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Nafarroa se encamina a las elecciones

Barcina capitaneará al régimen tras esquilmarlo

Nafarroa retoma la actividad política con las elecciones en el horizonte. Por primera vez, los números podrían no salirle al bloque UPN-PSN-PP, lo que supondría el final del régimen. Y su baza para esta batalla tan compleja vuelve a ser Yolanda Barcina, el icono del desplome.


Aunque Barcina se ganó el liderazgo del partido en unas primarias internas y por la mínima, podría decirse que este viernes se autoproclamó candidata del régimen navarro por la vía del aplastamiento. No le queda un rival sano. En todas las caídas de los otrora prohombres del régimen (independientemente de su pertenencia a cualquiera de los tres partidos políticos que sustentan el status quo foral: UPN, PSN y PP) ha sido Barcina quien movía los hilos. Y a plena luz.

Tanto escándalo vinculado a la corrupción (Caja Navarra, caso Egues, caso Goicoechea, la deuda de Osasuna...) no se conocía desde que cayeron los gobiernos del PSN con Javier Otano y Gabriel Urralburu a la cabeza. Y sin embargo, Barcina se ha mantenido, aparentemente, incólume, viendo rodar el resto de cabezas. Sus momentos más bajos los vivió por su imputación en el caso de las dietas de Caja Navarra (de la que fue salvada, in extremis, por el Supremo) y durante el pulso con Alberto Catalán en el IX Congreso de UPN en la primavera de 2013, que acabó en segundo recuento entre dudas de pucherazo y que finalmente la presidenta venció por solo 76 votos (y gracias al chantaje de que, si perdía, tiraba el Gobierno a la basura).

La victoria dio a Barcina todos los puestos de peso dentro del partido (toda la Ejecutiva, la Comisión de Garantías...). Y ahora es ella quien tiene todo el poder para decidir quién irá en las listas. La disidencia interna ha quedado reducida a cero. Y este viernes en Cadreita, cuando anunció a los suyos que será ella quien pelee por la Presidencia, Barcina dejó claro que exige obediencia ciega: «Es hora de liderazgos fuertes», advirtió.

La presidenta se confirmó como la candidata del régimen después de sobrevivir a la crisis del «caso Goicoechea». Idoia Nieves, la exgerente de Hacienda, se desinfló cuando tuvo que repetir sus acusaciones hacia la consejera de Economía en la comisión de investigación. La oposición confió en que el PSN se atrevería a un adelanto electoral y el presidente de la comisión investigadora (Juan José Lizarbe, también del PSN) permitió que el Gobierno no aportara la documentación necesaria. El fracaso, al final, resultó doble: ni elecciones, ni más pruebas de corrupción. Tan escaso fue el nivel de indagación que la comisión se cerró sin que se conociera cuál era la deuda de Osasuna y qué tratamiento fiscal se le había dado (pese a que esta era una de las principales causas de la dimisión de la jefa de Hacienda). El equipo de fútbol iruindarra tuvo que descender para que la ciudadanía supiera que a las arcas públicas les faltan 47 millones y que resulta muy posible que nunca se lleguen a ver. Al final, UPN estaba jugándose la quiniela más cara de la historia y el Parlamento no logró enterarse.

UPN y PSN diseñaron una comisión así porque el partido no se disputaba en Iruñea, sino en Madrid. Durante esa última gran crisis, volaron las encuestas de intención de voto. Los más interesados eran UPN y PSN, cuyos parlamentarios (particularmente, Carlos Salvador) se dedicaban a difundirlas entre los círculos de poder para frenar el adelanto e incidiendo en el efecto que tendría para las europeas. Hubo hasta una cena en dependencias reales de potentados navarros que pidieron a Felipe de Borbón que tomara parte para evitar la caída del régimen. Él les dijo que no podía, pero les invitó a despreocuparse y garantizó que Ferraz abortaría la misión. Acertó.

La caída de su último rival: Sanz

Barcina, rescatada por Alfredo Pérez Rubalcaba en un último gesto hacia la unidad española, aguantó. Y al resistir, se impuso a todas las voces que le seguían tosiendo. Más concretamente, con quien acabó fue con Miguel Sanz, y de rebote, con Roberto Jiménez. El expresidente, a quien une una estrecha amistad con Jiménez, pidió a Barcina que tirara la toalla diciendo que el órdago del PSN era cierto y que Nafarroa iba derecha al adelanto electoral. Al día siguiente, se supo que todo era mentira y que Sanz solo quería que Barcina se marchase y así volver al tándem UPN-PSN con su amigo Jiménez. Sanz ni siquiera acudió el viernes a la cena de Cadreita. Hubiera sido complejo elegirle mesa.

