2014 UZT. 20 UDATE | 38. Gasteizko Jazz jaialdia. Kritika: Jazza Baptiste Trotignon y la síntesis del jazz Yahvé M. de la Cavada Whitney Balliett, uno de los más sapientes y atinados críticos de jazz de la historia, acuñó una definición del género que muy pocos han superado: «el jazz es el sonido de la sorpresa». Y así debería ser. La sorpresa, lo espontáneo, lo imprevisto... El auténtico jazz debe de tener, al menos, alguno de esos componentes que hacen única cada interpretación. El concierto del genial Baptiste Trotignon en Gasteiz fue, desde el principio, un cúmulo de imprevistos que, haciendo honor a la cita de Balliett, se convirtió en el recital más apasionante de todo el festival. Para empezar, Trotignon sustituía al trompetista Russell Gunn, cuya cancelación se anunció demasiado tarde y figuraba aún en los programas de mano. Por si eso fuese poco, el avión del contrabajista Thomas Bramerie sufrió un retraso, obligando a músicos y organización a improvisar. Menos mal que esto es jazz, e improvisar es lo suyo. Así, con un cuarto de hora de retraso, Baptiste Trotignon salió al escenario para tocar a piano solo mientras esperábamos a Bramerie. Quienes conocen la trayectoria del pianista francés saben que uno de sus fuertes es la interpretación en solitario. Dos magníficos álbumes en ese formato destacan en su discografía, y los momentos más fulgurantes de su último disco a dúo con Mark Turner, «Dusk Is A Quiet Place» (Naive/Distrijazz), son precisamente en los que el pianista se queda solo, con lo que esa solución de última hora en Gasteiz resultó de lo más providencial. Porque, qué maravilla. Trotignon, uno de los pianistas europeos más fascinantes de su generación, es un portento de musicalidad y dominio de las dinámicas, además de un gran técnico del instrumento. En solitario sus virtudes se acentúan, mostrando un músico de jazz total: compositor, improvisador e intérprete. Su herencia clásica se entremezcla con influencias variadas, un lenguaje que viene de muchos sitios diferentes para confluir en la personalidad única del francés. Cuando por fin salieron al escenario Bramerie y el norteamericano Greg Hutchinson, ambos asiduos colaboradores del pianista, nos dimos de bruces con un trío extraordinario. Atacaron directamente un puñado de originales de Trotignon, enlazándolos con naturalidad y llevándonos de un territorio a otro, con los tres músicos sobrevolando las composiciones como sólo los grandes lo hacen. La química del trío es asombrosa y, su música, orgánica y sofisticada. La sensación que quedó tras el concierto fue rotunda e indiscutible: uno de los conciertos del año.