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Iruñea

La Iglesia vasca y el fin del romance entre Franco y el Vaticano

Poco queda por añadir a los ríos de tinta que se han escrito sobre el papel de la Iglesia en el conflicto vasco. Los cables de Wikileaks dan fe de esta estrecha relación, mostrando que EEUU fue consciente del rol jugado por la Iglesia vasca y de las tensiones que creó entre el franquismo y el Vaticano. Crónica, en último término, del viraje de la dirigencia eclesiástica en los últimos años de dictadura.

Fotografía del Obispo de Bilbo, Antonio Añoveros. (www.bizkeliza.org)
Fotografía del Obispo de Bilbo, Antonio Añoveros. (www.bizkeliza.org)

El 18 de junio de 1973, un cable diplomático desde la embajada estadounidense en Madrid daba cuenta de una huelga general en Iruñea. Es el primer mensaje de los cables de Kissinger -mensajes diplomáticos de Estados Unidos entre los años 1973 y 1976 publicados recientemente por Wikileaks- en referirse a la situación en Euskal Herria y desde el primer momento menciona «la ayuda del clero local» a la protesta. De hecho, el embajador asegura que uno de los factores que contribuye al éxito de la huelga «es la actitud de la Iglesia católica que, en el área de Pamplona, contiene algunos de los clérigos más activistas». «En los meses recientes se han dado bastantes casos de clérigos navarros a los que el Gobierno ha intentado sancionar o arrestar por sus discursos en el púlpito; clérigos que han sido defendidos por los obispos navarros», añade.

La presencia del clero vasco en las luchas sociales, laborales y nacionales de aquellos años queda patente a lo largo de todos los cables que abordan la situación en Euskal Herria. También en aquellos en los que se habla de la actividad de la extrema derecha, en los que se menciona a los sacerdotes vascos como víctimas de las agresiones de los grupos ultra, estrechamente vinculados con la Policía del régimen, tal y como abordamos en un reportaje anterior.

El momento estrella de esta relación entre conflicto vasco e Iglesia llega en la cuaresma de 1974, con la homilía del obispo de Bilbo, Antonio Añoveros, en la que, como recoge un cable del 4 de marzo, «pedía una mayor libertad y autonomía para la población vasca». El arresto domiciliario impuesto de inmediato por el Gobierno franquista se convirtió en todo un pulso entre franquismo e Iglesia, convirtiéndose en un episodio hoy en día conocido como ‘caso Añoveros’. «La disputa sobre el obispo Añoveros (…) ha degenerado rápidamente en una de las más serias crisis de la relación entre la Iglesia y el Estado en los últimos años», asegura el embajador en Madrid.

El mismo cable también explica al secretario de Estado los motivos de la homilía que, lejos de ser la postura personal del obispo, reflejan el sentir mayoritario del clero vasco: «La homilía, que en realidad fue redactada por varios miembros del clero vasco y aprobada para su publicación por Añoveros, parece que ha sido el resultado de las intensas presiones del clero vasco sobre su obispo, para que hablase en nombre de los vascos, en un momento en el que medidas represivas bastantes rígidas están en vigor en las provincias vascas».

El embajador tampoco se ahorra una crítica implícita a la respuesta del Gobierno franquista: «Muchos observadores creen que la homilía de Añoveros ha provocado una reacción excesivamente dura por parte del Gobierno. Una fuente dice que si una homilía como esa hubiera sido leída en cualquier otra parte de España fuera del País Vasco, incluso en Cataluña, no habría despertado una reacción tan dura».

Durante los siguientes días el embajador fue emitiendo partes detallados sobre el desarrollo del conflicto, en el que se menciona que «el propio Franco se ha involucrado». Sin demasiadas valoraciones al respecto, el embajador detalla las fuertes tensiones entre el Estado y la cúpula eclesiástica, el nuncio en España, Luigi Dadaglio, y, en último término, el Vaticano. La razón de la disputa: el futuro de Añoveros, al que Franco quería desterrar. En un cable del 8 de marzo se lee: «La actual fase de las negociaciones se caracteriza por la tenacidad de ambos bandos, con el Vaticano -seguido por el episcopado español- rechazando aparentemente la expulsión forzada o el traslado de Añoveros y con el Gobierno no dispuesto a aceptar nada menos. Por lo que parece, el Vaticano ha amenazado seriamente el Gobierno con una posible excomunión, y el Gobierno ha amenazado con cancelar unilateralmente el Concordato de 1953».

Finalmente, como relata el embajador y como ya es sabido, el franquismo tuvo que tragarse el sapo y mantener a Añoveros, no sin antes mandarlo de «vacaciones» -este término también aparece entrecomillado en los cables- y advertir a la Iglesia de que sería necesario renegociar varios aspectos del Concordato. Fue también el golpe de gracia que inició el definitivo divorcio entre el régimen franquista y una Iglesia que, tras haber bendecido el golpe de estado y la dictadura, se preparaba ya para una transición bastante más atada de lo que se creía entonces.

El golpe final fueron los fusilamientos de Txiki, Otaegi y los tres militantes del FRAP, durante los cuales Franco desoyó la petición de clemencia del propio Papa -como desoyó también el clamor de buena parte del mundo-. «La decisión del Gobierno de no prestar atención a las demandas de clemencia del Papa ha añadido nuevos elementos de irritación a la tormentosa relación entre Iglesia y Estado», decía un cable de finales de setiembre de 1975. Menos de dos meses más tarde Franco murió y la Iglesia pudo lucir los galones de un antifranquismo tardío.