Miguel F. IBAÑEZ

«Gitanos turcos»: ocultación como remedio contra la discriminación

La discriminación que sufren los romaníes en Bulgaria les empuja a ocultarse en la comunidad turca. Un proceso iniciado en el Imperio otomano, pero asentado con la independencia del Estado búlgaro y que está provocando la asimilación de esta comunidad.

Mediodía de un día cualquiera del otoño búlgaro. En Haci Hasan, un barrio de Plovdiv de mayoría turca, Zeki se muestra cercano: apremia a ir con él a una cantina a varias calles de distancia para incluir en la conversación a sus amigos. En el bar de Sabri, cinco personas beben cerveza y licor anisado. Sabri, el dueño, es dicharachero. El resto, menores de 30 años, bromean constantemente.

Es la reunión de habituales después de trabajar. Afortunados porque hay trabajo, no dejan de recordar la discriminación que sufre su comunidad. «La relación con los búlgaros no es buena, son racistas. Cuando saben que somos turcos nos rechazan en los trabajos. Y si nos los dan, con suerte pagarán la mitad», resume Zeki, de 52 años. Ismail, de 27 años, concuerda: «Muchas veces nos prohíben entrar en discotecas y playas. Tenemos más problemas con los jóvenes, que nos llaman gitanos turcos y son agresivos. Así es la igualdad en Bulgaria».

«Es más fácil decir que eres turco»

Ismail ha dicho que son llamados «gitanos turcos». Sabri, el dueño, parece gitano. Pero se dice turco. Habla turco. En Haci Hasan, algunos habitantes se amoldan al estereotipo de turco conservador de la profunda Anatolia. Otros tienen similitudes con los turcos occidentalizados de la región de Tracia. Aunque muchos, en cambio, no parecen turcos. Bajo un sol que empieza a descender, Hristo y Ferdinand dominan un guateque callejero. Están frente a sus casas con una mesa plegable abierta, una botella de licor, cervezas y embutido de vaca. Examinan a quienes cruzan. Invitan, después de superar una corta desconfianza, a beber. Sus problemas, en resumen, recuerdan a los del bar Sabri. «No nos dan permiso para ir a ver los partidos del Loko Plovdiv porque nos pegarían», lamenta Hristo. Ferdinand apunta al día a día: «No nos quieren. Nos llaman gitanos turcos. Además, a veces, vienen con sus motos y nos molestan con el ruido».

Como Ismail, Ferdinand, que se identifica como turco, afirma que son llamados «gitanos turcos». Entonces, si son gitanos y Sabri, Hristo y Ferdinand lo parecen por su forma de actuar y piel tostada, ¿cuáles son las razones por las que se identifican como turcos? Esta ocultación también ocurre en otros lugares de los Balcanes, y no siempre con la etnia turca, pero en Bulgaria se antoja excesiva: el Consejo de Europa estima el número de gitanos en 750.000, aunque oficialmente son 325.343 (4,9%). Entonces, ¿han migrado tantos romaníes al oeste de Europa?

«El censo muestra una tendencia constante por quienes son identificados por la mayoría como romaníes o gitanos a identificarse a sí mismos como búlgaros, turcos...», reconoce un documento de 2017 elaborado por el Consejo Nacional para la Cooperación sobre Causas Étnicas e Integración, organismo del Estado búlgaro. «No sabemos si se esconden, pero los estereotipos afectan y es más fácil declararse búlgaro o turco: los romaníes están siempre al final y los turcos, al menos, un poco más arriba», explica Dimitar Dimitrov, experto del Open Society Institute, quien reconoce que los turcos no quieren que los romaníes se identifiquen como parte de su comunidad.

Un informe del Consejo de Europa sobre los romaníes en los Balcanes también aborda esta causa. «El reemplazo de la identidad romaní por la turca comenzó durante el Imperio otomano cuando parte de los gitanos eligieron ser asimilados por la mayoría de forma voluntaria... La paradoja es que este proceso se haya intensificado con la llegada del Estado búlgaro independiente», apunta.

«La explicación podría encontrarse en la religión (islam) en común y en una mezcla de etnia y religión. Sin embargo, el factor más importante es que el prestigio de la comunidad turca es mucho mayor: los turcos pueden no ser amados por los búlgaros, pero se sabe que son herederos de un gran imperio», subrayan Elena Marushiakova y Veselin Popov, quienes en respuesta a un correo electrónico remarcan que «hoy puede que sea más pronunciada la tendencia a sustituir la identidad romaní por la turca incluso para los romaníes que migran a Europa, especialmente a Alemania».

Discriminación

El pasado febrero, el ministro de Defensa y viceprimer ministro de Bulgaria, Krasimir Karakachanov, propuso un polémico plan para la integración de la comunidad romaní. El borrador estipulaba la necesidad de quitar las ayudas si no escolarizan a sus hijos; daba la oportunidad de abortar de forma gratuita a partir del tercer hijo; y amenazaba con destruir los asentamientos ilegales.

