«Al encuentro de Mr. Banks» recrea el conflicto real entre Disney y Pamela Lyndon Travers

Conviene aclarar de entrada que «Saving Mr. Banks» no es un biopic, ni sobre Walt Disney, ni tampoco sobre la escritora P. L. Travers. Es por ello que no se profundiza demasiado ni en la compleja sicología del tío Walt, que tenía su lado oscuro, ni en la excéntrica y singular personalidad de una mujer adelantada a su tiempo en muchos aspectos.

Lo que en la película queda claro es que no podían entenderse por sus carácteres muy opuestos, y de ahí que su encuentro acabase siendo más bien un desencuentro. Pero lo cierto es que se reunieron a principios de los años 60, y el guión de Kelly Marcel y Sue Smith recrea dicho contacto personal.

Disneylandia no, gracias

Para convencer a la reticente P.L. Travers, Walt Disney la invitó a Los Ángeles para pasar allí unas vacaciones con todos los gastos pagados. Pero a la escritora nunca le convenció la idea de que su novela se convirtiera en una película musical con escenas de animación, al estilo de la casa de Mickey Mouse.

El tío Walt no podía entender, no ya que no quisiera cederle los derechos de su obra, sino que se negara a visitar Disneylandia, un paraíso para los niños y niñas de todas las edades y generaciones. A la australiana ese mundo le parecía ñoño y falso, razones por las que en el estudio de Burbank no podían entender las interioridades de una novela tan personal como la suya.

Para explicarlo «Saving Mr. Banks» presenta una subtrama con recuerdos familiares de Pamela Lyndon Travers, de cuando emigró con los suyos a Australia. Así se descubre que el personaje de Mr. Banks estaba inspirado en su propio padre, personaje que es interpretado por Colin Farrell.

Un flashback que se alterna con el desarrollo argumental centrado en su visita a los estudios Disney. Emma Thompson sale claramente vencedora del duelo actoral que mantiene con Tom Hanks, limitado en su caracterización de Walt Disney por el hecho de que la producción sea de la compañía que fundara el propio Walt.

La imagen del fundador aparece siempre suavizada, a lo que contribuye la realización del conservador John Lee Hancock, incapaz de hacer nada no grato al estudio y a sus fans. Pero aún así, la anécdota narrada reúne el suficiente interés cinéfilo para atraer con divertidos pasajes como el de la composición de las canciones y del texto de «Supercalifragilisticoespialidoso».