2025 ABEN. 05 EDITORIALA Desalojo como alternativa a la vulnerabilidad {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} Un despliegue de diferentes cuerpos policiales procedió a desalojar a las personas que en la mañana de ayer aún permanecían en el antiguo instituto de los Agustinos de Martutene, en Donostia, en desuso desde 2003. La Policía identificó a varias personas y alejó de malas formas a gente solidaria y a periodistas, algo que no sorprende pero no por ello resulta menos inaceptable. El desalojo consistió en expulsar a esas personas y clausurar el edificio, y la única ayuda que recibieron quienes se hubieron de trasladar a otros lugares fue la del voluntariado de los movimientos sociales. En el antiguo instituto vivían más de 100 personas, en su mayoría jóvenes migrantes que tenían en él un espacio donde resguardarse en condiciones lo más dignas posible, extremadamente precarias en todo caso. Ese era su hogar y había quien llevaba más de dos años viviendo en él. Aproximadamente la mitad de esas personas han sido realojadas en el albergue La Sirena, reabierto gracias a la presión de los movimientos sociales, pero la única alternativa que les ha quedado a otras es la calle. El alcalde había anunciado una salida escalonada del edificio; sin embargo, las personas desalojadas apenas pudieron llevar consigo algunos objetos personales antes de que la Ertzaintza cerrara el edificio vacío. Resulta inevitable preguntarse cuál es la prioridad del Ayuntamiento, dada esa premura por vaciar el edificio y la nula preocupación por las condiciones de subsistencia de las personas expulsadas, ahora a merced de una mayor vulnerabilidad, en muchos casos, además, sin posibilidad legal de acceder a un trabajo por su situación administrativa irregular. El lamentable episodio de ayer en Donostia no es sino un exponente de una cruda realidad mucho más extensa, la que han de afrontar día a día más de 500 personas solo en esa ciudad. Una sociedad que se considere decente, incluidas sus instituciones, no puede desentenderse de semejante problema, a no ser que el Ayuntamiento e instituciones competentes consideren que la suerte de las personas que viven bajo su administración no es problema suyo.