Karlos Zurutuza

De Beirut a Karabaj sin billete de vuelta

Los Kenejian dejaron atrás el escombro de Beirut para empezar de cero en Nagorno Karabaj. Hoy son una familia más de colonos cuya permanencia en la zona peligra tras el acuerdo de paz entre Armenia y Azerbaiyán.

Tina Kenejian acomoda a sus dos hijos en el coche durante una de sus muchas partidas. (Gilad SADE)
Tina Kenejian acomoda a sus dos hijos en el coche durante una de sus muchas partidas. (Gilad SADE)

Tina Kenejian cuenta por miles las veces que se ha hecho la misma pregunta durante la última semana. «¿Deberíamos quedarnos o es mejor que nos vayamos?», repite esta beirutí de 26 años que ahora vive en Aghavno. Hablamos de un pueblo en Nagorno Karabaj, en el montañoso distrito de Lachin, para más señas. Fue en 2019 cuando Tina y su marido, Harut, decidieron dejar atrás su casa en Bourj Hammoud  –un distrito en el noreste de Beirut que alberga una importante comunidad armenia– y mudarse al enclave. Los problemas se acumulaban en Líbano y llegó un momento en el que resultaba imposible mantener a una familia con el sueldo de funcionario de Harut; ni siquiera alargando la jornada como peluquero. Un día se enteró de que el Gobierno de Nagorno Karabaj ofrecía casas y posibilidades en el disputado enclave a la diáspora armenia. Fue entonces cuando supo de la existencia de un lugar llamado Aghavno. 

El pueblo se empezó a levantar en 2014 sobre las ruinas de Zabux –una localidad azerí destruida en la guerra de los 90–, y con patrocinio de la Fundación ARI. Se trata de un fondo cuyo objetivo es «repoblar una región estratégica que une Karabaj con su patria armenia», según su página web.

En octubre de 2019, Tina viajó a Armenia con sus dos hijos y Harut continuaría enviándoles dinero hasta que pudieran reunirse y viajar juntos a su nuevo hogar. Dos semanas después de que la familia se juntara en Armenia, la explosión del puerto de Beirut el 4 de agosto destruyó su casa, su coche y la pequeña tienda de alimentación de la familia. Ya no había vuelta atrás, pero daba igual: Bañado por las aguas del río Aghavno y protegido por imponentes picos nevados, el nuevo hogar de los Kenejian era absolutamente idílico, más aún si se compara con su barriada beirutí ahora arrasada.

«Después de lo que habíamos pasado parecía un lugar ideal para criar a nuestros hijos: una comunidad pequeña y pacífica de 60 familias en el bosque… Era simplemente perfecto», dice Tina. Llegaron a Aghavno el 27 de agosto. Exactamente un mes antes del comienzo de la guerra.

Confusión

Durante casi tres décadas, Nagorno Karabaj –también llamado «Artsaj» por los armenios– ha sido una república de facto en suelo azerí que se ha autogobernado con el respaldo de Ereván. La fórmula funcionó hasta el 27 de septiembre, cuando Bakú lanzó una ofensiva para recuperar lo perdido. Como el resto de hombres en edad de combatir, Harut fue movilizado mientras Tina cruzó a Armenia con los niños cuando los azeríes se acercaron peligrosamente a la aldea. Aghavno está justo en el llamado «corredor de Lachin», una ruta vital de suministros entre Nagorno Karabaj y Armenia. Era el objetivo principal del enemigo.

La guerra entre la maquinaria soviética armenia y la Blitzkrieg de última generación azerí terminó con un acuerdo de paz firmado entre Erevan, Bakú y Moscú. Entre sus nueve puntos, uno explicitaba el retorno progresivo a Bakú de los siete distritos adyacentes ocupados por los armenios en la guerra de los 90. Lachin también está en la lista, pero el documento establece que el corredor de Lachin permanecerá bajo el control de las fuerzas de paz rusas. La confusión sobre si la pareja beirutí y el resto de las familias en Aghavno deberían irse antes de la entrega del distrito –programada para el 1 de diciembre– fue demoledora.

De aquellas sesenta familias hoy solamente quedan nueve, entre estas últimas la de Andranik Chavushyan, un armenio de Qamishli (Siria) que también es el alcalde del pueblo.

