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Cables de Wikileaks

Según cables diplomáticos de la secretaría de Estado de EEUU publicados por Wikileaks y analizados por NAIZ, la diplomacia estadounidense, con Henry Kissinger al mando, defendió a toda costa al régimen franquista tras las últimas ejecuciones de la dictadura. El objetivo, confeso, era garantizar como fuese una transición «deseada e inevitable».

Tumba de Jon Paredes ‘Txiki’ en el cementerio de Zarautz. (Juan Carlos RUIZ/ARGAZKI PRESS)
Tumba de Jon Paredes ‘Txiki’ en el cementerio de Zarautz. (Juan Carlos RUIZ/ARGAZKI PRESS)

27 de setiembre de 1975. Los militantes de ETA Juan Paredes Manot ‘Txiki’ y Ángel Otaegi son fusilados junto a los militantes del FRAP José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz y Humberto Baena. Poco después, un mensaje sale de la embajada estadounidense de Madrid rumbo a la secretaría de Estado de EEUU, encabezada en aquel entonces por Henry Kissinger. El oficial de la embajada califica de «interesante» la forma en que la televisión oficial –la única, obviamente– dio la noticia, ya que destaca que tras las declaraciones del entonces ministro de Interior, José García Hernández, el noticiario ofreció una pieza sobre el progreso de las negociaciones entre EEUU y España para el establecimiento de una nueva base militar.

De hecho, el mensaje acaba pidiendo que se informe al portavoz del Departamento de Estado de que «es posible que algunas preguntas (de los periodistas) intenten establecer que el progreso en las negociaciones de la base es una evidencia del apoyo de los EEUU al régimen de Franco en un momento de represión». Trampa en la que, cabe entender, no debería caer el portavoz.

Es la primera evidencia del doble juego, de sobra conocido a día de hoy, que EEUU practicó con el franquismo hasta el último suspiro del ‘Generalísimo’. Pero no es la única; los miles de cables diplomáticos desclasificados en 2006 y publicados recientemente por Wikileaks dan buena cuenta de ello.

Según la búsqueda realizada por NAIZ, antes y, sobre todo, después de las ejecuciones las embajadas de EEUU en todo el mundo informaron al secretario de Estado del clamor internacional en contra de la pena de muerte a los militantes de ETA y el FRAP. Las protestas fueron notables en Europa Occidental y en países latinoamericanos como México, que llegó a proponer un embargo y la suspensión del Estado español en la ONU –a lo que el régimen franquista respondió prohibiendo las rancheras en las radios–. EEUU se opuso tajantemente a las sanciones al Estado español, utilizando todas las artes de la diplomacia para presionar al presidente mexicano, Luis Echeverría.

Así lo demuestra un cable enviado el 6 de octubre por el propio Kissinger al embajador de EEUU ante la ONU, Daniel Patrick Moynihan, en el que fija la postura estadounidense y ofrece argumentos para exponer ante Echeverría, con quien Moynihan tiene una cita. Kissinger explica que la postura oficial es la de lamentar «el ciclo de violencia que condujo a este trágico desenlace», pero añade: «Francamente, yo creo que la Casa Blanca preferiría no inmiscuirse con grandes detalles en algo que básicamente es un asunto interno español».

Previamente, la embajada en Madrid había informado en diversos mensajes de que «España se ha mantenido en calma, con la principal excepción de las provincias vascas», pese a lo que había advertido: «Las ejecuciones han hecho de los terroristas unos mártires y probablemente contribuirán a un aumento de la violencia. Esto es particularmente cierto en las provincias vascas, donde ETA es vista con cierta simpatía por su defensa de los ‘derechos’ históricos vascos». Del mismo modo, la embajada había asegurado que «las ejecuciones, la nueva ley antiterrorista bajo la que fueron condenados y el refuerzo general de la línea dura del régimen no auguran nada bueno para el fin de la violencia política o para una transición ordenada al príncipe Juan Carlos».

De hecho, el 25 de setiembre un cable desde la embajada francesa ya advertía de los peligros de las ejecuciones y ponía en tela de juicio el papel desempeñado por el entonces príncipe Juan Carlos: «La situación pone a Juan Carlos en una posición imposible. Él mismo no puede disociarse de las actuaciones de Franco sin poner en peligro el acuerdo para su sucesión, por lo que su presente silencio está destinado a dañar su imagen dentro y fuera de España».

Asegurar una transición ordenada

No eran buenas noticias para EEUU, que desde hacía tiempo apostaba por una transición pacífica que no diese lugar a ningún tipo de cambio radical. Así lo demuestra el cable de Kissinger antes mencionado, en el que advierte de que «el aislamiento europeo y del resto del mundo solo estorbaría esa transición, reforzando la posición de la izquierda y la derecha extremas». En toda una lección de diplomacia, Kissinger, premio Nobel de la Paz en 1973, concluye: «Sea lo que sea lo que uno pueda pensar sobre el Gobierno de Franco, las acciones deben dirigirse hacia el objetivo de facilitar la deseada e inevitable transición política, en vez de provocar crisis desestabilizadoras que harían el juego a los extremistas».

Finalmente no hubo sanción alguna para el Estado español y, tal como lo preveía desde hacía tiempo EEUU, la denominada transición se desarrolló en la forma «deseada e inevitable» a la que se refería Kissinger. De la importancia que este apoyo de EEUU tuvo tanto en la transición como en el agónico final del franquismo dan buena cuenta los cables diplomáticos. Uno de ellos, enviado desde la embajada en Madrid el 29 de setiembre de 1975, decía: «La visión del régimen es que mientras tengamos a los EEUU con nosotros, no necesitamos preocuparnos por el resto».