
La historia del cine está llena de gentes que se pasaron de la crítica a la dirección de películas, por lo que a estas alturas a nadie sorprende que alguien de los medios especializados se ponga detrás de una cámara, que es lo que ha hecho Javier Tolentino, conocido por ser el director del programa ‘El séptimo vicio’, que se emite en Radio 3, y que suele estar dedicado al cine de autor e independiente en un tono demasiado exquisito y aburrido para este cronista. Su primer largometraje tampoco es cualquier cosa, porque se presenta como un documental viajero que traslada al espectador a Irán. Es una especie de visita guiada por la cultura y la música locales, poniendo el foco en las necesidades expresivas de una comunidad que gravita entre las raíces tradicionales y los deseos de modernización, sobre todo por parte de las mujeres que se liberan cantando. Sin embargo, Tolentino no lo achaca todo a la censura del régimen, sino que pone de manifiesto las graves consecuencias que acarrean en la vida común del pueblo iraní las restricciones externas impuestas por los EEUU.
A nivel visual Tolentino quiere homenajear al estilo de los maestros del cine iraní, con sus largos planos secuencia filmados con la cámara fija, o a la forma en que Kiarostami sitúa a sus personajes en medio de extensos campos, o atravesando caminos polvorientos. Pero el silencio reinante o los diálogos costumbristas entrecortados se sustituyen por una banda sonora omnipresente, que supone la aportación personal o extranjera de Tolentino.
Quien hace las veces de guía es Erfan Shafei, un joven nativo con aspiraciones artísticas, pero que aún no se ha emancipado, reconociendo que a pesar de cantar y escribir textos no sabe nada del amor. Recorre las más diversas localizaciones, mercados, barberías, casas particulares, patios, conervatorios. En cualquier sitio surge el arte.

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