Arantxa MANTEROLA
Baiona

CABALLEROS DEL MAR VENIDOS DE OCCITANIA COMBATEN EN EL ATURRI

LOS ORGANIZADORES DE LAS FIESTAS HABÍAN PUESTO EL ACENTO EN UNA DE LAS NOVEDADES DE ESTE AñO: LA EXHIBICIÓN DE LAS «JOUTES DE SèTE». EL ESPECTÁCULO NO DEFRAUDÓ A UN PÚBLICO DIURNO QUE DISFRUTÓ DE UN DEPORTE PECULIAR DESCONOCIDO POR ESTOS LARES.

Desde luego era evidente que no se trataba de un combate medieval entre caballeros, pero similitudes, haberlas, las había: la forma de enfrentarse, con una especie de lanza en una mano y un escudo en la otra, el acercamiento por los costados para derribar al contrincante... Claro, no tenían caballos sino barcazas de remos con una suerte de plataforma inclinada en la que se apostaban los jugadores, ni llevaban casco y armadura (aunque sí un chaleco protector debajo de la camisa) ni el escenario del torneo era de tierra sino de agua, en concreto la del rio Aturri.

Tanto ayer como anteayer, los aledaños de ambas orillas del puente Mayou se llenaron de gente deseosa de descubrir la tan anunciada novedad proveniente de la ciudad mediterránea de Sète (Seta en occitano), donde se practica esta disciplina solo como deporte, ya que lo que era competición o juego libre antaño fue prohibido debido a los riesgos que comporta.

Al grito de ¡Jo!

Las dos embarcaciones posadas en aguas labortanas fueron propulsadas por remeros locales. Algunos de ellos también se midieron en combate con los sétois, lo que puso más chispa a la singular contienda. De hecho, cuando las barcazas se arrimaban, no sin dificultad debido a la corriente que se forma en ese punto donde convergen el Aturri y el Errobi, y los «caballeros del mar» estaban en posición para derribar a su adversario, el público animaba a los vascos al grito de «¡Jo!» como si de un partido de pelota se tratase.

A decir verdad, el ritmo del deporte es bastante lento, porque la puesta en posición para cada encontronazo es complicada y, además, aunque haya dos grupos –el de la barca azul (La Blu) y el de la roja (La Routche) con su dos timoneles, sus ocho remeros y la media docena de jugadores– no se juega por equipos, sino que el ganador es quien más contrincantes haya derribado.

Por eso, cuando alguno de los participantes caía al agua, se producía una mezcla de aplausos y aclamaciones entre los espectadores que aportó mucha animación en las inmediaciones de la plaza del Ayuntamiento, que ayer estaba más concurrida. Y es que antes de la exhibición, muchos niños y padres habían acudido a despertar al rey León, uno de los pocos actos que se ha mantenido en el día que habitualmente les está destinado y que este año se les ha aguado.