El gran farol del PSN evidenció que Madrid está con ella. Además, Barcina ha demostrado moverse con enorme soltura por los círculos económicos y políticos más importantes del país. Es harto conocido que tiene un hilo directo con Dolores de Cospedal y que, pese a que su amigo Pedro J. Ramírez se apartó de «El Mundo», la caverna mediática la adora. Cuando Barcina dijo a los suyos que estas elecciones serán «trascendentales para Navarra y para España» es porque sabe que el Estado (con todo lo que eso puede llegar a implicar, que ya se verá) remará a su favor. Barcina se proclamó candidata en Cadreita, pero la bendición la obtuvo en Génova y Ferraz.

Acabado Sanz, el aparato de UPN volvió a hacer encuestas, cuyo resultado no se ha conocido públicamente hasta hace días. Pero «Diario de Navarra» lo ha sacado a relucir tres veces en la última semana, allanando así el camino al anuncio de la candidatura de Barcina. Engordado o no, da a UPN 19 escaños con ella a la cabeza. Unos resultados que pintan como estupendos tras una legislatura caótica y que han servido para decir que hasta los números quieren a la burgalesa al frente de la lista. Y pese a todo, 19 escaños no sirven de nada, porque se necesitan 25. Que UPN se lance a las elecciones sabiendo que no tiene mayoría es la prueba palpable de que Barcina no es la baza de UPN, sino la gran baza del régimen y de que parte con la seguridad de que el PSN responderá, como siempre hace, a su llamada.

En la casa del PSN, el «caso Goicoechea» provocó una escabechina. Jiménez fue listo y se buscó una silla en Ferraz, desde la que verá los toros desde la barrera. Juan José Lizarbe prometió que, esta vez sí, dejará el Parlamento. Y, para colmo, las que parecían que iban a coger la alternativa (María Chivite y Elena Torres) no tuvieron mejor idea que apostar por Eduardo Madina y de delanteras han pasado a banquillo. En definitiva, que el PSN es un erial. Y de erial... ha pasado a gallinero, porque como no convence nadie brotan candidatos como setas (Javier Remírez, Santos Cerdán, Maite Esporrín...). En ese río revuelto que es la línea oficial podrían pescar los críticos, que parece que apostarán por su nombre de más peso: Amanda Acedo. Se ha empezado a rumorear que quizá pudieran echar una mano a Acedo la Agrupación de Iruñea (la más importante), que lleva enfrentada a Jiménez algún tiempo. Más parece una amenaza para reclamar cotas de poder que una disidencia real.

El batiburrillo de PSN y PP

El problema del PSN es que tiene ya muy poco crédito, tras presentarse tres legislaturas consecutivas prometiendo cambio para después apuntalar a UPN en el poder a cambio de colocar a los suyos en diversos puestos de mando: mancomunidades, empresas públicas, etc. El crédito que le queda es muy poco y están por ver sus resultados en Erribera (que se rige hasta ahora por división de voto «a la española», es decir, UPN, PSN y voto residual a IU o Podemos si logra cuajar).

En el PP tampoco levantan cabeza. Tienen cuatro escaños que no sirven de nada. Su primer presidente, Santiago Cervera, vio su carrera política arruinada por Barcina (que le hizo caerse de la lista de posibles ministros) y después se estrelló con el escándalo del sobre en la muralla. Su sucesor, Enrique Martín, decidió marcharse porque Cospedal hablaba con Barcina y a él ni le recibía. Ahora gestiona Pablo Zalba, nombrado desde Génova tras la última crisis, pero que quiere volver a Bruselas a su escaño de eurodiputado. Zalba teme, además, que la concentración del voto por miedo al cambio puede hacer mucho daño a sus siglas. Por eso pide a Barcina ir en coalición y ni siquiera anuncia a su candidato. Pero la presidenta, de momento, ni se digna a contestarle.

Y pese a su liderazgo sobre todas las fuerzas que buscan que todo siga igual, Barcina no gusta a muchos de los suyos. En tres años, ha dejado una hilera muy larga de cadáveres políticos, la sombra de la corrupción aún le persigue, el peso de los recortes es enorme y las relaciones con el PSN siguen tensas diga lo que diga Ferraz. En el fondo, no es ningún secreto que Barcina sigue, sobre todo, porque no tienen nada mejor.

Las listas

En el último Congreso de UPN, con una victoria pírrica Barcina copó todos los cargos y eso le permite ahora elegir ella sola las listas al Parlamento. Es un control absoluto y la disidencia sabe que, si se queja demasiado, se puede quedar fuera.

Los problemas de Zalba

Pablo Zalba tiene la difícil tarea de arreglar un PP descompuesto por la marcha de Enrique Martín. Es tanto su miedo a que el voto de derechas se concentre por miedo al cambio que prefiere coaligarse con UPN que presentarse con sus siglas.

PSN, hecho un barullo

El PSN quedó tan hecho trizas después de la crisis del «caso Goicoechea» que no se sabe quién tomará las riendas. Las hasta ahora favoritas apostaron por Eduardo Madina y la división aumenta las posibilidades de que el sector crítico sorprenda.