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No todo es posible con violencia, por Iñaki Soto

La Ertzaintza dejó claro ayer de madrugada que sin violencia no se pueden hacer cumplir leyes injustas. Por el contrario, los jóvenes vascos, comenzando por los ocho perseguidos, han mostrado que sin violencia muchas cosas son posibles.

La Ertzaintza dejó claro ayer de madrugada en Donostia que sin violencia no se pueden hacer cumplir leyes injustas. Ellos, al menos, no saben hacerlo. Tampoco el PNV, inventor del mantra de «sin violencia todo es posible», que llegada la hora ha demostrado que ese lema se refería al resto, no a ellos mismos.

Por el contrario, Imanol Vicente, Nahikari Otaegi, Ekaitz Ezkerra, Aitor Olaizola, Adur Fernández, Oier Lorente, Mikel Arretxe y Egoi Alberdi han demostrado que sin violencia muchas cosas son posibles. Los jóvenes condenados por pertenecer a Segi decidieron resistir pacíficamente a una condena injusta. Tal y como hacían antes de ser detenidos, torturados y encarcelados, su labor ha sido pública, política. Y humana, muy humana, cabe añadir. Con su compromiso, con su propuesta táctica y estratégica y con la solidaridad de las miles de personas que durante estos días les han arropado, han vuelto a demostrar que su lucha es política y que el Estado no los condena por los medios utilizados (que tal y como describe la sentencia del Supremo son reuniones, movilizaciones, tenencia de libros y documentos...), sino por los objetivos que persiguen: la independencia y el socialismo. Unos objetivos tan legítimos como cualquier otro que sea democrático, tan legítimos como la violencia que en abstracto corresponde al Estado (también le corresponderá al nuestro cuando lo logremos), que sin embargo en este caso concreto utiliza para intentar que esos objetivos democráticos no se puedan lograr. Esto está cada vez más claro para más gente en este país, lo cual ya es un avance sustancial en este camino.

Una cosa es reivindicar la necesidad de sacar a los presos políticos cuanto antes y otra pensar que en este país no vaya a haber presos políticos en adelante. Los habrá, en la medida en que se articule una estrategia eficaz hacia la independencia que el Estado responderá con mayor represión. Lo uno no quita lo otro. Algunos pensaron que la nueva estrategia era una rendición, que no se asumían las consecuencias de la lucha. Pues no, tal y como demuestra que algunos de los promotores de ese cambio estén en prisión hoy en día.

A ellos y a todos sus compañeros dispersados por decenas de cárceles en los estados español y francés se le suman desde hoy estos jóvenes. No se ha podido evitar que los encarcelen. Pero sí se ha logrado que su encarcelamiento adquiera el pleno sentido político que tiene su lucha, la lucha por el derecho a ser pueblo, a decidir nuestro futuro libremente. Se ha demostrado igualmente que con violencia la Policía puede detener y entregar a las autoridades españolas a jóvenes que no han cometido otro delito que hacer política, pero no puede acallar una demanda de justicia, democracia y libertad cada vez más atronadora. Y se ha logrado además dar un paso de gigante para que a través de ese muro ciudadano, cada vez más alto, cada día más inexpugnable, en este país quede en evidencia quiénes buscan la libertad y quiénes la quieren ahogar, y también quiénes ejercen de brazo ejecutor en esa innoble labor.