2025 AZA. 23 JAY KELLY Entre máscaras y aplausos Gaizka IZAGIRRE HERNANI {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} Se dice que cuando un actor o una actriz recibe un tributo en un festival de cine, ello constituye un indicio casi ineludible de que la juventud ha quedado atrás. No fue el caso del pasado Zinemaldia al premiar a la joven Jennifer Lawrence, pero en la nueva película de Noah Baumbach, con George Clooney encarnando a Jay Kelly y recibiendo un homenaje, la reflexión sobre la madurez, el legado y la fama se vuelve central. La historia comienza al cierre de otro rodaje. Su representante sugiere un viaje a la Toscana para recibir un tributo en un festival. «¿Yo? Demasiado joven para homenajes», replica Kelly, aún en la cúspide de su éxito, con la mente ya en su próximo proyecto. Sonrisas rodean la escena, pero no son más que máscaras que apenas ocultan la fragilidad bajo la brillante fachada. Jay Kelly (George Clooney) parece tenerlo todo: fama, aplausos y el glamour de la pantalla. A su lado, Adam Sandler y Laura Dern, su publicista y representant&eot;, respectivament&eot;, han sacrificado sus propias vidas por sostener la suya. La película es un viaje doble: por ciudades europeas y por la soledad de un hombre que, tras décadas de éxito, descubre lo que queda cuando los aplausos se apagan. &eot;Baumbach retoma sus obsesiones habituales y las traslada al universo del star system, construyendo un retrato casi metatextual en el que la figura pública y la persona privada se entrelazan hasta confundirse. La película es ambiciosa y, en muchos sentidos, admirable por atreverse a diseccionar el espejo de la celebridad. Sin embargo, esa misma ambición a veces la sobrepasa. Se trata de un filme amabl&eot; pero excesivamente explícito, donde las sutilezas brillan por su ausencia y donde apenas se percibe la mano de&eot;Noah&eot;Baumbach; y eso, créanme, no es un buen síntoma.