Ramón Sola
Madrid

Otegi indica al Estado que los hechos les dan la razón y que debe adaptarse

El juicio del «caso Bateragune» arranca con un intenso debate entre Arnaldo Otegi y el fiscal. El político preso explica la realidad del cambio de estrategia y considera que «buscar desesperadamente a ETA» solo muestra su debilidad.

La primera y la última frase de Arnaldo Otegi en el interrogatorio fiscal enmarcan perfectamente lo que ha ocurrido en esas dos horas. Otegi ha arrancado con una admisión de que el juicio del «caso Bateragune» no tenía buena pinta: «Si impulsar una estrategia de corte sólo pacífico y democrático es delito, entonces somos culpables». Pero tras vapulear la tesis fiscal con todo tipo de reflexiones, datos políticos y detalles personales, Otegi ha concluido espetándole a Vicente González Mota: «Usted ha defendido aquí su tesis y yo la mía, pero entre las dos hay una diferencia: en estos dos años ha pasado lo que yo digo, no lo que dice usted». Y lo que ha pasado es que Arnaldo Otegi y el resto de personas juzgadas han liderado un cambio radical de estrategia en la izquierda abertzale y lo han hecho de modo autónomo, según han explicado a los jueces seis de ellos.

Las más ocho horas de este primer día de juicio han supuesto un repaso más minucioso que nunca de todo este proceso, y en el que han aparecido varios datos nuevos, sobre todo por boca de Otegi, que ya ha avanzado de entrada que iba a ser muy sincero. Con ánimo de organizar y simplificar la cuestión, ha explicado que iba a matizar varias cosas, pero que solo negaría una («no compusimos Bateragune ni participábamos en una estrategia político-militar») y que, por contra, confirmaría y ratificaría muchos aspectos, relativos a su actividad política y a su impulso al cambio de estrategia.

«Lobby» por un debate interno

Como ejemplo de que Otegi iba a pecho descubierto, no le ha importado admitir que en su día también aceptó o defendió la validez de la lucha armada dentro de un contexto de conflicto político. Sin embargo, ha explicado que, sobre todo tras el final del último proceso negociador, ha llegado a la conclusión de que «lejos de solucionar los problemas, la utilización de la violencia o la amenaza de ella en conflictos políticos los enquista».

Esa fue la reflexión que derivó en una nueva apuesta, gestada con una amplia labor pedagógica para ganar voluntades entre la izquierda abertzale. Situó en la punta de lanza a dirigentes de su generación como Rafa Díez y Rufi Etxeberria, pero poco a poco el círculo se fue ampliando. Por ejemplo, con jóvenes como Sonia Jacinto y Arkaitz Rodríguez, que ha trasladado al tribunal que habló con Otegi en un bar de Elgoibar tras salir este de prisión en 2008 y coincidió con su apuesta por una estrategia pacífica y democrática. Rodríguez ha dicho que esta idea fue calando progresivamente «como una mancha de aceite».

La sesión ha estado jalonada de confesiones personales muy significativas. Así, Otegi ha explicado que en ese momento le asaltó una «duda existencial»: si sus convicciones no serían producto de que con el paso de los años «hay menos testosterona y mas oxitocina». Ha indicado que por eso quiso contactar con muchos jóvenes -también otra acusada, Miren Zabaleta- y descubrió que compartían sus tesis, «pero encima con más energía».

Todo ese movimiento se fue desencadenando desde otoño de 2008, y creció en invierno y primavera de 2009 a partir de «contraste continuo», según ha remarcado Rafa Díez Usabiaga. En marzo, catorce personas referenciales ofrecieron una rueda de prensa en Donostia que simbolizaba los nuevos tiempos.

Pero todos eran conscientes de que hacía falta un debate interno potente en la izquierda abertzale -«el gran debate», lo llamó Díez-, y se pusieron manos a la obra. Para ello, en agosto de 2009 hubo reuniones en la sede de LAB, por la facilidad logística que ofrecía. Las FSE dicen que en realidad eso era un grupo orgánico llamado Bateragune y encasillable como dirección de la izquierda abertzale ilegalizada, y por eso pide diez años de cárcel. Por contra, los acusados explican que conformaban «un grupo informal y abierto», «una corriente de opinión», «un lobby» o simplemente «un grupo de militantes inquietos», sin más interés que tratar de cambiar el rumbo de la izquierda abertzale.

El 13 de octubre de 2009, cuando el debate ya estaba lanzado «y la columna vertebral de la Declaración de Altsasu hecha», las FSE entraron en la sede de LAB, detuvieron a quienes hallaron allí y abrieron este sumario que se juzga dos años después. Dos años en los que han pasado muchas cosas.

Posición ante ETA

Para acusarles, la Fiscalía echa mano de documentos incautados a ETA y con los que intenta presentar que todo este proceso lo gestó la organización armada. También de algunos viajes a Ipar Euskal Herria que los acusados no ocultan, pero que fueron hechos de modo público y normal con el objetivo de hablar con militantes de Batasuna del otro lado de la muga. Otegi ha reconocido que sabía que corría un riesgo porque tenía prohibida tal cosa, pero que lo asumía porque «quería ganar el debate».

Al hilo de ello, las defensas pusieron sobre la mesa que frente a su documento estratégico apareció una segunda ponencia alternativa: ‘Mugarri’. Otegi ha destacado que en ella se apostaba por continuar con una estrategia político-militar y que por tanto era «radicalmente distinta a la nuestra», y Díez Usabiaga ha remarcado que ni siquiera fue debatida por las bases.

Llegados ahí, Arnaldo Otegi tampoco se ha mordido la lengua, y ha indicado a la sala la diferencia entre uno y otro planteamiento: «ETA pensaba que era posible acumular fuerzas manteniendo la lucha armada y nosotros pensábamos que no». Y ha hecho ver a los tres jueces que al fin y al cabo se trata de una cuestión de lógica: «Los independentistas necesitamos ser cada vez más, y eso es incompatible con la lucha armada».

Ha trazado incluso la hipótesis de que se creara un polo independentista con la ayuda de un parón de ETA y que luego ésta volviera a atentar: «No sólo sería un suicidio político para nosotros, sino que estaríamos quemando un instrumento que se está comprobando que es vital, con magníficos resultados que mejorarán con el paso del tiempo». Y lo ha remachado así: «Nosotros tendremos muchos defectos, pero también una virtud, que es la honestidad revolucionaria: nosotros no le metemos a nuestro pueblo en semejante embarcada».