Nerea GOTI

Larrabetzu, volcado en la recogida de firmas por la puesta en libertad de Josemi Etxeandia

La solidaridad con el preso de Larrabetzu José Miguel Etxeandia ha desbordado previsiones en su localidad, donde han recogido 962 firmas por su excarcelación. Explicar lo que le ocurre desde la cercanía y hacerlo llegar hasta el último caserío ha servido para constatar la humanidad y el hartazgo ante el discurso de la crueldad en lugar de la solución.

Cerca de un millar de vecinos de Larrabetzu se han pronunciado con su firma a favor de la vuelta a casa del también vecino de la localidad José Miguel Etxeandia, preso en Topas (Salamanca) gravemente enfermo, que ya ha cumplido las tres cuartas partes de la condena. La implicación vecinal llama la atención, porque el numero de firmas recogidas (962), en una localidad que no llega a 2.000 habitantes, representa prácticamente el 90% de los vecinos de más de 16 años.

Sin embargo, detrás de esa cifra hay mucho más que el gesto individual de firmar una petición de cumplimiento de la legalidad, según resaltan participantes en la iniciativa ciudadana que lleva meses trabajando en la dinámica «Josemi etxera!». «Nos preocupa la situación de Josemi, como la de otros presos cuyos derechos se pisotean a diario. Pero cuando además es una persona del pueblo, que conoces, que sabes por lo que está pasando, es mucho más doloroso», resalta Miguel Angel Lekue «Txirri», uno de los integrantes de la plataforma vecinal y amigo personal de Josemi, que ve en esta dinámica «un paso más» en la sensibilización ante la crueldad de la política penitenciaria y la constatación de que «hay mucha gente asqueada con el discurso oficial en los medios, que exige una solución y que apoya esto también por humanidad».

En Larrabetzu era conocida la situación de Etxeandia, pero opinan desde la plataforma que muchas personas nunca se habían puesto en el lugar del preso y su familia, según han comprobado. «La sensibilidad recabada ha sido mayor que la esperada. Gente que no estaba en casa, cuando se ha enterado, ha venido a buscarnos para participar y, en muchos casos, personas mayores nos han pedido firmar», destacan.

En esta respuesta ha tenido mucho que ver la información detallada y ofrecida desde la cercanía. Tratándose de una persona que lleva 20 años lejos de Euskal Herria, «teníamos claro que para pedir el apoyo de los vecinos debíamos explicarles cómo es la enfermedad de José Miguel, a qué se enfrenta en el día a día, cómo se vive eso con las condiciones de vida de la cárcel y a cientos de kilómetros de tu casa... algo nada fácil para su familia», explican.

Por ello, el primer paso fue hacer llegar a los buzones un escrito para informar de la activación de la dinámica popular «para traer a casa a Jose Miguel Etxeandia» y el informe médico realizado por especialistas. Se informó de que Etxeandia, del caserío Morro, es uno de los quince presos vascos gravemente enfermos que siguen recluidos pese a que la ley contempla la excarcelación en estos casos. Explicaron que el larrabetzuarra padece desde hace años trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y hepatitis C.

Con ese diagnóstico, Etxeandia ha pasado por las cárceles de Soto del Real, Aranjuez, Langraiz, Herrera de la Mancha y Burgos, hasta su actual destino en Topas. Su enfermedad está tratada desde el punto de vista farmacológico, pero la clave para su bienestar está en el tratamiento sicoterapéutico. Poco contribuye a mejorar su situación, no ya la privación de la libertad y la reclusión en una celda, sino también el régimen de aislamiento, el trato, la tensión, los continuos traslados y otras políticas carcelarias que están en el extremos opuesto al clima que necesitaría.

En la actualidad, a Etxeandia le permiten visitas de su sicóloga, pero no siempre ha sido así. «La cárcel impone los plazos, el lugar, no se puede hablar en euskara, lo graban todo, está siempre presente una persona de seguridad, la visita de la sicóloga tiene que ser aceptada antes en Madrid...», y así, no hay forma de que se dé el clima adecuado para tratar la enfermedad, ni de que médico y paciente puedan hablar con libertad de multitud de temas, porque no se respetan las condiciones necesarias de intimidad y confidencialidad.

Con esa información acudieron a los vecinos, con la ayuda de un grupo de unas 50 personas que siguieron de cerca la recogida de firmas tanto en el casco urbano, en bloques de viviendas, como en los núcleos más dispersos del municipio, casa por casa. «Aunque siempre hemos percibido el apoyo en el pueblo, ha sido enriquecedor y emotivo que te pregunten cómo se encuentra, que se interesen por cómo vivimos en casa esta situación. Más que el número de firmas, valoramos el impacto que ha generado esta campaña, que el tema esté en la calle y que la gente se involucre para acabar con situaciones como las de Jose Miguel», explica Mayi Pascual, integrante de la plataforma y sobrina del preso larrabetzuarra.

En su doble condición de activista por los derechos humanos y familiar muy unida a Josemi, Mayi confiesa que ha sido difícil abrirse y hablar de la enfermedad en público. Para explicar mejor qué le ocurre a Josemi, su propia sicóloga ofreció una conferencia en Larrabetzu, que fue seguida por un gran número de vecinos, y aún así «hacer pública la información era uno de mis miedos», señala. «De alguna forma, estás desnudando la vida privada de otra persona, pero en esto nos ha ayudado mucho la sicóloga. Es un tema delicado, porque a diferencia de otras enfermedades, alrededor de este tipo de patologías hay muchos estereotipos, falsas creencias... Teníamos claro que lo principal debía ser siempre respetar su intimidad y no hacer nada que pudiera afectarle de forma negativa», explica Pascual. Por eso, el afectado ha estado al tanto de cada paso.

Josemi tiene fijada la fecha de salida en diciembre de 2015, pero en Larrabetzu tienen claro que sigue siendo demasiado para alguien que debería estar libre.