2025 ABEN. 14 ABUSOS A MENORES Elkarrizketa Leonor Paqué Directora de ‘Hermana Leonor. 20.000 kilómetros de confesión’ «Las víctimas de la Iglesia tenemos opinión propia de lo que nos pasó» Licenciada en la Euskal Herriko Unibersitatea, Leonor Paqué ha desarrollado su carrera profesional en Madrid: Cadena Ser, Onda Cero, Telemadrid, TVE. Después se integró en el equipo de comunicación de una universidad. Ha publicado cinco novelas y un libro de reportajes. Junto a su hermano Diego Paqué, tiene la productora Latiovisual. (LATIOVISUAL) Aritz INTXUSTA IRUÑEA {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} Leonor Paqué es una de las valientes que exhibió las heridas que le dejaron los abusos sufridos en Santa Marina de Bilbo siendo niña. Pocas mujeres se han atrevido a poner públicamente el rostro. Ahora da otro paso. Al volante de su Clio y durmiendo en el propio coche, recorrió 20.000 kilómetros para entrevistar a otras 32 víctimas. El documental “Hermana Leonor. 20.000 kilómetros de confesión”, se ha abierto hueco en la plataforma Filmin, pues es contundente como un puñetazo. ¿Qué impresiones está recibiendo de su documental? Las personas que lo han visto nos transmiten que sienten lo mismo que nosotros, que mi hermano y yo, cuando lo estábamos haciendo. Y eso llama la atención, porque de un lado se supone que todo el mundo lo sabe ya y, sin embargo, les remueve algo. La gente está pasmada e indignada. De los abusos de la Iglesia en niñas y niños se habla a menudo. Incluso a la ligera, incluso en forma de chiste. Todo es diferente cuando te acercas como te tienes que acercar. Todas las familias tienen críos alrededor. Pueden ser los tuyos, de tu hermano, de tu primo o del vecino. En el documental salen personas grandes, mayores, pero que hablan de cuando fueron críos. Y cuando la empatía se despierta desde ahí, esa verdad te parte el alma. ¿Cuándo decidió empezar con este trabajo, con este viaje? A raíz de la publicación del diario “El País” de los primeros testimonios. Un día me llamaron y me dijeron: «Leonor, que no hay mujeres. Hay muy pocas mujeres que denuncien esto y que quieran mostrar su rostro». Y mira, yo soy periodista y pienso que hay que contar. Toda la vida estamos contando historias. Me tocó contar la mía. Y revelando nuestras experiencias, nos fuimos encontrando las propias víctimas entre nosotros. Antes, igual no sabíamos de ningún otro que hubiera pasado por lo mismo. Ahora, nos conocemos. Así descubrí que tenía una curiosidad tremenda por conocer a los demás y, sobre todo, por saber quiénes son hoy y cómo les ha transformado aquello que les pasó. Quise saber cómo viven hoy, cómo aman hoy, quiénes son hoy. Contacté entonces con Mimi… ¿Con quién? Con Emiliano Álvarez. Una persona muy especial, que me transmitía muchas cosas. Transmitía amor, siempre tenía una broma a mano y era una persona enormemente cálida. Me contó que vivía con sus cabras en el campo. Quise concerle para que me contara más cosas. Y la herramienta para conocerle era mi Clio. Su coche. Exacto, mi coche. Le dije a mi hermano Diego que me ayudara a preparar el coche para poder dormir con mi perrita. Diego es el director. Hacía años que tenía con Diego una pequeña productora y hacíamos audiovisuales de teatros y conciertos, cosas pequeñas. Le dije que iba a viajar a conocer a otras personas abusadas, que quería reunirme con ellas. Y él me respondió: «Esto tenemos que registrarlo, me voy contigo». Pedimos varias cámaras a familiares, a mi hijo, a Anita. Él llevaba tres cámaras y, además, el sonido. Porque Diego es músico y cantaor. Como no cabía en el coche con la perra y conmigo, dormía en una tienda de campaña. Gran apoyo el de su hermano. Diego salva el documental. Tuvo que aprenderse un programa especial para el sonido. Yo hacía las entrevistas y luego él se manejaba con la edición. Yo me volvía loca con las pantallas. Y así, después de tres años, salió adelante el documental. Los documentales son algo muy caro: requieren de técnicos, de atar localizaciones donde dormir, de mucha producción. Nosotros, con la perrita éramos tres. Y cuando se sentaba una de las víctimas, cuatro. Y las víctimas, quizás como todo era tan escaso, se sentían tranquilas, en familia. Yo también soy víctima y siento que, por eso, me hablaron como a una hermana. Lo parece, la verdad. De no ser así, un trabajo grabado con tres cámaras de andar por casa no acaba en una plataforma como Filmin. Supongo que tienes razón. Perdone pero si no lo pregunto, reviento. En el tráiler de su documental aparece un reportaje nuestro. La portada de un Zazpika con un reportaje largo sobre abusos. Sí. Esa es una revista que tenía guardada Mariví, una de las víctimas que viven en Navarra. Si te das cuenta, al lado en sus notas pone “Leonor Paqué”, una anotación de ella porque yo le iba a visitar. Me