2014 MAI. 21 Toni Servillo: «La política necesita de la cultura como estímulo» Actor y director teatral de sólido prestigio en Italia, sus colaboraciones con Paolo Sorrentino en filmes como «Il divo» o «La gran belleza» han disparado su popularidad y reputación. Sus últimos trabajos para el cine llegan mientras pasea el legado teatral de Eduardo De Filippo por escenarios de medio mundo. Hoy aterriza en nuestras pantallas con «Viva la libertà». Jaime IGLESIAS MADRID Toni Servillo (Afragola, Nápoles; 1959) es, ante todo, un animal escénico. Su presencia en Madrid la semana pasada vino dada, sobre todo, por las cuatro funciones que ofreció, con todas las entradas vendidas desde hace meses, de «Le voci di dentro» de Eduardo De Filippo, un montaje de esos que justifican la grandeza del teatro: «Cuando estoy sobre el escenario encaro mi trabajo con la plena convicción de gastarme, hacer teatro exige exactamente eso: sacrificio, renuncia, fatiga, etc. Pero que nadie me entienda mal, no soy autocomplaciente ni masoquista, simplemente creo que la naturaleza de este oficio es justamente esa. Cuando ya no dé más de sí, asumiré que habiendo alcanzado mi tope, solo me queda hacer mutis por el foro». Vehemente en sus juicios y suave en sus formas, quizá esa fatiga le condiciona cuando se le requiere para promocionar «Viva la libertà», un film que rodó hace más de dos años y que hoy se estrena entre nosotros con el actor napolitano como principal reclamo tras el éxito alcanzado con «La gran belleza» (Óscar a la mejor película de habla no inglesa). Dirigida por Roberto Andò, la película es una fábula política en la que Enrico Oliveri, secretario general del principal partido de la oposición (en quien resulta imposible no reconocer un perfil de viejo líder socialdemócrata), desaparece del mapa al comprobar la escasa confianza y credibilidad que inspira en el electorado. Tras infructuosos intentos por localizarle, la plana mayor de su partido recurre a Giovanni, su hermano gemelo (un profesor y filósofo que acaba de abandonar el centro siquiátrico en el que ha permanecido recluido durante años) para intentar salvar la papeleta y tranquilizar a la opinión pública. La sorpresa pasa a ser mayúscula cuando ese líder de pega (ahondando en el tópico de que solo los niños y los locos son capaces de decir la verdad) mejora las expectativas de voto del partido con un discurso regeneracionista. «No se trata de un filme político que pretenda vehicular un mensaje con el que golpear la conciencia de los espectadores. Obviamente queremos incitar a la reflexión, pero con herramientas más sutiles, más propias de la farsa. La película expone una serie de argumentos de manera ligera, pero sería un error pensar que esa ligereza de tono se corresponde con una mirada ingenua», comenta Toni Servillo. Cuestionado sobre si esa proyección del personaje de Giovanni como nuevo gurú de la izquierda política mediante un discurso donde caben todas aquellas revelaciones que el electorado ansía escuchar, no conlleva, en el fondo, una legitimación de ese populismo emergente en países como Italia o el propio Estado español, el intérprete se muestra rotundo: «No, en ningún caso. Giovanni no es un loco que suelta sus ocurrencias sin más, sino alguien con una fuerte carga poética. Se trata de un filósofo, de un erudito, de alguien que ha escrito libros, que tiene un bagaje intelectual y, como tal, un fuerte sentido moral. Yo creo que la política necesita de la cultura como estímulo, únicamente así dejará de ser la abstracción que es hoy. Pero ¡ojo!, he dicho de la cultura y no del sentido del espectáculo. Lo que define el populismo de figuras como, pongamos por caso, Beppe Grillo, es precisamente el convertir la política no en un hecho cultural, sino en un show». Regeneración A decir de Toni Servillo, esa regeneración debe comenzar por los propios políticos, quienes precisan de recuperar la libertad de maniobra para forjar sus señas de identidad y sus propuestas: «Hoy en día los líderes de los principales partidos padecen una evidente falta de pasión política. Ese es el problema de Enrico, cuya depresión viene dada por la escasa estima que percibe alrededor de su figura: es una víctima de sí mismo, sí, pero también de los sondeos, de las percepciones