Para Dimitrov, que recuerda que no existen derechos para las minorías porque a nivel práctico todos son considerados búlgaros, este informe «de pocas páginas y sin datos no se puede tomar en serio»: «Se sustenta en estereotipos. En Bulgaria no existe un presupuesto especial para los romaníes. La gente piensa que sí, pero no es cierto. No son las cifras reales, pero le pongo un ejemplo: por el primer hijo recibes una ayuda de 50 levas al mes, por el segundo consigues 50 levas más, pero por el tercero solo sube 10 levas. No tiene sentido tener más hijos».

Dimitrov, que intenta romper esos estereotipos, recuerda un estudio según el cual la mayoría de las construcciones irregulares son edificaciones aledañas al hogar principal: aseos en la parcela exterior, garajes o establos. Pero los datos de esa investigación de Equal Opportunities Initiative Association reflejan discriminación y refrendan la visión extendida de que los romaníes son quienes principalmente viven en los márgenes de la ley: el 97% de las 514 órdenes de demolición entre 2010 y 2012 afectaron a la comunidad romaní, cifra que desciende hasta el 89% de las 444 viviendas demolidas por la Administración entre 2012 y 2016. El informe señala que no hay datos exactos sobre las construcciones ilegales, pero estima que un cuarto de las viviendas de los asentamientos romaníes podrían serlo. «Ahora ya no se puede, pero hubo una opción de legalizar las construcciones ilegales. Era un proceso muy caro, y los romaníes no pudieron afrontarlo. Las personas ricas no tuvieron problemas con sus hoteles...», recuerda Dimitrov, que subraya que los habitantes de los asentamientos ilegales no pueden acceder a los servicios básicos del Estado porque, en teoría, no existen.

Karakachanov, miembro del ultraderechista Patriotas Unidos, en coalición con el líder proeuropeo Boyko Borisov, representa a uno de los demasiados políticos que sacan rédito electoral a costa de los romaníes, acostumbrados a los discursos del odio en los medios de comunicación.

En un estudio de la Asociación de Periodistas Europeos en Bulgaria realizado entre el 6 y el 19 de marzo de 2017 a cinco importantes medios de información digital, Blitz.bg publicó un total de 100 noticias que contenían la palabra romaní (22) o refugiado/inmigrante (78), el nuevo blanco nacionalista. De las 22 noticias sobre romaníes, casi todas ellas de connotación negativa, 13 contenían la palabra gitano en el titular.

Zeki recuerda un caso de Asenovgrad, a 20 kilómetros de Plovdiv: «Hubo un altercado entre búlgaros y turcos, aunque los medios locales decían que eran gitanos, y luego hubo protestas y decidieron no comprar en nuestras tiendas».

Desde la caída del comunismo, el desprecio de la mayoría política condiciona la vida cotidiana de los romaníes. Esta dinámica les empuja hacia la compacta comunidad turca, que suma el 8,8% de los habitantes de Bulgaria, y también hacia su partido, el Movimiento para los Derechos y las Libertades, importante actor nacional. «No lo apoyo, y puede que no haga mucho por los romaníes, pero al menos tiene objetivos y cuotas de paridad de género. Tiene sentido para los romaníes, que se sienten importantes cuando esos políticos beben té con ellos», reconoce Dimitrov.

Asimilación

La discriminación lleva a la ocultación; y la ocultación deriva con el tiempo en asimilación. Este proceso se aprecia ya en la enorme barriada gitana de Stolipinovo, en Plovdiv, donde la identidad romaní está en riesgo.

«El 99% de sus habitantes habla turco, ve la televisión en turco, escucha música turca y comercia en turco. Pocos hablan hoy romaní, por lo que la gente ha ido perdiendo su identidad», asegura Dimitrov, quien pone el foco en el creciente sincretismo en los rituales gitanos: en barriadas como Fakulteta, en Sofía, mezclan prácticas evangelistas y musulmanas.

Más allá de los estereotipos que sugieren que Sabri, Hristo y Ferdinand no son turcos, y teniendo en cuenta la probable migración romaní a Europa occidental en busca de trabajo, con los datos en la mano se sabe que la mitad de los romaníes estimados en Bulgaria no renuncian a su nación ni sufriendo una discriminación continuada. Son los estoicos que rechazan que cualquier identidad sea mejor que la gitana.

Elena Stoykova, socióloga de la Universidad de Sofía, lo recuerda: «Ser romaní no es fácil en Bulgaria y en algunos lugares se hacen pasar por turcos porque son muy buenos con las lenguas. Pese a ello, hay romaníes que se enorgullecen de serlo y no se ocultan».