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Propaganda


Si ya en primavera, Emmanuel Macron recibió a su homólogo ucraniano en el mercadillo del Elíseo, donde le endosó una venta de 2.000 millones de euros en misiles, carros de combate, vehículos blindados y otras joyas de la industria militar francesa, Volodímir Zelenski vuelve este otoño al bazar parisino a comprar esta vez un centenar de cazas Rafale justo en el instante en el que sobrevuela en Francia el anuncio del presidente francés sobre el regreso de un servicio militar, voluntario de momento, que «en caso de una crisis mayor» se volvería en obligatorio. Porque «en un mundo incierto donde prima la fuerza sobre el derecho y la guerra forma parte del presente, nuestra nación no tiene derecho al miedo, al pánico, a la falta de preparación ni a la división», argumentó en un discurso que bien hubiera podido firmar el candidato de la extrema derecha Jordan Bardella, herido gravemente en su orgullo este sábado al impactarle un huevo en la cabeza. El delfín de Marine Le Pen, cuyo partido recibió financiación rusa, se indigna ante la violencia recibida, como si su discurso populista, xenófobo y chauvinista no nos llevara, como el de Macron, a la peor de las violencias, la guerra. En este mercado la verdad escasea tanto que se ha vuelto una rareza que se vende cara, mientras que la propaganda, incluso la prebélica, se regala.