Isidro Esnaola
Iritzi saileko erredaktorea, ekonomian espezializatua / Redactor de Opinión, especializado en economía

El callejón sin salida del crecimiento económico sin fin

El pasado jueves el mundo consumió lo que el planeta es capaz de producir en un año. Ahora empieza el consumo de reservas, pero la lógica del crecimiento sigue alimentando discursos. La evidencia del fracaso ha llegado a la Agencia Europea del Medio Ambiente.

La Unión Europea solo llega a reciclar el 12% de los materiales que utiliza, lejos todavía de una economía circular. (Christophe ARCHAMBAULT/AFP)
La Unión Europea solo llega a reciclar el 12% de los materiales que utiliza, lejos todavía de una economía circular. (Christophe ARCHAMBAULT/AFP)

El pasado jueves se celebró el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra. Se estima que para ese día la humanidad consumió los recursos naturales disponibles para todo el año. Esto quiere decir que en 210 días el ser humano ha terminado con el capital natural disponible para 365 días, excediendo en un 74% la capacidad de los ecosistemas para regenerar los recursos naturales. Estamos en una situación evidentemente insostenible.

La Red de la Huella Global realiza este cálculo poniendo en relación dos parámetros: por una parte la biocapacidad o capacidad de regeneración biológica de la Tierra y por otra, la huella ecológica o demanda de recursos. Este año, el 29 de julio la demanda de recursos naturales ha superado ya la capacidad biológica del planeta. A partir de ese momento se consumen los bienes de fondo, el capital natural, reduciendo la capacidad de regeneración biológica para el futuro.

Ese déficit no se reparte equitativamente en el mundo. Por ejemplo, el Estado español agotó su, digamos, presupuesto ecológico anual el pasado 25 de mayo y habrá otros países que no lleguen a agotarlo. En general, la UE consume bastante más que la media del mundo. Algo que conviene tener en cuenta cuando se habla de países pobres y endeudados, muchos de los cuales, en realidad están sufragando –perdiendo capital natural– esa excesiva demanda de recursos de los países llamados desarrollados.

Lejos de revertir, la tendencia continúa siendo al alza. A pesar de que la pandemia de la covid-19 provocó una disminución notable de las emisiones de CO2 a principios de 2020, aumentaron de nuevo durante la segunda mitad del año. Y todavía crecerán más este ejercicio, por lo que se estima un aumento del 6,6% en la huella de carbono para 2021 con respecto a 2020. Otro ejemplo de que la tendencia no remite se observa en la deforestación y degradación del Amazonas, que ha disminuido una media del 0,5% la biocapacidad forestal mundial.

La organización conservacionista WWF subrayaba que el modelo post-pandémico de producción y consumo que está impulsando el ser humano sigue los mismos parámetros de insostenibilidad de los últimos 70 años. En un contexto de emergencia climática y destrucción de naturaleza sin precedentes, WWF considera urgente promover una recuperación económica sostenible, que respete los límites del planeta y reduzca la huella ecológica de la humanidad.

A pesar de esos llamamientos, tanto los planes de recuperación del presidente estadounidense, Joe Biden, como el plan Next Generation de la UE, continúan por la senda del crecimiento. Mucho énfasis en la transición energética, en el medio ambiente, en la desmaterialización de la economía, pero el principal criterio continúa siendo el crecimiento de la producción y de ese modo la demanda de recursos no deja de crecer.

Otro modelo de producción y consumo

Es tan clara esa relación que incluso un organismo tan poco sospechoso como la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) ha publicado recientemente, dentro de la serie “Narrativas para el cambio”, un artículo que lleva el significativo título de “Crecimiento sin crecimiento económico”.

El documento constata que a pesar de las teorías que postulaban que podía seguir habiendo crecimiento económico sin apenas consumo de recursos, esa disociación no se está dando. Señala que algunos países de la UE han logrado una reducción de algunos tipos de contaminación durante los últimos 20 años (lluvia ácida, emisiones de gases de efecto invernadero), sin embargo, el desacoplamiento entre el crecimiento y la huella ambiental (agua, materiales, energía y gases de efecto invernadero) asociado con los patrones de consumo son poco importantes y varían de un país a otro.

A renglón seguido el artículo reconoce que esos pequeños cambios son fruto de una transformación estructural que llevó a la subcontratación de gran parte de las actividades intensivas en energía y materiales a países no pertenecientes a la UE, al tiempo que en las economías de la Unión ganaban peso los aspectos financieros e inmateriales. Desde una perspectiva global, sacar fuera la producción «sucia» no arregla nada. Es por ello que AEMA reconoce que una reducción absoluta de los impactos ambientales requeriría transformaciones profundas hacia otro tipo diferente de economía y sociedad, en lugar de buscar pequeñas ganancias de eficiencia dentro del actual sistema de producción y consumo.

Por esa razón, la AEMA se pregunta si el Pacto Verde Europeo, por ejemplo, no podría convertirse en un catalizador para que los ciudadanos de la UE impulsen una sociedad que consuma menos y crezca en dimensiones distintas a las materiales. «¿Cómo puede la sociedad desarrollarse y crecer en calidad (por ejemplo, en solidaridad, empatía), en lugar de en cantidad (en nivel de vida material), de un forma más equitativa? ¿A qué estamos dispuestos a renunciar para cumplir con nuestras ambiciones de sostenibilidad?», se pregunta el documento.