Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ

La paranoia turca sobre la «quinta columna» kurda

Los turcos ven el referéndum de Kurdistán Sur como el último paso de un complot internacional que, desde hace un siglo, buscar dividir al Estado. Considerados como el enemigo infiltrado, los kurdos son vistos como una marioneta de los intereses internacionales.

LLa autodeterminación es un derecho natural. También para los kurdos. Estaría a favor de su independencia si no fuera porque detrás de ellos están los poderes extranjeros», señala Ibrahim, un turco oriundo de Malatya de vuelta en Anatolia tras tres décadas en Alemania. Ibrahim no recela de los kurdos, puede que porque se crió con ellos en un enclave mixto, pero participa del la idea-fuerza que atraviesa a toda la sociedad turca: la paranoia al enemigo exterior que atenta contra la integridad de Turquía. Y los kurdos, una minoría de peso, son vistos hoy como el peón de esa campaña que comenzó con la desintegración del Imperio otomano y la posterior Guerra de Salvación contra las potencias coloniales.

Tras el paréntesis de la época dorada de Recep Tayyip Erdogan, la paranoia ha vuelto. En su extremo, cebado por la propaganda estatal y asumido ahora por el AKP, el relato es el siguiente y tiene un cariz consporanoico: Fethullah Gülen, acusado de dirigir la fallida asonada de 2016, y el PKK, que eran enemigos irreconciliables, son ahora aliados que encuentran cobijo en Europa y, como Gülen es un peón de Israel, Estado que apoya la independencia kurda y a su vez es aliado de EEUU, el complot internacional es evidente y su amenaza, inminente.

Con la deriva de la Turquía de Erdogan, y con los kurdos avanzando en Siria hacia su autonomía con la ayuda de EEUU, esta historia de enemigos a las puertas de la patria regresa con fuerza. Más aún vistos los avances kurdos desde que se declaró en 1991 la zona de exclusión aérea en el paralelo 36 iraquí. Desde entonces, los kurdos han conformado un Estado de facto en Kurdistán Sur y podrían ser los únicos vencedores de la guerra siria. Una evolución que alimenta la teoría del enemigo exterior.

«Es un proyecto peligroso a largo plazo para atacar a Turquía y hay que actuar. Estoy en contra de la independencia porque los armenios utilizan a los kurdos. Van a ser el peón de Israel», dice Levent, admirador confeso de Erdogan que desliza uno de los menosprecios habituales hacia los simpatizantes del PKK. Porque para los turcos más negacionistas, que hasta hace poco consideraban a los kurdos «turcos de las montañas», los líderes marxistas son armenios, otro enemigo nacional, y no representan a los verdaderos kurdos que según él, son solo aquellos que apoyan al Estado.

Resat Sonaydin, nacido en Igdir –zona fronteriza con Irán y donde rivalizan el pantuco MHP y el kurdo HDP– asegura que «tenemos amigos kurdos, pero los que no buscan la división. El resto –los votantes del HDP– han recibido todo del Estado y ¿qué hacen? ¡Se levantan contra nosotros!».

«Son las marionetas de las fuerzas internacionales y Barzani –presidente de Kurdistán Sur– es un lameculos que dice sí a todo. Son como ganado», desprecia.

Ibrahim insiste en que la independencia kurda sería «un problema para todo Oriente Medio» Pero matiza que «los problemas son creados por los políticos, que obtienen beneficio con la división». Junto a él, Resat comparte esa idea, lo que no le impide exigir mano dura a Ankara. «La independencia es una amenaza para Turquía, pero aún no es tan grande. Si quisiéramos, podríamos terminar con ellos en un solo día, pero para empezar tenemos que imponer un embargo. ¿Qué podrían hacer si todos los vecinos cierran sus puertas? Nada, sufrir, y luego volver llorando», sostiene confiado.

 

El PKK, ¿MONEDA DE CAMBIO ENTRE BARZANI Y ERDOGAN?

Erdogan aseguró que el referéndum es «una amenaza para la seguridad nacional y la estabilidad de la región», pero a su tibia actitud, lejos de su omnipresencia mediática, se le han unido los contradictorios mensajes del AKP, con el ministro de Exteriores asegurando que las relaciones económicas no se romperán y otros hablando de guerra. Todo es parte del juego de cara a los comicios de 2019.

Hüseyin Bagci, de la universidad ODTÜ, recuerda que «Erdogan es inteligente y está esperando porque no puede intervenir. No es su casa. Pero podría poner como condición la salida del PKK de su refugio de los montes Qandil y garantías para los turcomanos a Barzani si este declarara la independencia». A ello se suman las privilegiadas relaciones comerciales bilaterales (10.000 millones de dólares este año, 1.300 empresas turcas y 13.000 trabajadores en Kurdistán Sur y medio millón de barriles diarios al puerto de Ceyhan. «Turquía tomará una decisión precipitada», augura Bagci. M.F.I.