2025 ABEN. 14 Urzay, Badiola e Irazu, tres colegas en el Nueva York de los 90 En enero del año 1990, Txomin Badiola y Darío Urzay se instalaron en Nueva York. Dos meses después lo haría Pello Irazu. 35 años después de aquel viaje, que fue determinante no solo en su trayectoria artística y vital -«fueron los mejores años de mi vida», admite Badiola- sino también en el arte vasco, se han vuelto a reunir en Bilbo, en la galería Michel Mejuto. Convertidos en artistas reconocidos, se confiesan poco nostálgicos. Pero algo sí que hay. De izquierda a derecha, Darío Urzay, Pello Irazu y Txomin Badiola. (Oskar MATXIN | FOKU) AMAIA EREÑAGA BILBO {{^data.noClicksRemaining}} Artikulu hau irakurtzeko erregistratu doan edo harpidetu Dagoeneko erregistratuta edo harpideduna? Saioa hasi ERREGISTRATU IRAKURTZEKO {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Klikik gabe gelditu zara Harpidetu {{/data.noClicksRemaining}} En una de las fotografías del catálogo de “Nueva York. Primeros años, 1990-1992”, la exposición que permanecerá abierta hasta el 31 de enero del próximo año en la galería bilbaina Michel Mejuto, Txomin Badiola (Bilbo, 1957), Darío Urzay (Bilbo, 1958) y Pello Irazu (Andoain, 1963) posan mirando directamente a la cámara. Treintañeros, llevan el look de la época: la ”chupa” vaquera de rigor. También lucen más jóvenes, evidentemente. Treinta y cinco años más tarde, reunidos en la galería bilbaina, se ven más sobrios en la vestimenta, aunque no tan cambiados. Son tres de los artistas vascos contemporáneos más conocidos, más premiados -hay Gure Arteas entre ellos- y de trayectoria más reconocida. Han expuesto en museos de todo el mundo, se les han dedicado retrospectivas... Txomin Badiola y Pello Irazu son principalmente escultores; Darío Urzay, pintor y fotógrafo. Urzay es también el único que, 35 años más tarde, sigue manteniendo una buena mata de pelo; canosa, claro. «Hace tres décadas, sus trabajos no valdrían lo de hoy en día, ¿verdad?», lanzamos a Michel Mejuto. «¡Claro!», exclama mientras voltea imperceptiblemente los ojos. Aquellos tres artistas jóvenes soñarían quizás con alcanzar estos precios para sus trabajos, 19 obras de diferentes técnicas y formatos, realizadas en Nueva York y algunas de las cuales son inéditas. La horquilla de precios va de los 800 euros a los 44.000 euros. Algunas, las de Darío Urzay, son inéditas; otras son “hermanas” de las que están, pongamos, en los fondos del museo Reina Sofía... «Yo lo tengo comprobado, por lo menos en mi caso, muchas veces las mejores obras son las que se van quedando en el estudio», reconoce Txomin Badiola. CAMBIO DE CICLO EN LA GRAN MANZANA «A mí me interesaba este punto de coincidencia en Nueva York, porque ya sabéis que nuestra galería tiene un carácter histórico. Me interesó mucho este momento, porque es también una especie de cambio de ciclo, cuando estos artistas se presentan en Nueva York y entran en contacto con la sociedad, la vida, la cultura y el arte norteamericano. Mientras que el arte vasco siempre había tenido su referencia en Europa, sobre todo en París. Ellos viajaron allí en su primera madurez, cuando estaban todavía abriendo caminos en plena abundancia creativa», explica el galerista. ¿Pero tanta importancia tuvo este viaje y esta estancia?, nos preguntamos. «Desde el punto de vista plástico y artístico supuso una ruptura con lo que se estaba haciendo aquí, en el País Vasco», confirma Txomin Badiola. «Tampoco hay que olvidar que nuestra ida a Nueva York tuvo una función de cuña; es decir, que abrió el camino para que toda la siguiente generación de artistas vascos fueran prácticamente todos a Nueva York». Es decir, abrieron camino. SALEN CORRIENDO DE AQUÍ Años 90, el mundo también está patas arriba. En Euskal Herria, crisis económica y panorama político, social