Mísia y sus poetas cautivan Bilbo

Contaba Mísia, horas antes del concierto que ofrecería en Bilbo, que su trabajo «siempre ha estado inspirado por la palabra», palabra de poetisas y poetas portugueses que, arropada por su magnífica voz, humor, simpatía y la música de su cuarteto, cautivó al público que abarrotó la sala BBK en el comienzo del tercer ciclo «Noites do Fado» que se prolongará, en el mismo escenario, hasta el 18 de junio.

El espectáculo de dos horas, compuesto por dieciocho fados con letras de Fernando Pessoa, José Saramago, António Lobo Antunes, Agustina Bessa-Luis y Paulo-José Miranda («los más significativos y presentes» en su trabajo), entre otros, fue una repetición del que presentara en el Teatre Grec de Barcelona hace seis años. Un concierto «paralelo», parte de esas funciones que acostumbra a brindar entre esos otros con los que promociona sus discos y que graba con una frecuencia de dos años y medio, aproximadamente.

Puntual, vestida de negro, la fadista dio comienzo al recital con «Senhora da noite» (letra de Hélia Correia y música de Armandinho), un clásico del repertorio de su admirada Amália Rodrigues, que acometieron con un claro aire de tango, otro tipo de música suburbial que, en opinión de Mísia, pertenece a la «misma familia» ya que refleja un mismo discurso sociológico centrado en los «problemas existenciales».

El aproximamiento es más creíble aun por la presencia, junto a la viola y la guitarra portuguesa, de acordeón y violín, instrumentos introducidos por Mísia en el fado en homenaje a aquel que escuchaba en las calles de su Oporto natal.

Continuó con «Rasto do infinito» (letra de Tiago da Silva), Meia noite» (Pessoa), «Veste de noite este quarto» (Lobo Antunes), «¿Quem?, ¿quem?, ¿quem?» (Saramago) y «Rapsodia dos tres poetas».

Entre fado y fado, Mísia diálogo con el público haciendo alarde de sus grandes dotes de comunicadora y de su sentido del humor; de hecho, se autodefinió como una mezcla de Manoel de Oliveira y Almodovar, señalando que «después de hacer llorar a las piedras» con sus fados, debe alegrar al respetable, compensar una cosa con la otra.

Después de interpretar «Nâo me chamen pelo nome» (letra de António Botto y música de Joâo António de Amaral), Mísia explicó cómo el fado se apoya en cien melodías clásicas, populares, sobre las que se cantan las quadras, quintillas o sextas; de hecho, a continuación interpretó «Garras dos sentidos» (Agustina Bessa-Luis) dos veces: la primera de ellas en fado menor y en rapsodia la segunda, que es un modo de cantar fado (semejante a la milonga) que para Mísia es «divertido de cantar».

Le sucedió un tema instrumental que dio opción de lucimiento al cuarteto.

De vuelta en el escenario, la fadista de Oporto siguió intercalando temas con anécdotas sobre su vida sentimental, recuerdos de sus estancias en París o Barcelona, conversaciones con los portugueses presentes en la sala y recitados en castellano de los textos que, después, cantaba en portugués.

Así, después de «Tarde longa» (Lidia Jorge) y «Que fazes ai Lisboa» (otro tema del repertorio de Amália Rodrigues compuesto por Arlindo de Carvalho con letra de Mário Gonçalves), acometió «Fado da rua da Bica», un fado atípico escrito por su amigo Paulo-José Miranda utilizando métrica libre, hecho este que supuso un rompecabezas para Mario Pacheco a la hora de componer la música.

El fin de fiesta tuvo como protagonistas temas de los que interpretaba Amália Rodrigues: «Fado das violetas» (Espanca/ Hilário), «Fado do ciume» y, sobre todo, un tema elaborado en base a diferentes quadras de Rodrigues mezcladas por Mísia cuyo final fue recibido por una cerrada ovación de varios minutos a la que Mísia y su cuarteto quisieron responder con un «fado fetiche» para la portuguesa, «Una lágrima». Gran concierto, impecable, en el que sobresalió la figura y jerarquía de Mísia conduciendo a su combo.