Dabid LAZKANOITURBURU

Voto de castigo o voto corrosivo

La historia reciente de la UE está trufada de desaires como el del referéndum sobre Ucrania en Holanda. Sin ir más lejos, el electorado de Países Bajos –como el francés– rechazó en 2005 el proyecto de Tratado Constitucional.

Dabid Lazkanoiturburu (Gorka RUBIO/ARGAZKI PRESS)
Dabid Lazkanoiturburu (Gorka RUBIO/ARGAZKI PRESS)

Hasta ahora, las instituciones comunitarias han sido siempre capaces de superar esas crisis con componendas y buenas dosis de ingeniería jurídica. Todo apunta a que volverán a hacerlo, más con la escasa participación (32%) en esa consulta, además no vinculante.

Pero, paradójicamente, el problema va más allá y apunta a una crisis más profunda y que amenaza con socavar los frágiles cimientos de la UE. Y no solo, que también, porque llega en vísperas del referéndum británico («Brexit»).

La Unión de los mercaderes y de los estados –no de los pueblos– arrastra de antiguo una crisis de legitimidad política.

Además, su grosera injerencia en Ucrania y su apoyo a oligarcas-presidentes con cuentas en Panamá como Poroshenko invitaba a darle un sopapo desde la izquierda en Holanda.

Pero a los votantes de la derecha extrema euroescéptica que han impulsado y decidido el resultado Ucrania les trae al pairo. Corrijo. Les importa que los ucranianos puedan llegar a Occidente a buscar un futuro mejor. Como les enfurecían los planes para acoger a refugiados antes de que la UE les cerrara las puertas en Turquía. Europa está en una encrucijada. Y sigue alimentando a los monstruos que, votación tras votación, acabarán devorándola.