
Lorenzo Sanz, presidente del Real Madrid desde noviembre de 1995 a julio del 2000, falleció el sábado a la noche a los 76 años de edad al no poder superar el coronavirus por el que fue ingresado en la UCI del Hospital Jiménez Díaz el martes.
Lo más reseñable de su fallecimiento es que el coronavirus y los servicios sanitarios no hacen distinciones y que el colapso sanitario provoca muertes que con más medios podían evitarse. A pesar de su poder económico y de su popularidad, no le realizaron la prueba ni fue atendido por ningún profesional médico de manera presencial hasta que el martes acudió al Hospital.
Su hijo Fernando Sanz declaraba el jueves en la cadena Cope que «llevaba ocho días con fiebre, llamó al teléfono habilitado para estos casos y le dijeron que estuviera en casa con paracetamol y poco más. Así aguantó ocho días por solidaridad, por no colapsar tenía que aguantar hasta donde pudo, hasta que se empezó a encontrar peor y le faltaba el aire».
Solo entonces fue trasladado al Hospital Jiménez Díaz con una gravedad que ya resultó imposible superar porque a la infección pulmonar se sumó un fracaso renal y deficiencias respiratorias. Tras su fallecimiento su hijo Lorenzo Sanz trasmitió que «acaba de fallecer mi padre. No se merecía este final y de esta manera. Se va una de las personas más buenas, valientes y trabajadoras que he visto en mi vida. Su familia y el Real Madrid eran su pasión. Mi madre y mis hermanos hemos disfrutado de todos sus momentos con orgullo».
Se lamentaban además de no poder estar con él en sus últimos instantes de vida y de no poder despedirle como les sucede a todas las víctimas del coronavirus y a sus familias.

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