«Me dijeron que Aghavno permanecería bajo control armenio pero no he recibido ninguna confirmación por escrito. En cualquier caso, nadie aquí tiene ninguna intención de irse», decía Chavusyan. Respecto al corte de gas y luz de los últimos cinco días, el edil tenía su propia versión: «Quizá sea algo planeado para forzar nuestra salida».

GARA pidió aclaración a las autoridades de Nagorno Karabaj. Desde su Ministerio de Exteriores aseguran que, a pesar de la confusión inicial en torno al estatus de Aghavno, el pueblo permanecerá bajo control de las fuerzas de paz rusas «como suscribe el acuerdo». Respecto a los cortes de gas y electricidad en la aldea, «son habituales en todo el enclave». El suministro en Aghavno dependía de las infraestructuras del distrito de Lachin, y estas «podrían haber sido bloqueadas por los azerbaiyanos», apuntaron las fuentes ministeriales.

Volver a empezar

Desde el vecino distrito de Kelbajar –devuelto a Azerbaiyán el pasado 25 de noviembre– las cosas se ven de otra manera. «No es una cuestión de nacionalidad, sino de simples derechos de propiedad. Todos esos colonos en Aghavno llegaron a Karabaj ilegalmente para alterar la balanza demográfica del territorio y reconstruir sus vidas sobre las ruinas de un pueblo azerí», explica, vía telefónica, Samir Mammadov, portavoz de la comunidad azerí de Nagorno Karabaj. Mammadov, él mismo desplazado de la guerra de los 90, señala a Armenia como «única responsable de las dificultades a las que se enfrentan esos colonos».

De hecho, hay una creciente inquietud en el corredor debido a rumores sobre crecientes secuestros en la zona durante los últimos días. Por el momento, Chavushyan y los Kenejian depositan sus esperanzas de sobrevivir en las fuerzas de paz rusas.

Tras una reciente visita a Nagorno Karabaj, Neil Hauer, un analista canadiense y experto en el Cáucaso, confirma que la presencia rusa tranquiliza a los armenios, pero detecta una gran preocupación entre ellos por la proximidad de las tropas azeríes. «En realidad, la mayoría siente que no tiene muchas más opciones. Los que se fueron a Armenia durante la guerra se dieron cuenta que allí no tienen medios para sobrevivir más allá de la bondad de los demás», acota.

«Supongo que nos quedaremos, ¿adónde podríamos ir?», suelta Tina. Su marido estaba a punto de abrir una peluquería poco antes de que comenzara la guerra. Hoy parece un proyecto totalmente inverosímil.

Colonos en Nagorno Karabaj: una historia con final abierto

Tras al acuerdo de paz de 1994, los armenios no solo consiguieron ser dueños de su propio destino en el enclave, sino que también ocuparon siete territorios colindantes donde la mayoría de la población era azerí y kurda. Según datos de Naciones Unidas, fueron más de 600.000 los desplazados tras la guerra de los 90, la inmensa mayoría de la periferia de Karabaj dado que, dentro del enclave, apenas sumaban un tercio de la población (de un total de 150.000).

El control de esa zona «de amortiguación» fue una medida temporal con la promesa de devolverlo a Bakú en un proceso de paz que nunca llegó a fructificar. Con los años, los distritos ocupados pasaron a constituir «parte integral de la patria armenia»; ya en el nuevo siglo, las autoridades de Karabaj implementaron la construcción de infraestructuras que organizaciones de la diáspora aprovecharían para levantar nuevos pueblos.

El cambio se oficializó en 2006, cuando dichos territorios fueron reconocidos por la propia Constitución de Nagorno Karabaj. En un principio, la mayoría de los que se instalaban en los siete distritos llegaban del propio enclave, pero también de Armenia, donde la tierra fértil escasea. El estallido de la guerra de Siria en 2011 constituyó un nuevo revulsivo para la llegada de refugiados armenios de ciudades como Alepo, Qamishli o Damasco, a los que se les sumarían los que huyen de un Líbano hoy al límite.

Oficialmente, los colonos del corredor de Lachin quedan bajo la protección de las tropas rusas, pero el tiempo dirá si podrán aguantar la presión de los retornados azeríes a ambos lados del pasillo.