Una semana frente al ruído
El Gobierno municipal de Madrid, encabezado por Manuela Carmena, ha afrontado su primera semana convertido en el blanco de una campaña de acoso. Tras el intento de deslegitimar a sus integrantes toca el ataque a políticas que no ha tenido tiempo de llevar a cabo.

La primera rueda de prensa de Rita Maestre como nueva portavoz del Ayuntamiento de Madrid apenas abordó cuestiones municipales. Ante un cambio tan profundo en el Consistorio, que ponía fin a dos décadas de gobierno del PP, los periodistas prefirieron dirigir su interrogatorio hacia polémicas artificiales antes que preguntar cuáles serán los próximos pasos del nuevo Gobierno. Ruido, mucho ruido, y poco contenido para comenzar una legislatura que será difícil para la exjueza Manuela Carmena, recién elegida alcaldesa. Sin completarse una semana, la aspirante del PP, Esperanza Aguirre, sus satélites mediáticos (que en Madrid son casi todos) y el supuesto aliado de Carmena, Antonio Miguel Carmona (PSOE), se han lanzado a la guerra de desgaste. El primer golpe llegó con el intento de laminar a los concejales poniendo en cuestión su pasado a través de discusiones descontextualizadas. Desde el Ayuntamiento ya asumen que el siguiente paso será tratar de deslegitimar cualquier iniciativa política aunque no haya habido tiempo ni para acomodarse en el despacho. El camino no será fácil.
«La semana ha sido muy intensa. Nos imaginábamos que podía suceder y que nos darían poco tiempo, pero no esperábamos que fuese tan virulento», reconoce a GARA Rita Maestre, portavoz del Consistorio. El zarpazo inicial llegó el sábado, cuando ediles y seguidores todavía estaban celebrando el entronamiento de Carmena en una verbena en las Vistillas, parque emblemático del centro de Madrid. La bola de nieve sobre los tuits de Zapata ya estaba en marcha. Cuatro años antes de ser elegido edil, el escritor y guionista se dejó llevar por el humor negro, soltó algunos chistes en una conversación sobre límites de la libertad de expresión y los amanuenses del régimen se la guardaron. Parecía una chiquillada. Pero no. Quizás por eso, al primer bote, no se le dio importancia. Error. El domingo, la mayoría de portadas habían elegido presa y el lunes Zapata se veía obligado a dejar su cargo en Cultura, aunque sin renunciar a su acta de concejal.
Solo el tiempo dirá hasta qué punto el «affaire» modifica las costumbres en redes sociales del común de los mortales. El posterior borrado masivo de mensajes llevado a cabo por todo tipo de responsables políticos, que viene a ser como deshacerse de una parte de lo que en algún momento se pensó o se dijo, sea en serio o en broma, apunta a que Twitter pasará a formar parte del escrutinio de cualquier cargo público. No todo el mundo estuvo de acuerdo en la primera cesión. Hay quien opina que ofreciendo esa cabeza se daba una imagen de debilidad sin poner coto a la voracidad del régimen. Los debates forzados por el establisment tienen su réplica, en otros parámetros, entre quienes forman parte del bloque del cambio.
La rapidez con la que la ofensiva se giró hacia Maestre pareció dar razones a los reacios a la dimisión. Hace cuatro años, la portavoz protagonizó una protesta pacífica por el laicismo en la capilla de la Complutense, donde estudiaba. El caso ha terminado judicializado y con el fiscal pidiendo un año de cárcel por «ofender las creencias religiosas». Carmona, del supuestamente aconfesional PSOE, fue el primero en exigir su cabeza nada más conocer la noticia. La caverna se sumó aplaudiendo con las orejas. No se puso tan fácil como con Zapata. Hubo «pie en pared». También es cierto que era más fácil defender una reivindicación razonable que mensajes vendidos como «racismo», «antisemitismo» y «ofensa a las víctimas».
