2013 ABEN. 12 PAPEREZKO LUPA La toman con Uriarte Maite Soroa msoroa@gara.net El obispo emérito de Donostia Juan María Uriarte se dio una vuelta por la radio el martes y en una entrevista dijo, entre otras muchas cosas, que el Estado español debería pedir perdón por la vulneración de derechos que ha cometido en las últimas décadas a la sombra del conflicto, lo que no deja de ser una petición razonable, incluso muy medida, como corresponde a su autor. Sin embargo, algunas de las plumas más pedrestres de la ultraderecha han aprovechado para sacar a pasear sus fobias. En «Libertaddigital», Carmelo Jordá empieza su última columna con un párrafo que suena a antiguo por manido: «La trayectoria de una parte de la Iglesia en el País Vasco -y decimos una parte en un gesto de inmerecida generosidad- es digna de figurar en una Historia Universal de la Infamia más real». ¿No les parece que han leído lo mismo mil veces? Qué pesados son. El tal Jordá señala que «es justo reconocer que en los últimos años la cosa parecía un poco más tranquila, o al menos no tan escandalosa», lo dice por la llegada de Munilla e Iceta, más de su cuerda, pero lamenta que esa tranquilidad solo ha durado «hasta que un obispo cerril se descuelga con un rebuzno que, no por ser pronunciado con la cobertura de una mitra o una sotana, deja de ser repugnante». La verdad, que algunos opinadores escriban sobre cerrilidad desde el Alcázar de Toledo tiene gracia. Sobre lo dicho por Uriarte, el juntaletras afirma que «el señor obispo no es tan vil, o mejor dicho tan tonto, como para no meter ese rebuzno dentro de un totum revolutum de perdones y desagravios que todo el mundo debe dar y pedir a todo el mundo en el País Vasco; pero lo que queda, porque es lo único que llama la atención y lo único disparatado del discurso, es eso: que el Estado tiene que disculparse ante los asesinos», y añade que el «perdón, como el tan escaso arrepentimiento, es un asunto personal, de conciencia y entre individuos. Exigir a un Estado que pida perdón es, como mínimo, ridículo». Está bien saberlo, porque algunos no paran de exigir a otros que lo hagan. Como conclusión, el plumilla dice que «lo que quiere Uriarte, en suma, es hacer el juego a los malos a costa de la humillación de los buenos. Y eso, monseñor, no es propio ni de cristianos, ni de curas ni siquiera de obispos; eso es propio de canallas». Y lo dice él porque debe conocer a muchos... Quién le mandaría al obispo dar entrevistas con lo bien que se está jubilado.