que sobre él tienen los demás. Todo eso le conduce a convertir su propia experiencia política en una cárcel, en una suerte de prisión de donde, llegado un momento, necesita escapar. Por eso la película se titula `Viva la libertà', porque para ejercer la política es necesario sentirse libre de ataduras». El protagonista de «La gran belleza» cree que esas servidumbres y ese sentido del espectáculo que caracterizan el escenario político actual son fiel reflejo de los procesos de comunicación de masas que tienen lugar en nuestros días: «Las redes sociales son una especie de cloaca a cielo abierto donde todo el mundo se atreve a opinar de todo sin un conocimiento específico de aquello que juzga. Por lo tanto, estar pendiente de lo que dicen de ti en ellas y ajustar tu perfil a aquello que se demanda en las mismas me parece una completa pérdida de tiempo. Yo, la verdad, es que por no tener no tengo ni correo electrónico, y no por esnobismo. Creo que tengo un trabajo donde cada noche, desde el escenario, se me da la posibilidad de sentir lo que el público piensa de mí y someterme a su veredicto. Ese juicio es el único que me importa, bueno también el de algunos críticos a los que respeto y, sobre todo, el de otros compañeros de profesión por quienes siento estima». Y con reconocerse «bastante tradicional» a la hora de valorar estas nuevas herramientas de comunicación, Toni Servillo tampoco confía mucho en el papel de los medios tradicionales a la hora de vehicular mensajes que sirvan de puente entre el poder político y la ciudadanía: «Decir que no hay medios independientes me parece una obviedad, a partir de ahí lo que hay que tener es un cierto criterio para interpretar debidamente los distintos mensajes que nos llegan y confrontar su alcance no conformándonos con creer a pies juntillas lo que nos dicen unos u otros». Esa confianza en la cultura como herramienta de emancipación le lleva al actor a felicitarse de que la cinematografía italiana haya recuperado el «filme político» como género en estos últimos años, a través de títulos como el que ahora presenta o como «Il Divo» (2008), también protagonizado por él: «En Italia siempre hubo una gran tradición de cine político y ahora muchos jóvenes cineastas están volviendo a ella pero apostando por un lenguaje renovado y por fórmulas originales, lo cual es una gran noticia, sobre todo porque eso quiere decir que en los medios artísticos se comparten muchas de las preocupaciones sociales que laten entre la ciudadanía y ¡menos mal que es así! Lo contrario sería alarmante». «El talento en el cine sobrevive al actor, en el teatro se desvanece» Para Toni Servillo su encuentro con el cine (medio que le ha consagrado) fue tardío, accidental y vinculado, como no podía ser de otro modo, al teatro, su pasión primigenia: «Teatro Uniti es una compañía que fundamos hace varias décadas en Nápoles y que ha funcionado como una especie de laboratorio de creación. Desde hace unos años decidimos establecer puertas vinculantes entre el cine y el teatro, y en esos procesos de búsqueda compartidos es donde surgió la posibilidad de participar en la primera película de Sorrentino, `L'uomo in più' (2001)». Dicho esto él mismo concede que el teatro posee una liturgia propia que tiene que ver con la fuerza de lo efímero: «El talento en el cine sobrevive al propio actor porque sus interpretaciones quedan registradas, pero la historia del teatro está llena de una enorme cantidad de talento que simplemente se desvanece». Napolitano hasta la médula, Servillo no duda en ejercer de embajador del legado teatral de su ciudad de adopción: «Allí somos capaces de hallar en el llanto una sonrisa... De hecho Nápoles siempre ha funcionado como un gran escenario al aire libre». Y de entre ese legado que comienza con la «commedia dell'arte», el actor rescata la figura de Eduardo De Filippo de quien actualmente representa «Le voci di dentro»: «Eduardo fue el último gran exponente del teatro popular en el sentido noble de la palabra». J.I. REDES SOCIALES. «Las redes sociales son una especie de cloaca a cielo abierto donde todo el mundo se atreve a opinar de todo sin un conocimiento específico de aquello que juzga. Yo, la verdad, es que por no tener no tengo ni correo electrónico, y no por esnobismo».