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NUEVO MARCO ECONÓMICO MUNDIAL

El fin del imperio despierta a Europa de sus ensoñaciones

La nueva Administración estadounidense es consciente del declive de su poder y trata de poner fin a su hegemonía de la manera más favorable a sus intereses. China continúa fiel a su plan y los dirigentes europeos no terminan de entender que el mundo ha cambiado definitivamente.

- (Daniel TOROK | WHITE HOUSE- EUROPA PRESS)

El 12 de diciembre, Bloomberg se hizo eco de las palabras del responsable de Inteligencia Artificial de la Casa Blanca, David Sacks, que refiriéndose a China dijo: «Están rechazando nuestros chips (...) Aparentemente no los quieren, y creo que la razón es que desean la independencia en semiconductores».

La noticia ilustra perfectamente el estado de las relaciones entre EEUU y China: las presiones de Washington para contener y someter a Pekín han terminado haciendo a China mucho más fuerte e independiente.

LA GUERRA DE LOS CHIPS

Dos han sido las principales líneas de presión utilizadas por la Administración estadounidense. Por un lado, Washington restringió la venta a China de los semiconductores más avanzados, lo que obligó al gigante asiático a desarrollar su propia industria y, aunque no han alcanzado la potencia de los estadounidenses, han logrado resultados comparables. Y los ha conseguido exprimiendo al máximo los recursos de que disponía, es decir, haciendo programas más eficientes y combinando los chips para mejorar su rendimiento conjunto. Ya es solo cuestión de tiempo que también fabriquen mejores semiconductores.

Precisamente, la noticia de Bloomberg respondía a la decisión de Donald Trump de permitir a la empresa Nvidia vender de nuevo sus chips H200 a compañías chinas. Y es que el veto no solo afectaba a China, también a las compañías estadounidenses, que han visto cómo se reducían considerablemente sus beneficios al perder un enorme mercado. El CEO de Nvidia, por ejemplo, no ha dejado de presionar para volver a vender su chips y, cuando lo ha conseguido, ya no les interesan. La política de presión estadounidense hacia China ha resultado completamente contraproducente: han perdido un gran mercado y han logrado reforzar la autosuficiencia y la capacidad industrial y tecnológica de China.

LA GUERRA COMERCIAL

El cambio con respecto a los chips ha llegado después de que Trump perdiera la guerra arancelaria con China. Las restricciones a las exportaciones de tierras raras fueron suficientes para que Washington desistiera de seguir presionando y acordara con Pekín un nuevo marco arancelario. Eso ocurrió a finales de octubre en Seúl durante la reunión entre Xi Jinping y Donald Trump. EEUU cedió ante Pekín, que logró un acuerdo arancelario mucho mejor que muchos otros países, incluida la Unión Europea.

Los aranceles no buscaban únicamente someter a China. La Administración estadounidense, además de equilibrar su balanza comercial con sus competidores, buscaba redefinir sus relaciones con socios y aliados y atraer inversiones industriales a EEUU para renovar la base industrial del país. Si con China ha fracasado, con algunos de sus aliados ha tenido un éxito relativo -el oneroso acuerdo que la Unión Europea aceptó, por ejemplo-. Con otros socios, como India o Brasil, la negociación ha sido mucho más dura y EEUU ha tenido que transigir.

En lo que respecta al objetivo de fortalecer la industria nacional, se necesita algo más que aranceles y, en ese aspecto, no ha avanzado significativamente. Por otra parte, a finales de octubre Washington relajó los aranceles sobre algunos alimentos para contener la inflación. En noviembre, la recaudación por aranceles cayó casi un 2%. Son muestras del corto recorrido de las propuestas planteadas en el ámbito económico.

FIN DEL IMPERIO, PERO NO EL FIN DE EEUU

En el campo político, sin embargo, su efecto es indudable. La Administración estadounidense es consciente del declive de su poder. Se observa un intento de terminar en sus propios términos esa hegemonía, algo que también refleja el documento sobre doctrina de seguridad nacional que se publicó a finales de noviembre. Fruto de esa visión, EEUU está llevando a cabo una retirada controlada de sus compromisos para poder centrar sus recursos en lo que considera sus intereses nacionales fundamentales. Tiene un plan, malo, pero plan.

