koldo landaluze

El legendario productor Robert Evans y Paramount finalizan su contrato de más de 50 años

Robert Evans, productor e impulsor de películas como ‘El padrino’, ‘Chinatown’ y ‘Love Story’, ha finalizado el contrato que mantenía con los estudios Paramount, para los que trabajó desde el año 1966. Evans es una figura destacada de la industria de Hollywood y su vida y obra han inspirado todo tipo de leyendas.

Robert Evans en la película ‘Fiesta’. (20th CENTURY FOX)
Robert Evans en la película ‘Fiesta’. (20th CENTURY FOX)

Robert Evans es, además de una figura icónica dentro de la industria de Hollywood, un personaje de leyenda que supo estar en el momento y lugar preciso. A todo ello habría que sumar su singular personalidad y su fama de galán infatigable. De esta suma nace el retrato de uno de los productores más respetados de la industria y un consumado guía de la trastienda glamourosa de Los Ángeles.

Condenado en la actualidad al ostracismo, el diario ‘The Hollywood Reporter’ reveló que el productor de 89 años no colaborará más con Paramount debido a que los estudios cinematográficos han estimado oportuno no renovar el contrato mefistofélico que lo mantenía ligado a Evans desde hacía más de 50 años. Según ha revelado el propio estudio a través de una nota, «no hay palabras para expresar la gratitud y reverencia hacia Evans, cuyo nombre es sinónimo de la empresa y la magia del cine».

La última cinta que produjo fue la comedia ‘Cómo perder a un chico en 10 días’ (2003), con Matthew McConaughey y Kate Hudson.

El chico de oro de Hollywood

La ruta de Robert Evans comenzó tras descubrir que sus dotes interpretativas no le abrirían las puertas del Hollywood dorado. Su carrera cinematográfica empezó en 1956, en la piscina del hotel Beverly Hills. Su encanto y su gran confianza en sí mismo cautivaron a Norma Shearer la cual le ofreció un papel en la película ‘El Hombre de las Mil Caras’. Su siguiente y breve aparición fílmica fue interpretando al torero Pedro Romero en la película ‘Fiesta’ (1957).

Tras esta experiencia poco relevante en su faceta de interprete, decidió probar fortuna en la producción. Con tan solo 34 años y sin experiencia previa como productor, consiguió un trabajo en Paramount Pictures como jefe de producción gracias al apoyo que recibió de Darryl F. Zanuck. Evans estuvo ligado al estudio de 1966 a 1974 y durante esta primera y deslumbrante etapa fue responsable de llevar a la pantalla algunos de los grandes éxitos de la época como ‘El Padrino’, ‘La semilla del diablo’, ‘Love Story’, ‘La Extraña Pareja’, y ‘Chinatown’.

La eterna sonrisa de Evans brillaba en todo su esplendor tanto en los despachos como en las internimables fiestas que animaban las noches californianas pero los ochenta dictaron el declive del llamado ‘chico de oro de Hollywood’. Después de un matrimonio fracasado con Ali MacGraw, problemas con la cocaína y finalmente rumores que lo involucraron en un asesinato, Evans desapareció.

Tal vez la única manera de entender lo que fue y supuso Robert Evans se encuentra en su intermibale anecdotario, una vida y labor profesional explosiva que fue brillantemente plasmada en imágenes en el sobresaliente documental titulado 'El chico que conquistó Hollywood'. Dirigido en el año 202 por Brett Morgen y Nanette Burstein, en este documental asistimos al meteórico ascenso, caída y renacimiento de este legendario productor que para muchos simbolizó el llamado ‘sueño americano’.

La amistad que se cimentó en ‘Chinatown’

En 1973 encontramos a Robert Evans ocupado en la elección del protagonista de su nuevo filme. Desesperado porque ninguno de los aspirantes le había convencido, quiso descargar su rabia contra el mensajero que había irrumpido en su despacho para entregarle una carta.

Tras depositar la carta sobre la mesa y antes de despedirse, el mensajero dedicó al productor una sonrisa que cambiaría por completo el estado de ánimo del ejecutivo de Paramount.

Evans llamó de inmediato a su asistente, le ordenó que encontrara al joven mensajero y que lo trajera al despacho. En cuanto Evans anunció que el mensajero iba a ser el protagonista de ‘Chinatown’, sus colaboradores le observaron con incredulidad. El motivo esgrimido por Evans fue «Señores, ¡esa sonrisa que acabo de ver vale un millón de dólares! Y no estoy dispuesto a perderla».

El portador de la sonrisa era Jack Nicholson y desde entonces, el actor siempre reveló su respeto por quien le descubrió. El capítulo más recordado de esta amistad que compartieron Nicholson y Evans se concretó en pleno declive del productor que triturado por el consumo de cocaína y tras ser señalado como presunto autor de un asesinato, ingresó voluntariamente en un centro siquiátrico para evitar su suicidio.

Cansado de su encierro, Evans huyó de este centro e intentó retomar su vida, o al menos algo parecido a lo que fue. Se vio en la obligación de vender todas sus pertenencias, incluso su mansión. A ello se sumó su despido de Paramount. La única persona que acudió en su ayuda fue Jack Nicholson el cual le devolvió su mansión y obligó a Paramount a readmitirlo.

Evans y Gatsby ante el espejo americano

En el año 1974, el por entonces laureado y autodivinizado productor Robert Evans, quiso ver en el personaje central de la célebre novela de Scott Fitzgerald ‘El gran Gatsby’ una especie de prolongación de sí mismo.

Evans contaba antes del estreno de la primera adaptación cinematográfica de ‘El gran Gatsby’ con un presupuesto de 18 millones de dólares, adelantados por los distribuidores; el triple del costo del filme. El cineasta contratado por Evans para llevar a cabo esta ambiciosa superproducción fue el eminente Jack Clayton (‘¡Suspense!’) y este autor decidió poner todos sus esfuerzos en lograr una puesta en escena subyugadora que predominara sobre los logros artísticos.

Esa era, al menos, la intención de los impulsores de este proyecto –incluido Francis Ford Coppola que ejerció labores de guionista– los cuales decidieron sacrificar el contenido crítico de la novela –el retrato de la alta sociedad estadounidense de los años 20– en beneficio de la recreación del ambiente de la época, con sus gustos y costumbres. Por ese motivo, esta versión, narrada con brillantez formal, se quedaría en la superficie de esta crónica que determinaba el final del sueño americano.

En la retina del espectador quedan retenidas las imágenes de los trajes de color rosa que luce Robert Redford, los flamantes Rolls Royce o el maquillaje que lucía una por entonces jovencísima Mia Farrow. El llamado ‘estilo retro’ se puso de moda.