Lo de los cien días es un recurso tan manido como maleable y que va como anillo al dedo a los interesados en atacar a un gobierno cuyo objetivo es, en el caso de Syriza, y debería ser siempre, hacer honor a los compromisos contraídos con los ciudadanos que le apoyaron mayoritariamente.
El Gobierno griego era consciente desde el primer día que iba a ser objeto de una durísima campaña, tanto de sus acreedores (UE, FMI...) como de los eternos deudores de estos últimos: los medios.
Y estos últimos se han centrado en contar los tres meses transcurridos desde el histórico triunfo de Syriza del 25 de enero. Cuando lo verdaderamente decisivo a efectos de la actual negociación con la UE son los que faltan para las elecciones en España, Portugal e Irlanda (los PIGS junto con Grecia). La arrogancia temeraria de Berlín y Bruselas frente a Atenas responde a un cálculo electoral. La UE recela de que un acuerdo con Syriza refuerce la posición de formaciones como Podemos y del Bloco de Esquerda (aliado de Syriza) o incluso del PCP en las elecciones (para estas sí faltan cien días) en España y Portugal.
Todo ello sin olvidar el 25% de votos (primera posición) que las encuestas auguran para Sinn Féin en las elecciones de 2016 en la República de Irlanda.
La UE no solo exige a Grecia que trague con la deuda y siga hundiéndose en la ruina de los «rescates». Quiere cobrarse la deuda política que imputa a los griegos por haberse atrevido a votar a un partido como Syriza. Para que no cunda el ejemplo. Y para imponer la idea de que frente al austericidio solo vale la resignación.