y artístico muy revuelto. «Nosotros nos conocimos los tres en la UPV -recuerda Darío Urzay-. Recuerdo perfectamente el día que conocimos a Pello a la salida de una asamblea y hablamos. Hemos mantenido una relación de amistad y una estrecha relación durante muchos años. Y esta es la primera vez que vamos a exponer juntos, después de más de treinta años, y para mí es importante. No sé para ellos», dice Urzay mientras les mira de soslayo. Se refiere a la exposición conjunta que hicieron en Riverside Studios de Londres, en 1989, producto de su estancia en Londres; los dos primeros estuvieron un año de residencia en los Delfina Studios Trust, e Irazu, unos meses tuvo su propio estudio en Clapham. Para Badiola, lo reconoce, allí empezó su «escapada de la realidad». O sea, de Euskal Herria. Estaba muy quemado con la universidad, donde había dado clases durante seis años, y también quemado por relación con Jorge Oteiza. «Fue tremenda», reconoce. Badiola fue comisario a finales de los 80 de las exposiciones de Madrid, Barcelona y Bilbo del escultor de Orio, quien ejerció una grandísima influencia tanto en él como en Pello Irazu... pero también era un rompedor de nervios. «Cuando ví la posibilidad de irnos a vivir a Londres, salí corriendo. Y cuando acabó esto, que duró entre el 88 y el 89, si algo no quería era volver, porque quería continuar con aquella experiencia. Para mí, Nueva York fue ese nuevo estadio dentro de esta situación», explica. EN EL «MEETING POINT» A principios de 1990, se instalaron en la Gran Manzana. Badiola y Urzay compartieron un loft en el 28 East 4th Street, hasta que Urzay se trasladó a otro en Crosby Street. Irazu alquiló un espacio en Chambers, moviéndose al poco a otro más amplio en la calle White. Badiola: «Nueva York es una ciudad muy grande, pero la zona en la que vivíamos, en Manhattan, tiene algo de pueblo. Eso permitía un contacto cotidiano en los artistas que quizás en Bilbao es menos frecuente, mientras que en Nueva York sí lo era También coincidíamos en los recorridos por las galerías. No soy nada nostálgico, pero reconozco que esa etapa fue el periodo más feliz, a todos los niveles, de mi vida». Además de sus exposiciones estatales e internacionales, pronto comenzaron a exponer individual y colectivamente en galerías americanas y su obra fue recogida en la exposición “America Discovers Spain” para el Spanish Institute. Pello Irazu recuerda así aquel Nueva York de los 90, en donde se encontraban artistas de distintas partes del mundo: músicos, pintores, actores... «Para mí, poder medirme en el mismo escenario con otros artistas, estar en el mismo caldo de cultivo, es muy importante para el proceso artístico, porque fueron experiencias de primera mano -explica-. Los americanos lo llaman Metting Point, que se refiere a todo lo que sucede en un sitio cerrado, y Nueva York siempre ha tenido eso. Nueva York como metrópolis, al menos cuando vivimos allí, era el sitio donde iba la gente. Era América, pero no lo era a la vez». Y ellos, volvieron cambiados. PELLO IRAZU «En esa década, como ciudad Nueva York era muy activa culturalmente, en lo artístico, lo musical... a todos los niveles. Haber vivido esto fue una experiencia muy importante y, artísticamente, también medirte en el mismo escenario con otros artistas» DARÍO URZAY «Recuerdo perfectamente el día que conocidos a Pello a la salida de una asamblea y hablamos. Hemos mantenido una relación de amistad durante muchos años y esta es la primera vez que vamos a exponer juntos, después de más de treinta años. Para mí es importante» TXOMIN BADIOLA «No hay que olvidar que nuestra ida a Nueva York tuvo una función de cuña; es decir, que abrió el camino para que toda la siguiente generación de artistas vascos pasaron prácticamente todos después por Nueva York»