Se podría decir que Washington se está preparando para operar en un mundo multipolar, aunque eso no quiere decir que no seguirá causando estragos en el mundo, como bien ha demostrado en Venezuela y Nigeria estos días. Cuando el poder hegemónico es objetado, es porque el relato ha perdido su poder, de ahí que haya dejado de lado el discurso del «orden basado en reglas» para promover la «paz a través de la fuerza». Es el fin del imperio estadounidense, pero no el fin de EEUU.

CHINA DEJA DE SER UNA NACIÓN EN DESARROLLO

La batalla de los aranceles con China ha sido larga, pero ha dejado un único ganador: Pekín. Se había preparado a conciencia para hacer frente a un oponente hostil y ha dejado claro que la época de la diplomacia de la cañonera se ha terminado: las amenazas tienen efectos contraproducentes para quien no quiere cooperar con China.

El poder económico levantado por China ha permitido a Pekín renunciar al estatus de nación en desarrollo en el seno de la OMC. Esta condición permite a los países cierta flexibilidad a la hora de liberar su comercio e introducir las normas aprobadas por la OMC. Un signo elocuente de que China ha pasado esa pantalla. Habrá más escaramuzas en el ámbito comercial, pero pocos cambios.

Es posible que muchas de las futuras transformaciones se den en el ámbito de las finanzas internacionales, en paralelo al auge de la economía china y de su enorme peso en el comercio mundial. Sin embargo, posiblemente serán cambios graduales. En este aspecto, Washington ha dado pasos para seguir siendo el centro financiero del mundo, especialmente modificando la legislación sobre criptomonedas para elevar su estatus, mejorar su solvencia y colocar la deuda pública estadounidense. Buena muestra de estos cambios se notan ya en el mercado del oro, donde los fondos cotizados han comprado a lo largo del año más oro que China y son, en gran parte, responsables de la meteórica subida del metal amarillo.

LA DESORIENTACIÓN DE EUROPA

Los dirigentes europeos parece que no han captado los cambios en el mundo y siguen fieles en su sumisión a EEUU. El acuerdo claramente desventajoso sobre aranceles que firmó con EEUU este verano es un buen ejemplo. La estrategia de la Administración Trump de presión dio resultado porque Europa, en realidad, no tiene con qué presionar.

No solo cedió, sino que también accedió a actuar de matón de Trump apropiándose de la empresa de semiconductores china Nexperia. La reacción del Gobierno de Pekín, cortando el suministro desde las fábricas chinas, amenazó con paralizar a un buen número de empresas automovilísticas en todo el mundo. Al final, tuvieron que rectificar.

Nexperia es la metáfora de la visión europea. Pensaron que quedándose con la matriz mantendrían el control de la empresa y se encontraron con que se habían quedado con un cascarón vacío. Siguen pensando que dominando el discurso continúan controlando un mundo que es tal y como lo quieren ver. Pero el mundo ha cambiado radicalmente y la disonancia entre los deseos y la realidad es cada vez mayor.

Una discordancia alimentada por el modo en el que se ha construido la UE tras el final de la Guerra Fría: mucho dinero y mentalidad de patio cerrado. Las grandes potencias europeas se hicieron con los mercados del Este y, en vez de un mercado único, construyeron un mercado cerrado para sus multinacionales, sin ninguna competencia real.

No hubo, como ha hecho China, un intento de crear una infraestructura de mercado para que las industrias más débiles del Este pudieran entrar en una competencia real con las del Oeste. Para dificultar todavía más la competencia introdujeron políticas ambientales desmesuradas que terminaron por arruinar cualquier posibilidad de rivalidad en el mercado europeo.

Y ahora la industria europea está completamente desarmada ante la competencia real de China y las imposiciones estadounidenses. Sin un ecosistema competitivo y sin fuentes de energía barata, apuestan por la industria militar y la expansión hacia el Este en Ucrania. Guerra y expolio para salir del estancamiento. Un plan nefasto.

EL COSTE DE EUROPA

Según el Instituto Económico Alemán (IW), la contribución neta de Alemania a la UE se ha reducido en un tercio en dos años, de 19.700 millones en 2022 a 13.100 en 2024. El estancamiento económico y el creciente gasto militar convertirán a la Unión Europea en una contribución cada vez más pesada para los Estados miembro, lo que acelerará las pulsiones disgregadoras.

La industria de Euskal Herria nunca ha tenido detrás un Estado que velara por sus intereses, de modo que está bregada en transitar por las turbulentas agua mundiales sin grandes ayudas. Para el futuro de Euskal Herria quizás lo más importante sea evitar que la Unión Europea suponga una carga demasiado onerosa.