Imanol Intziarte

Biescas, un cuarto de siglo de una riada que se cobró la vida de trece vascos y vascas

Este sábado se cumplen 25 años de la tragedia de Biescas, cuando una riada originada por una tormenta se llevó por delante el camping Las Nieves, ubicado en un lugar equivocado pese a los informes que advertían del riesgo. Murieron 87 personas, de las cuales 13 eran vascas.

Portada de ‘Egin’ del 9 de agosto de 1996.
Portada de ‘Egin’ del 9 de agosto de 1996.

El 7 de agosto de 1996 llovía a mares en el Pirineo aragonés. En el camping Las Nieves, situado poco antes de llegar a Biescas, junto a la carretera que sube desde Sabiñánigo, los centenares de personas que disfrutaban allí de sus vacaciones pasaban las horas lo mejor que podían, metidos en sus tiendas o caravanas.

No sabían que el camping estaba instalado en el cauce del barranco de Arás. Sobre las 19.00 se produjo una tormenta con registros de entre 200 y 250 litros por metro cuadrado, que llegaron hasta los 500 durante algo más de 8 minutos. El agua se acumuló en la parte superior hasta reventar los diques de contención de la torrentera y llevarse por delante rocas y árboles. En su camino hacia el río Gállego arrasó con todo lo que encontró a su paso y se llevó la vida de 87 personas, entre ellas trece vascas: siete de Nafarroa y seis de Gipuzkoa. Al balance hubo que añadir unos 180 heridos.   

Tras una noche de angustia, las luces de la mañana siguiente revelaron la intensidad de la tragedia y la devastación del terreno, en el que los equipos de rescate se afanaban en buscar cadáveres en un paisaje de barro, troncos, piedras y vehículos destrozados. Tardó casi un año en aparecer el último cuerpo, el de un niño catalán llamado Xavier Doménech.

En Biescas y otras poblaciones cercanas dieron cobijo a quienes consiguieron escapar de la riada. Mientras, la pista de hielo de Jaca, a unos treinta kilómetros, tuvo que habilitarse como improvisada morgue.

Enviados especiales

El 8 de agosto, el diario ‘Egin’ envió a Biescas a dos redactores –Fernando Alonso y Alazne Basañez– y al fotógrafo Joxe Lacalle. En el periódico del día 9 contaban que, al tratarse de un camping, la identificación de los cuerpos y de los desaparecidos se hacía más compleja, debido a la continua entrada y salida de personas en este tipo de establecimientos.

Poco a poco se iban conociendo los nombres y los lugares de origen. En Donostia se guardó un minuto de silencio durante un concierto del Orfeón donostiarra. Dos de las víctimas formaban parte de la Coral Andra Mari.

Las imágenes publicadas de Lacalle permiten hacerse una idea de la magnitud. Los originales se perdieron con el cierre de ‘Egin’. Quienes han conocido de primera mano la fuerza del agua saben de lo que es capaz, de cómo mueve toneladas de un lado a otro, voltea vehículos, arranca estructuras…

Antiguo encauzamiento en el cono de deyección del torrente de Arás. (Wikipedia)


La crónica de Alonso y Basañez describe las calles de Biescas, con personas deambulando en busca de sus allegados, con las lágrimas de dolor por la pérdida o de alivio por el reencuentro. También la ayuda desinteresada de la población local, con su Ayuntamiento a la cabeza. «Un cuerpo yace entre el barro, entre las ramas rotas (…)  envuelto en una manta que le hará de mortaja, es introducido en el helicópero», narran.

En esa misma edición se recoge un texto de la periodista de AFP Rose-Marie Bruballa, que cuenta la historia de Txomin Mengo, un niño de Urruña de 13 años que estaba con su familia de vacaciones y que se salvó de la riada sin más consecuencias que «unas rozaduras en las pantorrillas». Todos se refugiaron en la caravana, pero cuando empezó a entrar el agua salieron por una ventana. Txomin fue arrastrado por el agua, pero tuvo la fortuna de ser rescatado prácticamente ileso. 

Sin responsables

Pasado el tiempo empezó un largo proceso judicial que se prolongó por espacio de una década y que dejó fuera a algunas de las familias de las indemnizaciones finalmente impuestas por vía civil a las administraciones responsables, Confederación Hidrográfica del Ebro y Gobierno aragonés, por un importe global de algo más de 11 millones de euros.

En julio de 2000, la Audiencia de Huesca archivó la causa penal y descartó la imputación de responsables de ambas instituciones, tras considerar que la tragedia era «imprevisible», y sin dar valor a un informe emitido unos años antes del suceso, en abril de 1987, por un técnico del Gobierno aragonés, Emilio Pérez Bujarrabal, quien advertía del riesgo para las personas derivado de la ubicación del camping.

Uno de los abogados que intervino en la causa, el letrado oscense Ricardo Orús, reconoce, en declaraciones a Efe, que el «macroproceso» de Biescas fue un «verdadero calvario judicial» desde sus comienzos, con el inicio de una tramitación penal que «no fue ejemplar» y en la que tampoco percibió «la colaboración de la Fiscalía de Huesca».

«Fue un procedimiento especialmente duro para mí en lo personal por el sufrimiento que arrastraron las familias», asegura este letrado, para quien todo el proceso judicial, tanto el penal como el civil, enfrentó a «David (las víctimas) contra Goliath (el Estado)», y que finalmente se saldó con condenas a las administraciones debido a la «honradez» del funcionario que advirtió de la posible tragedia.

Otra abogada, Elena Melero, representó a dos de las víctimas que perdieron a sus familias. El pasado jueves señalaba en Radio Euskadi que «se sabía que un cono de deyección no era la mejor ubicación para una instalación vulnerable y para la vida y protección de las personas, con lo cual, era previsible y evitable».

Instalaciones abandonadas del camping Las Nieves. (Google Maps)


La abogada añadió que el informe de Pérez Bujarrabal advertía del grave riesgo pero que se miró «para otro lado». La pelea en los tribunales se ha alargado durante años con escasas respuestas satisfactorias para las familias.

«Pasar página»

Hace cinco años, con motivo del vigésimo aniversario, la localidad de Biescas rindió un sentido homenaje con la inauguración, en el lugar de la tragedia, del Parque Memorial del Camping Las Nieves, presidido por una escultura de piedra ante la cual se ubican tres monolitos con los nombres de las personas fallecidas.

La alcaldesa de Biescas, Nuria Pargada, explicaba a Efe que este año se decidió no convocar ningún acto, en parte por los riesgos de la pandemia y en parte por el intento de los vecinos de «pasar página».

«A todas las familias de las víctimas que nos han llamado estos días les hemos dicho lo mismo, que este año no se iba a celebrar un homenaje público, y todas lo han entendido y lo han agradecido», subrayaba la regidora municipal.

En el monumento casi siempre hay flores y de vez en cuando aparece un peluche, en recuerdo a los menores fallecidos. Un cuarto de siglo después, la tragedia de Biescas sigue siendo un doloroso recuerdo.