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Realidad virtual y videojuegos, contra el «dolor fantasma»

Un científico de la Universidad de Tecnología Chalmers de Gotemburgo (Suecia), Max Ortiz Catalán, ha revolucionado las técnicas de neurorrehabilitación gracias a unas investigaciones basadas en la realidad virtual y los videojuegos. Una luz para los afectados.


Probablemente, ni siquiera la fértil imaginación de Lewis Carroll hubiera podido concretar de manera tan clara el universo paralelo que la niña Alicia visitó tras cruzar el espejo. Hoy en día las nuevas tecnologías parecen empecinadas en recrear con la mayor precisión posible una prolongación de nosotros mismos y de todo aquello que nos rodea. En este sentido, la ciencia y la medicina parecen querer sacar el mayor rédito posible a estos avances y aplicándolos a sus respectivos campos de una manera que, no hace mucho, habría sonado a ciencia ficción.

Hace varios días, un equipo médico logró salvar la vida de un niño en EEUU con la ayuda de un corazón artificial recreado mediante impresión tridimensional y una investigación publicada en «Frontiers in Neuroscience» nos descubre que una de las sensaciones más extrañas que padecen aquellas personas con miembros amputadas -el llamado «dolor fantasma»- podría ser resuelto definitivamente gracias a la realidad virtual y los videojuegos.

Curiosamente, y recordando nuevamente a Lewis Carroll, uno de los tratamientos de neu

rorrehabilitación más utilizados lleva por nombre terapia de espejo y tiene como objetivo «distraer» a nuestro cerebro mientras este se esmera en hacer creer al paciente que siente hormigueo, entumecimiento o sensación de calor o frío, allí donde un día estuvo su miembro amputado.

Siguiendo esta línea de investigación, Max Ortiz Catalán, científico de la sueca Universidad Chalmers, ha demostrado que el uso de la realidad virtual y de videojuegos sirven como alternativas terapéuticas para tratar de curar este dolor fantasma.

El método desarrollado por este científico consiste en situar a pacientes con miembros amputados ante una pantalla con una cámara de vídeo que registra sus movimientos. Gracias a unos electrodos colocados en una zona próxima al miembro amputado, los pacientes que participaron en estos experimentos pudieron observar a través de la pantalla cómo desplazaban un brazo que en realidad no existía.