Contraste entre la vegetación verde y las dunas desérticas. (Pedro PARDO | AFP)

No siempre una iniciativa que se vende como ecológica responde a criterios medioambientales. Y mucho menos contenta a los habitantes de las zonas en las que se aplica. Sucede en el norte de China, en áreas desérticas junto a la frontera con Mongolia. La Gran Muralla Verde intenta desde hace 47 años vencer a la arena, implantando un cordón de vegetación y suelos agrícolas que frenen su avance. Para algunos, supone una mejoría en sus condiciones de vida. «Aquí, todo era solo desierto», explica orgullosa la agricultora Bai Lei, señalando una zona de 300 hectáreas cubierta de maíz y girasol. No lo ve de la misma manera Dorj, un pastor del Kubuqi que ha visto reducido su rebaño de ovejas a una veintena y que ya no puede pastar de manera libre. También hay críticas desde el ámbito científico. Wang Shuai, geógrafo universitario de Pekín, subraya «las importantes funciones ecológicas» de los desiertos, «como la conservación de agua y de biodiversidad». Más práctico, Feng, propietario de una parcela en Kubuqi, observa que, ahora, «los recursos son más abundantes y nuestras vidas, más prósperas».