Yo recomendaría prudencia

(...) A medida que pasan las horas me parece que se van esbozando movimientos en apariencia contradictorios, pero sobre todo creo que la gente empieza a asumir el cambio repentino de situación. Necesitaremos un cierto tiempo para saber hacia donde evoluciona todo.

Y por eso, a estas alturas, me limitaré a pedir prudencia a todos. No puedo decir nada más. Porque estoy convencido de que hoy ninguno de nosotros, ni el propio presidente Mas, puede saber en que acabará convirtiéndose el 9-N. Simplemente es imposible saberlo.

Cuando hay un proceso revolucionario, como lo es el actual, los pequeños detalles, las situaciones anecdóticas, de pronto pueden convertirse en volcanes en erupción (...). Recuerden, por ejemplo, sin ir más lejos, Arenys.

La consulta de Arenys de Munt habría podido pasar desapercibida. Nadie lo sabía, cuando la convocaron. O podría haber sido una más de las muchísimas iniciativas que se han multiplicado en todo el país y han quedado olvidadas por el paso del tiempo. Y, sin embargo, aquel referéndum se convirtió en la piedra angular sobre la que se ha construido el proceso de independencia. ¿Era previsible? No. ¿Pasó? Sí. Sabemos el cómo y el porqué de aquella manera...

No digo que el 9-N esté condenado a convertirse en un éxito. Tampoco que será un fracaso. Solo digo que no descartaría ninguna posibilidad en el momento en que estamos. Porque es obvio que no es igual que vaya a votar solo un millón de personas a que vayan tres. O que no es igual que el Gobierno español lo tolere a que envíe a la Guardia Civil a retirar las urnas. No es igual que la prensa internacional se lo tome como un referéndum de verdad a que lo observe como una broma. No es igual que haya observadores internacionales validándolo a que no los haya. Y como esto tantas cosas...