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EDITORIALA

Solidaridad y justicia para el pueblo saharaui


Ayer se cumplieron 50 años de la invasión del Sáhara Occidental por más de 300.000 marroquíes, entre ellos miles de militares camuflados, conocida como Marcha Verde. Días después, los gobiernos español, marroquí y mauritano firmaron el Acuerdo Tripartito de Madrid y el Sáhara quedó a merced de Marruecos y Mauritania. El Estado español abandonó el territorio haciendo dejación de sus obligaciones con arreglo a la legalidad internacional. Aquel acuerdo nunca ha tenido validez legal, a diferencia del que ha estado vigente hasta el pasado viernes, a saber, la Resolución de la ONU de abril de 1991 que estableció el mandato de referéndum en el Sáhara (Minurso) sobre la base de las propuestas aceptadas por Marruecos y el Frente Polisario. La resolución aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU hace una semana renueva el mandato de la Minurso; sin embargo, de cara a la solución del conflicto, cambia o como mínimo tergiversa los términos en favor de Marruecos.

Si bien el texto original de la resolución recién aprobada fue modificado debido a las presiones de Rusia y China e incluye la mención al derecho de autodeterminación, reconoce como opción más «viable y realista» el plan marroquí de autonomía para el Sáhara. Así, prolonga el mandato de la Minurso, pero pone el acento en la propuesta de Marruecos y relega la consideración del Sáhara como territorio pendiente de descolonización y la realización del referéndum para el Sáhara Occidental que hasta el pasado viernes era norma.

Tratar de reducir el derecho de autodeterminación a un acuerdo sobre autonomía, por muy «viable y realista» que sea, resulta profundamente injusto, y una solución justa ha de pasar por respetar la voluntad del principal afectado en ese conflicto, el pueblo saharaui, se decante este por la independencia, por la autonomía o por cualquier otra opción. Por encima de los vaivenes interesados de los Estados, la solidaridad ha de hacerse más patente que nunca y acompañar al pueblo saharaui y a su legítimo representante, el Frente Polisario, en su lucha de liberación y en sus decisiones. Es lo mínimo que merecen tras 50 años de sufrimiento, resistencia y dignidad.