Pello Guerra

Lo que el PSN guarda en el armario

Purgas y traicionar los principios aprobados por las bases son algunos de los mimbres con los que se terminó gestando en 1982 el Partido Socialista de Navarra, que, bajo la dirección de Urralburu, apuntaló la ‘Navarra diferenciada’. Así lo recoge el historiador Mikel Bueno en su tesis doctoral.

Gabriel Urralburu en la campaña anti OTAN con una camiseta sobre la cocaína. (GARA)
Gabriel Urralburu en la campaña anti OTAN con una camiseta sobre la cocaína. (GARA)

Traicionar los principios defendidos por las bases, purgar a los disidentes e incluso imponer listas electorales son algunos de métodos que se llegaron a emplear para encauzar al socialismo navarro hacia un PSN que resultó clave para apuntar el Amejoramiento y la ‘Navarra diferenciada’ propugnada por la derecha y los aparatos del Estado. Así queda recogido en la tesis doctoral que el historiador Mikel Bueno ha defendido recientemente en la UPNA, titulada ‘El PSOE y la UGT en Navarra (1974-1982): creación, formación y desarrollo’ y que ha obtenido la calificación de sobresaliente ‘cum laude’.

A través de la consulta de una decena de archivos de acceso público y una quincena de archivos privados, junto a medio centenar de entrevistas a personas vinculadas con esos acontecimientos, Bueno ofrece en su tesis la particular  y agitada evolución interna que sufrieron el PSOE y la UGT en el herrialde entre los años 1974 y 1982.

El recorrido del socialismo navarro en esa época arranca en 1974, año en el que se constituyó la Agrupación Socialista de Navarra, dentro de la cual existían tres grandes corrientes. Según explica el historiador, «el sector revolucionario, liderado por Alberto Arregui, defendía las tesis aprobadas en el XXVII Congreso del PSOE, celebrado en diciembre de 1976 y en donde, entre otras cuestiones, se promulgó el derecho de autodeterminación para las naciones del Estado español. El PSOE se definió como anti-imperialista y oficialmente, por primera vez en su historia, como marxista y partidario de la dictadura del proletariado. Estas resoluciones fueron boicoteadas por la dirección encabezada por Felipe González nada más concluir el Congreso que lo eligió secretario general».



Otro sector era el «socialdemócrata reformista, liderado por Gabriel Urralburu y José Antonio Asiain (en una imagen reciente), que pertenecía ideológicamente al de Felipe González. Las visiones entre estos grupos se podrían resumir en un enfrentamiento entre posturas rupturistas o reformistas, triunfando estas últimas».

El tercer sector era el socialdemócrata avanzado, «el minoritario de los tres, liderado por Eduardo Urralburu (que no tiene ningún parentesco con Gabriel) y José Antonio Carpintero, que era partidario de la ruptura democrática».

A pesar de tener estas tres corrientes diferenciadas, a principios de 1977, «la militancia sobrepasaba por poco el centenar. Era un partido muy pequeño» en Nafarroa y en el que influían la tesis provenientes de Madrid. Como se ha señalado, el PSOE había vivido el año anterior su XXVII Congreso con un resultado «contradictorio», ya que el sector revolucionario aprobó sus tesis, pero «a su vez, eligieron una dirección socialdemócrata reformista» encabezada por Felipe González, que se saltó esos principios para hacer del PSOE «el partido del denominado ‘Régimen del 78’».

Esa forma de proceder se dejó sentir de forma notoria en Nafarroa, donde, de cara a las elecciones de junio de 1977, «la militancia eligió una lista electoral compuesta por miembros del sector revolucionario y del socialdemócrata avanzado que fue tumbada por Alfonso Guerra, quien impuso la lista que concurrió a las elecciones con Gabriel Urralburu a la cabeza. No fue una cuestión aislada, sino que ocurrió en más Agrupaciones del PSOE».

Purga política

Ese fue el pistoletazo de salida de una auténtica purga en el socialismo navarro. Como explica el historiador, «con el apoyo de Madrid, pudieron expulsar a los dirigentes del sector revolucionario acusándoles falsamente de pertenecer a una organización trotskista internacional y practicar el ‘entrismo’ en el PSOE. Así, de un plumazo, eliminaron, no solo en Navarra sino en todo el Estado, a cientos de militantes».

Fue «una purga política y sin las garantías que marcaban los Estatutos de ambas organizaciones. Además se dio la circunstancia de que los purgados eran quienes acataban y defendían las resoluciones vigentes del XXVII Congreso del PSOE y las vigentes en la UGT Confederal. Como anécdota, un militante de la Agrupación Socialista de Madrid denunció ante la Comisión de Conflictos a los parlamentarios y senadores del PSOE que votaron a favor de la Constitución por violar las Resoluciones exigiendo la expulsión de los mismos. El expulsado fue el denunciante».

