2013 ABEN. 27 A un siglo de su muerte, Ambrose Bierce sigue siendo «El Gringo desaparecido» El rastro del escritor y periodista Ambrose Bierce se perdió en los últimos días de diciembre de 1913 en algún lugar indeterminado de México. Es una de las desapariciones más famosas de la historia de la literatura. Juanma COSTOYA La versión más repetida afirma que Bierce, autor de «El diccionario del diablo», se adentró en México por El Paso alcanzando a las huestes de Pancho Villa en Ciudad Juárez. Su muerte tendría lugar días más tarde, fusilado en el sitio de Ojinaga, como consecuencia de las constantes escaramuzas y combates protagonistas de aquellos días en la Revolución mexicana. Ese es al menos el rumor del que se hace eco la Enciclopedia Británica. Existen otras versiones. La tradición oral de la villa de Sierra Mojada en Coahuila, recogida por un cura, afirma que Bierce fue fusilado frente al muro del cementerio del pueblo. No faltan tampoco rumores que le sitúan años más tarde en la selva centroamericana en la compañía de aventureros dedicados a la expoliación de tumbas mayas. Otras murmuraciones denuncian que Bierce era demasiado viejo y estaba demasiado enfermo como para unirse a la insurgencia mejicana y sitúan su enigmático final en un suicidio que habría ocurrido en Colorado, Estados Unidos. Sea como fuere lo único seguro es que con 71 años cumplidos Ambrose Bierce decide abandonar el ocaso de una vida previsible en Washington D.C y poner rumbo al sur. Después de arreglar sus asuntos personales y en una carta de despedida, fechada el 1 de octubre de 1913 dirigida a un familiar, le comenta «si oyes que he sido colocado contra un muro mexicano y fusilado, por favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad o a la caída por las escaleras de una bodega. Ser un gringo en México. Ah, eso sí es eutanasia». Su última misiva, matasellada en Chihuahua, lleva por fecha el 26 de diciembre de 1913 y en ella anuncia «parto mañana con rumbo desconocido». A falta de otras referencias más seguras se considera este día como la jornada de su fallecimiento oficial aunque lo más probable es que éste ocurriera días más tarde. VIDA TRAUMÁTICA Ambrose Bierce fue el décimo de un total de trece hermanos, todos bautizados con nombres que comenzaran con la primera letra del alfabeto. Su padre fue al parecer un hombre de débil voluntad entregado a la lectura de la Biblia y del poeta Lord Byron. La madre resultó una mujer enérgica que crió a su numerosa familia en un ambiente rígido, oscurantista y represivo. Fruto de este entorno casi todos los hermanos desarrollaron un carácter enrarecido y sinuoso. La vida posterior reservaba a Bierce nuevas pruebas: las heridas recibidas en la guerra de secesión norteamericana (1861-65) le atormentarían toda su vida; su matrimonio se disolvió al encontrar el autor unas cartas comprometedoras que su esposa y madre de sus tres hijos guardaba en secreto; sus dos hijos varones murieron trágicamente, uno se suicidó a consecuencia de un desengaño amoroso y el otro falleció debido a una enfermedad derivada de su alcoholismo. Con estos antecedentes no resulta extraño que Ambrose Bierce desarrollase un carácter tremendista que más tarde volcaría en sus trabajos periodísticos y en su obra literaria. RANDOLPH HEARST Ambrose Bierce comenzó su relación con las letras a las órdenes del magnate de la prensa William Randolph Hearst. Hearst, cuya biografía excesiva inspiró la obra de Orson Welles «Ciudadano Kane», fue el inventor de la prensa amarilla. Su cadena de periódicos estuvo al servicio personal de sus negocios y de sus ambiciones políticas. Son célebres sus frases «Yo hago noticias» y «Yo pondré la guerra» en alusión a su interés en que el Gobierno norteamericano de McKinley declarase la guerra a España a causa de la independencia cubana. La cobertura de la explosión del acorazado Maine en la bahía de La Habana fue decisiva para la declaración de guerra buscada por Hearst. En los años de la Revolución mexicana su cadena de periódicos hizo campaña en contra de la insurgencia debido a los enormes intereses terratenientes que Hearst poseía al sur de Río Grande. Con el tiempo el magnate se desveló como un xenófobo redomado, pro nazi y un precursor de la caza de brujas contra los militantes de izquierda en su país. La relación de algunos escritores que trabajaron para sus periódicos, como el propio Ambrose Bierce o Jack London, estuvo siempre llena de tiranteces e incluso se afirmó que en sus últimos años la mera mención del nombre de Randolph Hearst sacaba de sus casillas a Ambrose Bierce. En sus reportajes y colaboraciones periodísticas, Bierce hizo gala tanto de sarcasmo e ironía como de humor negro, cualidades que le llevaron a ostentar un significativo apodo Bitter (amargo) Bierce. Fue un maestro del relato corto de misterio y terror y sus obras «El diccionario del diablo» y «El club de los parricidas» siguen reeditándose con éxito. Se ha hecho célebre la primera frase de uno de sus relatos de terror, «Una conflagración imperfecta» agrupado en el volumen de «El club