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CRíTICA: «Futbolín»

De la partida del bar local al estadio multitudinario


Ya se sabe que para los argentinos el fútbol es una religión y Maradona es su Dios en la tierra. Me alegra que Juan José Campanella se tome con humor ese sentido tan desproporcionado con que sus compatriotas viven un deporte de masas, incluyendo una referencia introductoria a «2001: Una odisea del espacio», como si el tema formara parte de la cosmología del mismísimo Stanley Kubrick desde el principio de los tiempos. Pero la propia película acaba afectada por tal efecto hiperbólico del que inicialmente parece querer distanciarse, debido a un proceso narrativo interno que falla en el cálculo de su desarrollo.

Sucede que «Metegol» se basa en cuento o relato corto de Roberto Fontanarrosa, a partir del cual ha habido que inventar todo un argumento a la hora de completar el largometraje animado. Campanella acierta con el registro nostálgico relativo al orígen del texto, que se mueve alrededor del futbolín de un bar en un pequeño pueblo de provincias, con su típica clientela habitual. En cambio, desorbita el contexto al querer representar de forma grandilocuente el mundo exterior, perteneciente al futbolista triunfador. El consiguiente duelo central entre el chico soñador y la estrella millonaria fuerza el antagonismo más extremista e inevitablemente maniqueo.

O como espectador me traiciona el inconsciente, o dicha rivalidad diríase inspirada en la que copa la prensa deportiva hoy en día entre Messi y Ronaldo. Se da la circunstancia de que el primero es argentino y el segundo no, osea que el que tiene una imagen menos cercana es el villano de la función. Un malvado que, por cierto, responde al nombre ficcional de Grosso, que en la vida real fue jugador, y ya es casualidad, del odioso Real Madrid que viste de blanco nuclear.

Los jugadores del futbolín lucen una indumentaria a franjas, más en consonancia con la de la selección de Argentina o la del Racing de Avellaneda, al que Campanella ya dedicó su melodrama «Luna de Avellaneda». Y hay uno de ellos que va de filosófo y le da por platicar con una verborrea que recuerda a Valdano.