Texto ligero, circular, para una propuesta escénica híbrida, donde la estética retrocede hasta tiempos de otros usos, pero que libera a su vez a dos jóvenes actrices para que jueguen hasta el infinito no con personajes sino con estereotipos. Todo acompañado de un texto muy instrumental, sin otro valor que el de servir para una narración recargada de tópicos en la que dos jóvenes, una de Donostia y otra de Bilbo, se encuentran en un aeropuerto texano a la espera de sus familias de acogida. A partir de ahí empieza una peripecia bastante inverosímil, que en ocasiones parece querer tener un punto de denuncia, de sociología de la emigración, pero que va encaminándose de manera decidida a contar lo sucedido en un tono poco convincente para hacer asequibles unas situaciones algo extravagantes, pero que con otro tratamiento podrían alcanzar otra trascendencia.

En la parte positiva hay que apuntar que las dos actrices puedan demostrar su capacidad para las parodias, el canto y la comunicación.

No se puede descartar que sea una buena propuesta de teatro juvenil, pero con una escenografía de muy poco rango significativo, con el uso y abuso de los vídeos. Nos encontramos con la paradoja de que los momentos más consistentes son las intervenciones grabadas de las familias de las dos jóvenes simulando vídeo llamadas.

Seguro que es una obra que puede enganchar a unos públicos de unas edades indefinidas, a los que llamamos jóvenes, pero que se sabe por estadística que no acuden a los teatros. Quizás por ello sea una propuesta tan trepidante, visual y sencilla en fondo y forma.