2014 IRA. 28 Derbi en San Mamés Diez horas codo con codo y noventa minutos frente a frente Bilbo y Eibar, el Botxo y el Botxito, se dieron ayer la mano. Durante doce horas bilbainos y eibarreses disfrutaron codo con codo de una jornada de fiesta. Hasta hora y media antes de la medianoche, cuando se colocaron frente a frente y los amigos pasaron a ser rivales. Amaia U. LASAGABASTER Hay poco más de cuarenta kilómetros entre Bilbo y Eibar. Y no son pocos los eibarreses que, a diario o más ocasionalmente, se desplazan a la capital vizcaina por estudios, trabajo o simple placer. Pero ninguno lo había hecho para disfrutar de un derbi de Primera. Ayer era día de estreno. El primero de una larga lista, esperan los aficionados azulgranas. Pero también los rojiblancos, que lo pasaron en grande a lo largo de toda la jornada con el mejor ambiente que puede deparar un encuentro como el de anoche. Quizá porque se encontraron con la horma de su zapato. Es difícil encontrar a alguien más orgulloso de su origen..., excepto, posiblemente, un eibarrés. Se notó en el intercambio de puyas. El «Eibar es un barrio de Bilbo» se encontraba rápidamente con otra tonadilla habitual, «el eibarrés es como el bilbaino pero con cincuenta euros más en el bolsillo». Cuando la conversación derivaba hacia el deporte, tampoco se quedaban callando los visitantes, pese a su exiguo historial en la elite, sobre todo en comparación con el de su anfitrión. El único enfrentamiento previo entre ambos equipos, saldado dos años antes con la eliminación copera del Athletic, o la actual situación de ambos en la clasificación salieron a relucir en más de una ocasión. Claro que a los bilbainos tampoco les faltaba la réplica. Una mención a la Champions y asunto zanjado. Y si se agotaba el repertorio de bromas a costa del rival, siempre quedaba recurrir al enemigo común -imagínese cada uno el que quiera-, que pocas cosas hay en este mundo que unan más. Entre bromas, cánticos, intercambios de bufandas y hasta competiciones de sokatira y txingas fue pasando el día. Y caldeándose el ambiente, con la colaboración del viento sur. Y de los espirituosos y destilados, claro. Con el paso de las horas, la calle fue llenándose de franjas rojiblancas y azulgranas y el ambiente trasladándose del Casco Viejo a Pozas. Esperaban el partido con ganas los aficionados locales, como siempre lo hacen. Aunque también con un deje de preocupación por la situación de su equipo, que poco tenía que ver con el ánimo de la hinchada armera, embriagada por la ilusión propia de las primeras veces, y ante la que sus anfitriones sonreían con la ternura del hermano mayor. Así fue durante toda la jornada. Desde mediodía, cuando arribaron a Bilbo los primeros eibarreses, hasta poco antes de las diez, cuando a un San Mamés todavía silencioso, fueron entrando los aficionados de uno y otro equipo. Expectantes unos, admirados otros, deseosos todos de disfrutar durante la hora y media posterior.