El ataque a quienes disentían de las tesis de la dirección del PSOE llegó también al sindicato UGT, en unos procesos que «fueron semejantes y diferentes a la vez. De la ASN fueron expulsados unos por revolucionarios, como ya he comentado antes, y otros, como Eduardo Urralburu o José Antonio Carpintero, que fue secretario general de la UGT de Navarra en 1977, por no defender en el sindicato la postura oficial del partido. En la UGT Confederal se debatía, entre otras cuestiones, los Pactos de la Moncloa, con la férrea oposición a estos de Navarra y Araba. Debemos tener en cuenta que los Pactos fueron la primera piedra de la política del ‘consenso’, es decir de la reforma política en marcha que descargaba en la clase trabajadora las consecuencias de la crisis económica», explica el historiador.

Además, según documentación a la que ha tenido acceso Bueno, «la dirección del PSE ligaba por completo su proyecto político a controlar la UGT. Es decir, con una UGT contraria a los Pactos, en manos de los expulsados del PSOE coaligados con militantes de LKI, los dirigentes del PSE veían peligrar su proyecto, porque la UGT tenía decenas de miles de trabajadores sindicados en las cuatro provincias. La batalla por el control de la UGT fue imprescindible en Navarra para que las tesis del navarrismo españolista triunfasen en el partido. Todo ello a costa de dinamitar el propio sindicato».



Asiain, Arbeloa y su Nafarroa sola

Ese apoyo a la unidad de los territorios vascos estaba también muy arraigado en la propia ASN, donde «prácticamente nadie cuestionaba la integración de Navarra en un ente común con el resto de las provincias vascas, salvo un sector muy minoritario encabezado por José Antonio Asiain. Es más, en 1979, las tesis de la ‘Navarra diferenciada’ seguían siendo minoritarias, pese a que en 1978 ya había ingresado Víctor Manuel Arbeloa (en la imagen junto a Miguel Sanz) y mucha militancia favorable a estas tesis que nunca habían tenido contacto con el mundo socialista».

Por lo tanto, «fueron las maniobras de Urralburu y Asiain las que iniciaron el viraje en 1979. Por la documentación, tanto oral como escrita, a la que he tenido acceso, la dirección de Madrid no tenía una opinión definida. Quien sí era contrario a la salida de Navarra era la dirección del PSE, al cual pertenecían los navarros desde 1976».

Algunos militantes llegaron a abandonar el partido por los derroteros que llevaba el mismo, como fue el caso de Rafael Zalacaín, que fue presidente del PSOE de Nafarroa. Posteriormente, junto a militantes expulsados «fueron en la candidatura de Izquierda Republicana en 1979, que resultó un fracaso. La mayoría de los expulsados acabaron integrándose en Izquierda Unida y Comisiones Obreras, incluso hubo quien años después volvió a la UGT y al PSOE», explica Bueno.

«Con el partido reconducido por la senda socialdemócrata, tanto en el Estado como en Navarra, a partir de 1978, los dirigentes navarros centraron su proyecto político en la construcción de la ‘Navarra diferenciada’, esto es, abandonar la posibilidad de incorporar al viejo Reino en la Comunidad Autónoma Vasca», apunta el historiador.



Se aproximaba el momento de crear el Partido Socialista de Navarra, que supusiera la separación de la militancia del herrialde del PSE. Llegados a este punto, surge un interrogante: ¿Hasta qué punto influyeron la derecha o los aparatos del Estado en la creación del PSN para que se alineara con sus tesis de la ‘Navarra diferenciada’?

Mikel Bueno reconoce que es «la gran pregunta», pero que «no tiene respuesta si nos ceñimos a la documentación consultada. Sin embargo, el propio Jaime Ignacio del Burgo en la entrevista que le hice, así como otros entrevistados, aseguraba que uno de sus grandes objetivos era llevar al PSOE navarro por la senda del navarrismo españolista, considerando a Navarra como una cuestión de Estado, ya que sacando a Navarra de Euskadi consideraba que el proyecto independentista se debilitaba».

Tampoco tuvo que emplearse a fondo, ya que, «con las purgas realizadas y la entrada de nueva militancia a partir de 1978 favorable a las tesis de ese navarrismo, el proceso endógeno estaba en marcha».

Y así se llegó a junio de 1982, año de la fundación del PSN y el mismo en el que se aprobó, a nivel político que no en referéndum, el Amejoramiento para Nafarroa. Este se adelantó unos pocos meses a la creación de la nueva formación, aunque la incipiente sombra del partido de Urralburu estuvo muy presente en la gestación y aprobación del estatuto de autonomía navarro, según destaca el historiador.

«La creación del Partido Socialista de Navarra fue una herramienta imprescindible para asentar la reforma política en Navarra mediante el Amejoramiento Foral. El PSN no surgió gracias al Amejoramiento, sino que fue a la inversa, aunque la cronología no lo indique así. Con la creación de la Comunidad Foral de Navarra, se dio respuesta a uno de los mayores problemas en la constitución del Estado de las Autonomías y del buen devenir de la reforma política iniciada tras la muerte de Franco. Sin la evolución realizada por el PSOE en Navarra, ninguna de estas cuestiones se habrían producido tal y como fueron», concluye Mikel Bueno.