de los parricidas»: «Una mañana de junio de 1872, temprano, asesiné a mi padre, acto que me impresionó vivamente en esa época». «El diccionario del diablo» es una colección de aforismos agudamente enlazados y dominados por un sentimiento de amargura y humor negro. Baste recordar «Un egoísta es una persona que piensa más en sí misma que en mí». GRINGO VIEJO Los últimos años de la vida de Bierce y su misteriosa desaparición en México inspiraron al novelista mexicano Carlos Fuentes una obra de éxito «Gringo viejo» (1985). La novela llegó a ser un best seller en Estados Unidos y fue la primera vez que un autor mejicano aparecía en la lista de los libros más vendidos en Nueva York. Por supuesto, Fuentes ahondó en la versión más romántica de la leyenda de Bierce al que describe como un gringo «alto, flaco, de pelo blanco, ojos azules, tez rosada y arrugas como surcos de maizal, allí estaba el hombre que venía a morir violentamente a manos de otros, porque lo prefería así antes que morir de decrepitud o por sus propios medios como lo habían hecho sus hijos. Quería ser un cadáver bien parecido...». La novela fue llevada al cine en 1989 por el director argentino Luis Puenzo con Gregory Peck y Jane Fonda en los principales papeles. No sería la última vez que el admirado Ambrose Bierce sirviera como inspiración literaria o cinematográfica. El escritor Oakley Hall, autor de «Warlock», y considerado como un historiador del oeste americano, hizo de Bierce un personaje de ficción, el protagonista literario de alguna de sus novelas policíacas. En «Ambrose Bierce y la reina de picas» el escritor desaparecido se mueve en el efervescente San Francisco de 1880 tratando de resolver los asesinatos de unas prostitutas, todo envuelto en un clima de impunidad y corrupción derivada de los negocios asociados al monopolio del ferrocarril. La trama de ficción se basa, en parte, en las propias experiencias periodísticas de Bierce en sus años de trabajo para el «San Francisco Examiner», uno de los diarios del grupo Hearst. POE, MAUPASSANT, LOVECRAFT Literariamente se ha asociado la obra de Ambrose Bierce con la de otros escritores de relatos de horror como Edgar Allan Poe, el Guy de Maupassant de «El Horla» o Lovecraft. Ninguno de los mencionados tuvo vidas felices y sus obras reflejan, de una u otra forma, los tormentos sufridos en vida. Existencias extremas marcadas por el alcoholismo y el delirio (Poe), con la cordura comprometida por las consecuencias de una sífilis devastadora (Maupassant) o el ensimismamiento y la desnutrición (Lovecraft). La mayoría de ellos soportaron infancias traumáticas con madres dominadoras y castrantes como Lovecraft y Bierce o bien crecieron en hogares dominados por la figura de un padrastro tiránico como Poe. Este último fue desheredado por su padre adoptivo (su progenitor biológico abandonó a la familia al poco de nacer Poe y su madre moriría a los pocos meses por causa de la tuberculosis) allá en el Richmond de 1825. Las relaciones de estos autores con las mujeres fueron siempre complejas en el mejor de los casos. Poe se casó con su prima Virginia Clemm que contaba con 13 años, Bierce abandonó a la suya al descubrir su infidelidad y Lovecraft nunca pudo sacudirse de encima la sombra venenosa de su madre. Maupassant trató de suicidarse varias veces antes de ser ingresado en una clínica para dementes de la capital francesa donde moriría poco tiempo después. Algunas voces han hecho hincapié en que buena parte de los relatos y novelas escritos por ellos, especialmente Bierce y Lovecraft, adolecen de un estilo elevado y literario, abusando y reiterando la adjetivación en el caso de Lovecraft, o utilizando un estilo vulgar y periodístico que dejaría al descubierto la ingenuidad y provincianismo de Bierce. Es posible que las críticas estén motivadas pero resulta aún más evidente que todos los autores mencionados gozan de popularidad y respeto más de un siglo después de haber desaparecido sus atormentadas y singulares existencias. Bierce, Lovecraft y De castro H. P. Lovecraft fue un admirador de la obra de Ambrose Bierce. Se pueden rastrear claras influencias de Bierce en la obra de Lovecraft en, al menos, tres relatos: «En la cripta», «El horror de Dunwich» y «El que acecha en el umbral». Ambos compartieron además intereses con un individuo tan polifacético como inquietante, Adolphe Danziger de Castro, un judío polaco que se ufanaba de ser descendiente de una distinguida saga de hebreos expulsados de Portugal. De Castro fue en realidad un buscavidas que trabajó como periodista, abogado, dentista y traductor entre otros mil oficios. En 1903 desempeñó en Madrid el cargo de vicecónsul de EEUU. Fue uno de los fundadores de la Sinagoga Sefardita de Los Ángeles, ciudad en la que murió a los cien años. Tanto las obras de Bierce como las de Lovecraft siguen de plena actualidad y son constantemente reeditadas. Hace un par de semanas la editorial Fábulas de Albión presentó en una magnífica edición el relato de Lovecraft «La sombra fuera del tiempo», obra traducida y prologada por Jon Bilbao. J.C.