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Los Saud zanjan la sucesión con el cadáver del rey Abdallah aún caliente

Muerto el nonagenario y enfermo rey Abdallah, la dinastía de los Saud se ha apresurado a presentar los nuevos nombramientos, en un intento de limitar el riesgo de divisiones internas en un contexto de grave crisis nacional y regional. Su sucesor, el nuevo rey Salman, no esperó al rápido entierro de su antecesor para anunciar los futuros relevos en la línea sucesoria de una gerontocracia que busca garantizar su futuro como la primera teocracia del mundo.


El rey saudí Abdallah falleció en la noche del viernes a una edad aproximada de 90 años (no se conoce su fecha exacta de nacimiento) tras largos años de enfermedad, agravada desde el 31 de diciembre con una neumonía. Ya tiene sucesor en el trono de la principal satrapía del Golfo Pérsico y primera potencia petrolera mundial.

Su hermanastro y príncipe Salman, quien con alrededor de 79 años sufre asimismo problemas de salud -operado de una hernia discal, rumores apuntan a que sufre demencia senil-, insistió en su primer discurso tras subir al trono en garantizar una política continuista respecto a su antecesor, que fue enterrado tras los rezos del mediodía de ayer viernes, tapado solamente con un sudario y en una tumba sin nombre junto a la mezquita del Imam Turki de Riad. Sus exequias concluirán hoy con la presencia de la flor y nata de las cancillerías mundiales.

«Continuaremos, si Allah quiere, manteniendo la senda recta que este país ha caminado desde su establecimiento por el difunto rey Abdelaziz Ibn Saud y, después de él, por sus hijos», señaló el nuevo rey, en referencia al fundador de la dinastía de los Saud. En una muestra de celeridad que se interpreta como un intento de aplacar disensiones y riesgos de inestabilidad en un contexto de grave crisis regional, el nuevo rey saudí Salman designó a un nieto de Abdelaziz, Mohamed Ben Nayef, como segundo en la línea de sucesión tras el príncipe heredero Muqrin bin Abdelaziz, hermanastro pequeño de Salman y de Abdallah, quien antes de morir ya había ordenado que Muqrin debía suceder a Salman.

Atajando rumores

Con estos rápidos nombramientos, el rey Salman ha actuado de forma decisiva para cesar las especulaciones sobre la dirección de la sucesión real y las divisiones en el seno de la familia gobernante y garantiza así una sucesión ordenada en esta geron- tocracia teocrática.

Todos los reyes saudíes desde la muerte en 1953 de Ibn Saud han sido sus hijos y el paso hacia la siguiente generación había hecho planear la perspectiva de una lucha de poder palaciega. El rey Salman ha designado a su propio hijo, Mohamed bin Salman, como ministro de Defensa y jefe de la Casa Real.

Ibn Saud, el origen de cuya dinastía se remonta a la alianza en 1745 de su antecesor y señor del desierto de Arabia Mohamed Ibn Saud con el fundador de la corriente rigorista wahabita Mohamed Ibn Abdel Wahab, es el fundador de Arabia Saudí sobre las cenizas del imperio otomano. El régimen de los Saud combina su imperio petrolero (los primeros pozos se descubrieron en 1938) con el control de las ciudades santas de La Meca y Medina, desde las que mantiene una posición de padrinazgo sobre el mundo musulmán.

Para consolidar su autoridad, Ibn saud multiplicó sus casamientos con las hijas de jefes tribales. Tuvo 45 descendientes.

Tras su muerte en 1953 fue sucedido por su hijo Saud, destituido por corrupción y mala gestión en 1964. Le relevó su hermanastro Faycal, oficialmente ejecutado por uno de sus sobrinos, un «desequilibrado».

Le sucedieron Jaled y Fahd, quien sufrió en 1995 un ataque cerebral y fue sustituido entonces, y oficialmentte 10 años después, por el recientemente fallecido rey Abdallah, quien era el hijo número 13 del fundador de la dinastía de los Saud. El nuevo rey Salman (hijo número 25 de Ibn Saud) fue designado príncipe heredero en 2012 y relevó desde entonces a Abdallah en la arena internacional. La dinastía de los Saud cuenta con 25.000 miembros. 200 de ellos son príncipes y controlan la cúspide del poder en la primera teocracia del mundo.

No se esperan cambios, más allá del relevo de turbantes

Muerto el rey, se ha abierto la espita sobre posibles cambios de estilo de sus sucesores. Por de pronto, su hermanastro y sucesor Salman no parece en condiciones de imprimir cambios, y no solo por su estado de salud. El nuevo rey es presentado como un árbitro entre las distintas familias con sus intereses que componen el amplio pero exclusivo clan de los Saud. Y esa sería su virtud, la de ser un mediador.

Tampoco podría, habida cuenta de que fue atado en corto por el difunto Abdallah, quien le impuso a Muqrine Bin Abd como heredero en 2012. Hay quien presenta a Muqrine como menos conservador, pero a su vez estará atado en corto tanto por el rey Salman como por el recién nombrado segundo en la línea de sucesión, el príncipe Mohamed Ben Nayef, quien es considerado un halcón.

Los analistas apuntan a una continuidad, más allá de matices, de las líneas maestras de la política de los Saud. Estos mantendrán su alianza con EEUU -de interés mutuo- pese al enfriamiento de las relaciones por las negociaciones nucleares de Washington con Teherán, principal rival histórico de Arabia Saudí y en plena guerra entre suníes y chiíes. Ello no impedirá a Riad intentar diversificar sus relaciones ampliándolas a la nueva Rusia y sobre todo a China como gran consumidor mundial de energía.

Arabia Saudí seguirá siendo el paladín de la contrarrevolución árabe (en Egipto, Yemen, Túnez...) pero tendrá crecientes problemas para financiarla por la necesidad de concentrar recursos para paliar el malestar social creciente en el país. Mantendrá asimismo la represión contra los que exigen cambios internos, desde una perspectiva liberal o más rigorista aún.

Tampoco se esperan cambios en la decisión saudí de mantener la producción de petróleo pese al desplome de precio. D.L.