pareció buenísimo, aunque lo cierto es que nunca habíamos tenido contacto con vuestro medio, con GARA. En su documental hablan varias de las víctimas navarras. Además de Mariví, aparece Koldo Tiebas. Mi plan era que apareciera un tercero, pero no pudo. No le llegaron las fuerzas. Me dijo que a ratos quería irse con su madre y con su hermano, que se suicidó. Deduzco que tiene que ser José Luis. Le entrevisté para el reportaje del que hemos hablado. Es de los testimonios más duros que he escuchado nunca. Él se marchó de los Reparadores de Gares, pero un hermano suyo quedó interno y el mismo religioso abusó de él. Luego su hermano se suicidó. Le dejó una nota. Sí, a él me refiero. «No soy capaz -me dijo-. No soy capaz de ponerme una cámara para contar esto». La historia es, sencillamente, brutal. Él y Koldo van al mismo terapeuta. José Luis me pareció una persona maravillosa a quien le arrebataron mucho y dejaron roto. Imagino que algunos habrán logrado superar el trauma. A otros les está siendo imposible. A ver, todos viven con ello. Hasta en el mejor de los casos, siguen viviendo con lo que les ocurrió. Me lo cuenta Fernando, otra de estas víctimas. Forman familias, encuentran mayor o menor éxito laboral, pero el episodio sigue volviendo, el recuerdo no se va. Cargamos con la losa. También me pasa a mí. Una víctima me llamó para decirme: «Leonor, yo también estuve ahí diez años antes que tú. Me ocurrió lo mismo». Es tremendo cuando das con alguien que pasó exactamente por lo mismo, con una víctima igual que tú. Bueno, pues esta mujer me decía una vez y otra que lo que más quería era volver a ese momento anterior, al momento en el que no sabía que esto existía. La experiencia no se va. Te diría que la mayor diferencia es puramente económica: hay quien ha podido pagarse una terapia y hay quien no. Nunca había escuchado esa verdad, así, tan cruda. Y piensa que muchas personas quedaron totalmente destrozadas al punto de que no pueden trabajar. Tú has hablado con víctimas, lo sabes. SÍ, ME HA TOCADO CONOCER A VÍCTIMAS DE ABUSOS DE LA IGLESIA EN ESA SITUACIÓN... OIGA, YA QUE HABLAMOS DE LA PROFESIÓN. CUANDO LOS PERIODISTAS NOS ENFRENTAMOS A UN ENTREVISTADO, RÁPIDAMENTE BUSCAMOS CUALQUIER COSA EN COMÚN, LA PALANCA QUE LOGRE QUE HABLEN CON CONFIANZA, QUE SE ABRAN. CONFIESO QUE SE LO ACABO DE HACER CON EL REPORTAJE DEL ZAZPIKA. USTED TUVO UNA VENTAJA MAYOR. PUDO HABLARLES COMO UN IGUAL, DE VÍCTIMA A VÍCTIMA. Hablaron porque querían hablar. Siendo sincera, no tuve que hacer el más mínimo esfuerzo. Ser su igual sí me provocó momentos en los que me quedo sin palabras. Alguno dejamos que se viera en el montaje final del documental. Mi mente de periodista debería estar trabajando en nuevas preguntas, pero estoy escuchando tales cosas que me cuesta hasta asimilar, que me ahogo. Esto no quiere decir que todo en el documental sea fuerte. Hay testimonios tremendos que eliminamos precisamente por su dureza. Lo que sí salta bien pronto es la empatía: estábamos en lo mismo sin duda posible. Y lo que descubro es que todas esas víctimas son cabezas pensantes que llevan años, décadas, reflexionando sobre aquello que les ocurrió y que han llegado a conclusiones. Las víctimas tenemos una opinión propia sobre lo que nos pasó. TODAS LAS VÍCTIMAS TIENEN DERECHO A VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN. ¿EN QUÉ PUNTO ESTÁN LAS DE LA IGLESIA? Ni siquiera está garantizada la verdad. En el informe que hizo la Iglesia sobre mi caso, en Santa Marina, en Bilbao, pone: «No computa, no probado». ¿Justicia? Justicia es que abran los archivos para saber quiénes fueron, quiénes les encubrieron entonces y quién les encubre hoy. ¿Reparación? Eso tuvo secuelas de las que somos conscientes, otras de las que no nos hemos dado cuenta y otras tantas que nos da vergüenza reconocer, caminos que no quiero transitar. Es sencillo. La reparación tiene que mejorar la vida de las víctimas. Dicen que solo queremos dinero, como si las víctimas fueramos algo sucio y horrible. Ir a terapia cuesta dinero. Lamentablemente es así. ¿Y QUÉ ME DICE DE LAS GARANTÍAS DE NO REPETICIÓN? El otro día vino una pareja a un encuentro de víctimas. Rondaban la cuarentena. Me acerqué y pregunté: «¿Cuál de los dos es la víctima?». Ella me respondió: «Ninguno. Las víctimas son nuestras hijos de 5 y 7 años». LA BÚSQUEDA «Descubrí que tenía una curiosidad tremenda por conocer a las demás víctimas, por saber quiénes son hoy y cómo les ha transformado aquello» REPARACIÓN «La mayor diferencia entre nosotros es puramente económica: hay quien ha podido pagarse una terapia y hay quien no» NO REPETICIÓN «El otro día vino una pareja a un encuentro de víctimas. Rondaban la cuarentena. Me acerqué y pregunté: ‘¿Cuál de los dos es la víctima?’. Su respuesta fue: ‘Ninguno. Las víctimas son nuestras hijas de 5 y 7 años’»