2014 AZA. 14 «Ir a Inglaterra... eso es ir abajo» Beñat ZARRABEITIA Periodista Se cumplen 25 años del cese de Howard Kendall. Un técnico que más allá de los irregulares resultados obtenidos dejó una profunda huella en el club y la ciudad. Su salida entre lágrimas y con el equipo con uno de aquellos extintos puntos positivos en su casillero, es recordada por su implicación y la evidente falta de rumbo que tuvo la entidad durante casi un cuarto de siglo. Kendall es uno de los diez mejores entrenadores ingleses de la historia: con el Everton fue doble campeón de Liga, vencedor también de FA Cup en 1984 y de la Recopa en 1985. Sin embargo, los toffes fueron los grandes perjudicados por el veto a los equipos de la Isla tras la masacre de Heysel. Un técnico de reconocido prestigio que decidió venir a Bilbo -justo antes de la opa hostil del Barcelona sobre el fútbol vasco- para reconducir la nave rojiblanca, aun convulsa tras la traumática ruptura entre Clemente y Sarabia y las salidas de Salinas y Zubi. Kendall renovó el equipo, realizando la transición del equipo de los títulos a la que sería base de primeros de los noventa compuesta por Alkorta, Garitano, Mendiguren, Lakabeg o el actual presidente Josu Urrutia. Escuchó cantos de sirena de la selección inglesa para sustituir a Robson -estuvo cerca de entrenar al Athletic en 1979-, un Manchester United que entonces dudaba de Ferguson, el Newcastle o Barça, pero siguió con los leones. La afición le recordará por su cercanía, simpatía, implicación, arraigo y dos frases que marcan época, su optimista «UEFA posible» y la de su despedida: «Ir a Inglaterra... eso es ir abajo». Forma parte de ese cordón umbilical que une a los prestigiosos entrenadores foráneos que han dejado su granito de arena en la evolución del Athletic y su estilo. Una línea discontinua pero complementaria compuesta por Mister Pentland, Daucik, Ronie Allen, Pavic, el propio Kendall, Heynckes, Luis Fernández y Bielsa. Otros como Senekowitz o Stepanovic salieron rana. Desde el cese de Clemente hasta la llegada del argentino, quitando breves periodos de éxito deportivo, el club vivió inmerso en permanente incapacidad para adaptarse a los nuevos retos que presentaba el mundo del fútbol. Y lo hizo fundamentalmente debido a los repetidos errores de gestión de una endogámica casta directiva que se perpetuó en Ibaigane. Ahora, con el listón de exigencia y la autoestima de nuevo en su sitio, es el momento de recordar a aquellos que como Kendall se impregnaron de lo mejor del club.