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CRíTICA: «Mr. Turner»

Mike Leigh se identifica con el rudo pintor romántico


P uede que «Mr. Turner» sea una película incómoda para el espectador, pero en última instancia satisfactoria, porque demuestra que a menudo se llega a la verdad por el camino más pedregoso o bacheado. Y con esa intención Mike Leigh rompe con las convenciones del cine de época, aplicando a la ambientación decimonónica un tratamiento naturalista, que es el mismo que utiliza en sus películas de temática actual. Se trata de un realismo tosco, que le va muy bien al personaje histórico del pintor Joseph Mallord William Turner, que pertenecía a la escuela romántica pero era un tipo muy rudo en sus modales. Sin embargo, a pesar de su apariencia vulgar poseía una especial sensibilidad que le llevó a obsesionarse con el reflejo de la luz en sus cuadros, adelantándose al impresionismo y a la abstracción, hasta el punto de que en su etapa postrera ya no se distinguían las formas o los objetos.

La técnica puesta al servicio de la cámara naturalista hace maravillas, y Mike Leigh ha descubierto con «Mr. Turner» las muchas ventajas de la imagen generada por ordenador. Gracias a los efectos digitales ha podido filmar los famosos ocasos y amaneceres turnerianos en toda su gama de ocres, logrando que los colores del paisaje y la textura de la pintura se fundan en un todo, magistralmente fotografiado por Dick Pope. Por algo se tardó tanto tiempo en levantar esta película, que al final ha sido la más cara de cuantos ha hecho Mike Leigh, con un coste de 10 millones y medio de euros.

Pero el protagonismo de la pintura no sería nada sin la presencia del autor que la creó, y la caracterización que hace Timothy Spall de JMW Turner es arrolladora. Para disfrutar de su interpretación en los muchos matices que contiene es necesario una vez más ver la versión original, ya que el actor se expresa mediante balbuceos y gruñidos, que van a más a medida que el personaje envejece. Spall siempre suele ser el alter ego de Leigh, y aquí le permite identificarse como artista con el más grande de los pintores ingleses de todos los tiempos, sin por ello dejar de desmitificarlo y de humanizarlo.