
Gasteiz acoge una exposición que repasa los más de 50 años de trayectoria artística de Xabier Egaña (Areeta, 1943) en una muestra que aglutina 65 obras de este autor, entre ellas algunas nunca antes exhibidas. La muestra, bajo el título ‘La Vida no basta’ y comisionada por el artista plástico Juan Ayesta, se podrá ver en el centro de exposiciones de la Fundación Vital hasta el 1 de diciembre. Además, quienes se acerquen a la misma durante los fines de semana podrán ver al artista trabajando en directo en la sala en un mural e interactuando con los visitantes.
El título de la exposición quiere indicar, a juicio del autor, que en la vida hay que hacer cosas y no solo pasar por ella. Con esta premisa la Fundación Vital ha programado este extenso recorrido de más de cinco décadas con el que se repasa toda la trayectoria de Egaña a través de sus diferentes etapas. Desde sus primeros recuerdos de infancia junto a la Ría de Bilbo, pasando por su compromiso con la vida religiosa en el espíritu franciscano, y su posterior implicación docente en artes plásticas.
La obra de Egaña es, según el centro expositivo, «prolija y diversa en técnicas, materiales y formatos, intuitiva y experimental, rápida de ejecución, con una sensibilidad innata que guía su mirada». Muchas cosas se han quedado fuera de esta exposición pero lo que se enseña permite identificar la magnitud y calidad de su obra y su trayectoria.
En ‘La Vida no basta’ se muestran al público algunos de los libros de autor que Egaña ha ido elaborando a lo largo de su trayectoria y que son parte de su lenguaje más íntimo y personal, donde el autor refleja ideas y emociones, donde boceta, recoge y plasma sus inquietudes y reflexiones.
Por etapas
La exposición realiza un recorrido por diferentes épocas. En el primer periodo, 1962-1969, el autor recibió un gran impacto al ver fotografías de las pinturas de Marc Chagall para la bóveda de la Ópera de Paris. La fuerza poética, el lirismo expresivo y la explosión en el uso del color de Chagall marcaron su obra y su estilo. En 1968, Jorge Oteiza regresó a Arantzazu para concluir la estatuaria de la fachada de la basílica, rematando el apostolado y definiendo la Piedad. Egaña frecuentaba el taller del escultor, creándose una relación de amistad y aprecio mutuos por largos años.
Entre 1970 y 1975 fue destinado a Madrid como sacerdote, y fue allí donde volvió su mirada a Goya. Fue entonces cuando comenzó a desarrollar un estilo propio en clave expresionista. En la siguiente etapa (1976-1978) realizó varios murales, entre ellos el del Camarín de la Virgen de la basílica de Arantzazu.
Entre 1980 y 1986 comenzó a experimentar con diferentes materiales desarrollando la técnica de ensamblaje. Entre 1987 y 1990, tras dejar la orden franciscana, hubo un cambio en sus obras debido a su recién estrenada vida familiar, y poco después (1991-1999) se centró en el sufrimiento humano influido por la descomposición de los países soviéticos.
Entre 2000 y 2009 Egaña vuelve a retomar con fuerza la técnica del ensamblaje utilizando materiales reutilizados, maderas, chapas, zinc, latón y cobre, combinándolos con dibujos sobre papel. La última etapa de la muestra se centra en los años entre 2010 y 2017 partiendo del encargo de decorar las paredes interiores de la Iglesia de San Miguel en Antezana-Andetxa que le llevó dos años de bocetos y cinco de ejecución.
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