En realidad, el problema de fondo es el intento de presentar a los «nuevos» como intrusos en las instituciones. Y hacer incompatible su activismo, que es precisamente lo que les ha llevado al Ayuntamiento, con el mando municipal. Una idea defendida por PP, PSOE y sus ramificaciones mediáticas que encontró cierto apoyo en unas palabras de Carmena, que dejó caer que «quizás» algunos de sus acompañantes en el Ejecutivo querrían «pedir perdón» por su pasado militante. Otra vez, ruido. Primero desde fuera y luego, en el núcleo. «Hemos estado donde teníamos que estar. Poco a poco se irá normalizando», indican a GARA fuentes del Consistorio. Maestre, por su parte, mira hacia el futuro y considera que la virulencia del ataque puede tener «efecto boomerang» y volverse en contra de sus promotores.
Mesa de negociaciones
Hasta el momento nada de lo hablado tiene que ver con la gestión, que es de lo que se trata cuando se llega a un Ayuntamiento. «En vez de responder por lo que hacemos, tenemos que hacerlo de lo que dicen de nosotros», se queja Maestre. De hecho, existe un abismo entre la realidad publicada y lo que realmente ocurre en los pasillos del Consistorio. Bajo la nube de declaraciones se está desarrollando una intensísima agenda. El primer paso, el de tomar contacto con los trabajadores municipales, ha sido, según fuentes de Ahora Madrid, completamente diferente a lo que dibuja el régimen: «nos han recibido con entusiasmo y pidiendo celeridad en los cambios». Las urgencias sociales en cuestiones como desahucios o comedores escolares llevarán al siguiente campo de batalla: el de las propuestas concretas. Aquí ya se empieza a ver un doble juego perverso: sus detractores criticarán al nuevo equipo por todo lo que planifiquen y, al mismo tiempo, cuestionarán que las políticas que querían llevar a cabo (y que rechazan) no se desarrollen con la suficiente celeridad, proyectando la imagen de ineficacia.
No se puede decir que Carmena y los suyos no se han puesto manos a la obra. El caso de los desahucios es simbólico. La alcaldesa ya se ha reunido con bancos (donde han encontrado una sorprendente «buena disposición», según indica Maestre) y lo hará con plataformas ciudadanas. Su proyecto de oficina para frenar las ejecuciones hipotecarias es uno de sus planes estrella. Sin embargo, los pasos a largo plazo tienen que venir acompañados con soluciones inmediatas para dramas que no esperan a que la alcaldesa se haya acostumbrado a la vara de mando. Se trata de trabajar en dos tiempos y con el «handicap» de que los presupuestos de este año ya están aprobados. Por ahora se han adoptado medidas simbólicas, como rechazar el palco del Teatro Real, que supondrá 100.000 euros más al bolsillo municipal. Eso no quiere decir que la lupa no vaya a ser exhaustiva. La del régimen y la de los movimientos sociales. Hacia estos, Maestre lanza sus guiños: «es bueno que exista el necesario control social y nosotros sabremos escuchar». Nadie dijo que fuese fácil. A pesar del ruido, en Madrid las cosas se mueven.
El «modelo cifuentes» como alternativa del pp al cambio
Paralelamente al acoso sin piedad contra el Ayuntamiento de Ahora Madrid, la mayoría de los medios de la capital española han aplaudido el pacto entre PP y Ciudadanos que dará la presidencia a la candidata de Génova, Cristina Cifuentes. Se sitúa este acuerdo como símbolo de «estabilidad» frente al cambio. Nadie dudaba de que esta entente se iba a llevar a cabo, ya que las matemáticas habían sido generosas con los conservadores. De este modo, habrá que ver cómo se gestiona el choque de modelos entre las dos administraciones. Una de las primeras medidas de Cifuentes, la de modificar la ley para evitar perder el control de Telemadrid (según la actual normativa PSOE y Podemos tendrían mayoría) deja en evidencia que el PP no renuncia a uno de sus arietes mediáticos desde el que cargar contra Carmena.A.P.

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