Raúl Bogajo

El desencanto de Peter Pontiac; una anti-épica del padre

‘Kraut’ es la obra más ambiciosa de Peter Pontiac, nombre propio del cómic underground de los Países Bajos. Uno de los álbumes más innovadores, interesantes y, también, hay que advertirlo, densos de la narración gráfica. Una arqueología del desencanto, del dolor y del padre.

Viñeta de ‘Kraut’ de Peter Pontiac. (NAIZ)
Viñeta de ‘Kraut’ de Peter Pontiac. (NAIZ)

Cuando Art Spiegelman publica ‘Maus’ a principios de los 80 el mundo de la historieta gráfica hace crack. Considerado como un mero entretenimiento juvenil, ambos términos, entretenimiento y juvenil, en su acepción más despectiva, o como un vehículo de expresión para el humor más grueso y cínico desde el underground, el tebeo adquiere con la obra de Spiegelman una dimensión narrativa hasta entonces desconocida. Es verdad que obras como ‘El Eternauta’ de Oestherheld apelaban a cuestiones de las ‘serias’ como también lo hacía, casi simultáneamente, John Ford con el cine del Oeste. Ni las películas de John Ford son solo de vaqueros ni ‘El Eternauta’ de Oestherheld es un cómic de ciencia ficción, o no solo de ciencia ficción. En el caso de ‘Maus’ Spiegelman hace evidente que el cómic no solo puede, de soslayo y metafóricamente, apoyarse en la ficción para narrar nuestros anhelos, miedos y pasiones, sino que, sin complejos, es un medio ideal para tratarlos abiertamente. Antes está Will Esiner y ‘Contrato con Dios’, pero con ‘Maus’ Spiegelman inaugura el tebeo de crónica periodística que guiará los lápices de nombres propios del género como Marjane Satrapi o Joe Sacco y también, casi seguro, el cómic autobiográfico de Craig Thompson o Alison Bechdel, tal y como apunta Santiago Garcia en ‘La novela gráfica’.

Joop Pullman fue corresponsal  de guerra y propaganda en las SS bajo la sombra de Joseph Goebbels; desertor del frente del Este, tal vez arrepentido de su idilio con el Tercer Reich; redactor de sociedad en “Story”, afamada revista del corazón holandesa; y desaparecido en la isla de Curaçao

Para llegar a Peter Pontiac solo falta una de las patas del triángulo de las Bermudas del tebeo: el cómic underground de tinta pesada de Robert Crumb y Clay Wilson y la psicodelia de Rick Griffin. Pontiac no oculta ni el trazo de Crumb, ni la influencia de Spiegelman en el proyecto. Es más, manifiesta abiertamente todo lo que debe al ‘Maus’ de Spiegelman al que incluso homenajea en el título, ‘Kraut’, en lugar de ‘Bahía de Duaaibooi’, barajado como primera opción para el álbum. «Este libro», escribe Pontiac, «debe su existencia a dos autores de cómic norteamericanos: Will Eisner y Art Spiegelman. Gracias a las traducciones de ambos pude, en su día, rotular textos al estilo de cada uno de ellos». Del autor de ‘The Spirit’ y  ‘Contrato con Dios’ afirma conservar una dedicatoria en el envés de una cajetilla de tabaco animándole a dibujar: «Peter Pontiac: sigue, por favor, no pares. Haz tú también una novela gráfica. Necesito algo de compañía; estoy muy solo ahí afuera».

‘Kraut’ narra la historia de Joop Pollmann, padre de Pontiac, desde su infancia católica hasta que sus pasos se pierden en la Bahía de Duaaibooi en el Caribe. Pontiac trata de construir una figura paterna ausente a través remover páginas con los escritos que conserva de su padre y de la introspección en el recuerdo propio y familiar. Joop Pollman católico en la infancia, simpatizante del socialismo y después del nacional socialismo durante la Segunda Guerra Mundial; corresponsal  de guerra y propaganda en las SS bajo la sombra de Joseph Goebbels; desertor del frente del Este, tal vez arrepentido de su idilio con el Tercer Reich; redactor de sociedad en ‘Story’, afamada revista del corazón holandesa; y desaparecido (¿muerte accidental? ¿Suicidio? ¿Desaparición voluntaria?) en la isla de Curaçao. Pontiac parte de dos cuestiones, dice, «roídas hasta el hueso»: «¿por qué desaparecer?, y ¿por qué un fascista?», hilo argumental desde el que tirar para crear una plegaria epistolar dirigida a un padre ausente, físicamente desaparecido en el momento de la escritura pero constantemente lejano como figura paterna. Este es el punto en el que el ‘Maus’ de Spiegelman y ‘Kraut’ recorren territorios diferentes en el mismo anhelo de búsqueda y entendimiento: Spiegelman trata de acercarse a su padre mediante el diálogo negado en la infancia y la adolescencia; ‘Kraut’ es un lamento contra el abandono, desde el dolor, disimulado entre preguntas que, de antemano bien lo sabe el dibujante holandés, están condenadas a permanecer por siempre jamás entre signos de interrogación y que, en última instancia, solo interpelan a sí mismo. ‘Kraut’ se sitúa en el terreno de la aniquilación afectiva, similar a aquel erial desde el que Jaime Chavarri filmaba en 1976 las ruinas emocionales de la familia Panero en ‘El Desencanto’. No hay tregua ya para la reconciliación emocional con el padre y, después de tanto rencor acumulado, es poco probable que con uno mismo.

Pontiac parte de dos cuestiones, dice, «roídas hasta el hueso»: «¿por qué desaparecer?, y ¿por qué un fascista?», hilo argumental desde el que tirar para crear una plegaria epistolar dirigida a un padre ausente

No es una obra fácil; no lo es por el tema, pero tampoco  por el planteamiento expresivo elegido por el dibujante neerlandés. No hay viñetas ni bocadillos, ni personajes con voz propia aparte del autor y su retahíla de reproches disimulados entre documentos, poesías de la adolescencia, crónicas de guerra, discursos propagandísticos y crónicas de sociedad firmadas por Joop Pollmann a través de las que este dibujante trata, no se sabe bien, si de reconstruir o de aniquilar, o solo de construirse una figura paterna. El texto se come a la imagen y desborda páginas donde los dibujos, a veces meros apoyos visuales, recuerdan a las letras capitales de los escritos medievales; un vacío emocional lleno de tinta.  Cómic o libro ilustrado, otra vez esa fina línea a punto de quebrarse en pedazos por un autor apasionado por la rotulación.

No es una obra fácil pero sí necesaria, una de esas perlas escondidas que ha tenido que esperar demasiado para una traducción en castellano y que Fulgencio Pimentel coloca exuberante, una vez más, en las estanterías. De ‘Kraut’ dice el jurado del premio Marten Toonder que es ‘la gran novela gráfica neerlandesa’. Puede que lo sea y también que no lo sea tanto, de lo que no cabe duda es que es otra obra impagable que nos enseña todo lo que el tebeo, el cómic o la novela gráfica, como se quiera, puede hacer por nosotros.