Maite Ubiria

La demanda de que se haga justicia con Julie resuena ante el Tribunal de Baiona

Una concentración ha apoyado, esta mañana ante el Tribunal de Baiona, la petición de que se vuelva a calificar de violación la causa judicial de una joven parisina cuya denuncia implica a una veintena de miembros del cuerpo de Bomberos de la capital francesa.

Una concentración ha trasladado la solidaridad con Julie, esta mañana, a las puertas del Tribunal de Baiona. (Bob EDME)
Una concentración ha trasladado la solidaridad con Julie, esta mañana, a las puertas del Tribunal de Baiona. (Bob EDME)

El Tribunal de Casación decidirá el próximo miércoles, 10 de febrero, si recalifica como violación la causa por «abuso» que se sigue en el caso de Julie (nombre figurado), y que ha impedido hasta la fecha que se haga justicia en el caso de esta joven que, siendo menor de edad sufrió, sufrio reiteradas violaciones que implican a una veintena de bomberos de París.

Siguiendo la convocatoria lanzada por numerosos colectivos feministas del Hexágono, una concentración ha apoyado, este domingo, 7 de febrero, ante el tribunal de Baiona, la petición de que se vuelva atrás en la decisión judicial que llevó a considerar un crimen la agresión reiterada y en grupo sufrida por la menor para rebajarla a la categoría de abuso sexual.

El medio centenar de personas que han participado en la protesta en Baiona han exhibido carteles con lemas como «Ez da ez», o «Julie on te croît, tu n'es pas seule (Julie nosotros te creemos, no están sola)».

Las organizacions convovantes de la protesta han denunciado la impunidad que rodea el caso, en parte por la «ley de silencio» que se ha impuesto en el seno del cuerpo de Bomberos del París por el caso.

La audiencia del miércoles puede ser la úlima oportunidad para reconducir la causa que, a día de hoy, solo mantiene como imputados a tres de los bomberos a los que acusa Julie, cara a dar marcha atrás en la decisión que tomó el juez insructor en 2019, al rebajar la calificación de los hechos.

De hecho, el magistrado pasó de achacar a los encausados un crimen –«violación en grupo de menor de 15 años en situación de vulnerabilidad» fue la imputación exacta que realizó en un primer momento– a atribuírseles un delito de abuso sexual.

Retirada de agravante

En el caso del resto de los bomberos implicados en la denuncia, el magistrado retiró el agravante de abuso de autoridad, pese a que la joven era menor y desarrolló a resultas de lo ocurrido diversos problemas de salud que obligaban a su hospitalización urgente, circunstancia que aprovechaban por aquellos a los que señala como autores de esa agresión sexual reiterada.

Y es que eran los bomberos los encargados de proceder a esos traslados hospitalarios en el origen de las violaciones que se sucedieron, hace diez años, cuando la chica contaba entre 13 y 15 años de edad.

Todo empezó en abril de 2008, cuando la niña se sintió enferma en el instituto en que cursaba sus estudios y los bomberos procedieron a su primer traslado al hospital.

Uno de ellos guardó los datos de la chica y contactó con ella vía redes sociales. Fue el principio de un calvario que se prolongó durante dos años, en los que Julie, hasta entonces una estudiante sana y brillante, que practicaba en su tiempo libre la música y la danza, destacan sus compañeros y familiares, desarrolló patologías diversas, de las crisis de ansiedad a la tetania y después a la depresión, que le abocaron a recibir fuertes tratamientos farmacológicos, que a su vez aumentaron su vulnerabilidad.

Ese cuadro médico y psicológico complejo le acarreó hasta 130 traslados al hospital, lo que, al tiempo, le dejaba a merced de sus agresores, al disponer estos de sus datos personales.

Solo después de que se le redujera la medicación, en el verano de 2010, la joven pudo denunciar lo ocurrido, aunque desde que presentó la denuncia, destaca Mediapart, pasó medio año antes de que la Policía tomara las primeras declaraciones por los hechos.

Ellos no declaran, a ella le interrogan

En febrero de 2011 tres de los bomberos eran imputados por violación, mientras que en el caso de los 17 restantes, pese a haber reconocido inicialmente que sabían de la edad y situación de la joven, ya que rellenaban la ficha con sus datos en cada traslado al hospital, vieron cómo se les retiraba la acusación con el argumento de que no sabían que la joven era menor de edad.

Organizaciones feministas han denunciado que la investigación se ha centrado en establecer el grado de resistencia que opuso Julie, a la que en la primera audición policial se le hicieron preguntas del tipo: «¿Por qué no gritó, gimió, mordió o empujó a sus agresores antes de que le metieran el pene en la boca?», «¿Dejó que le obligaran a hacer una felación? o ¿Por qué no dijo que no quería?».

Los antecedentes de intento de suicido de la menor no llevaron al juez a buscar alternativas al careo de la víctima, en un mismo día, con hasta siete de los hombres a los que había denunciado, ya que el resto, que falsearon testimonios amparándose en «un pacto de caballeros», ni se presentaron a la vista.

Diez años de proceso

Después de diez años de proceso judicial, el 12 de noviembre de 2020 el Tribunal de Versalles confirmó en proceso de apelación el cambio de calificación de los hechos, y decidió que solo tres bomberos quedaran como imputados, y por abuso en ver de por violación.

Este miércoles será el Tribunal de Casación el que decida si se vuelve a la calificación inicial de violación, a fin de que se abra alguna opción de hacer justicia con Julie « para que por fin, a sus 25 años, pueda empezar a reconstruirse con la dignidad que le corresponde, como a cualquier otro ser humano», según ha escrito la profesora Corinne Leriche, madre de la joven, en su petición a través de change.org.

La petición difundida por Leriche a través de change.org va dirigida al ministro de Justicia galo, Eric Dupont-Moretti, y es un grito de justicia para su hija Julie.

Desde la calle, el movimiento feminista ha exigido hoy, en Baiona, y en numerosas ciudades del Estado francés, que los tribunales dejen de actuar como parte del engranaje que permite que perdure la «cultura de la violación».