Ane Iparragirre

Museo de la Almadía, en recuerdo y homenaje a un entrañable oficio

Todos los años, en primavera, Burgi acoge con orgullo uno de los acontecimientos locales que más visitantes atrae: el Día de la Almadía. Este año tampoco podrá ser por el covid, pero el recuerdo y homenaje al ancestral oficio de los almadieros está presente todo el año en el Museo de la Almadía.

Imagen del Día de la Almadía.
Imagen del Día de la Almadía.

Las almadías, sin duda, son indiscutibles protagonistas de un capítulo importante de la historia de Burgi, uno de los pueblos de Erronkari, Zaraitzu y Aezkoa cuyo principal fuente de ingresos ha sido durante mucho tiempo el aprovechamiento de los bosques. Tras la tala, transportaban la madera río abajo hasta el lugar donde los vendían para su posterior manipulacion. Y lo hacían sobre las almadías, cuya historia se ha conservado gracias, sobre todo, al trabajo realizado por la Asociación Cultural de Almadieros Navarros.

Precisamente, el Museo de la Almadía es uno de los frutos de ese esfuerzo por perpetuar la memoria de este ancestral oficio del Pirineo navarro desaparecido a mitad del siglo XX a raíz de la evolución de las carreteras y los medios de transporte y, especialmente, la construcción del pantano de Esa.

Ubicado en dos amplias plantas de la Casa Consistorial, el museo, estructurado en diversas temáticas –la vida en el monte, la indumentaria, el papel de la mujer, el Día de la Almadía...– saluda al visitante con la recreación de un bosque de pinos, a partir del que se inicia la descripción del proceso de explotación forestal, la construcción de las almadías y su descenso por el río.

Qué, cómo, dónde...

En este centro, obviamente, se explica muy bien qué son las almadías: una balsa formada por varios troncos maderos de idéntica longitud amarrados entre sí mediante jarcias vegetales (vergas de avellano, mimbre silvestre...), con remos en la punta y en la zaga cuya misión es dirigir o conducir la balsa por el cauce del río.

También conocerán su interesante historia quienes se acerquen al museo: aunque en la Edad Media eran los aragoneses quienes más utilizaban este tipo de transporte en el Pirineo, a partir del siglo XVII, fueron las almadías navarras las que empezaron a descender en mayor número, más de mil al año desde Erronkari. Bajaban por el río Esca y el Irati, rumbo al río Aragón y, posteriormente, al Ebro, en un viaje de una semana que solía culminar en Zaragoza.

Ser almadiero, eso sí, implicaba un modo de vida algo arriesgado y aventurero, porque algunos perdían la vida en accidentes provocados por los rápidos y los remolinos, las presas, las piedras y la velocidad de las aguas crecidas por el deshielo primaveral.

Todo ello queda reflejado en las numerosas fotografías, publicaciones, documentos, películas y reportajes audiovisuales que sobre almadía y almadieros ofrece el museo, donde se conservan igualmente trajes de época de los almadieros y diversos útiles y herramientas utilizados en la elaboración de estas embarcaciones.

Además, la visita al museo se puede completar con una sencilla ruta, ‘Burgi, pueblo de los oficios’, en la que el participante podrá contemplar una almadía a tamaño real, un horno de pan, una carbonera, una nevera medieval y una calera.