Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

No es película para festivales

‘EL BUEN PATRÓN’
Estado español. 2021. 120’. Dtor. y guion: Fernando León de Aranoa. Prod.: Jaume Roures y Fernando León de Aranoa/ Mediapro. Int.: Javier Bardem, Almudena Amor, Manolo Solo, Sonia Almarcha, Fernando Albizu, Óscar De La Fuente, Celos Bugallo, María De Nati, Mara Guil, Nao Albet.

Javier Bardem y León de Aranoa, presentando su cinta en Donostia. (NAIZ)
Javier Bardem y León de Aranoa, presentando su cinta en Donostia. (NAIZ)

Llama poderosamente la atención que la película que ha sido seleccionada para el Óscar, y que de cara a su estreno está siendo aclamada por la crítica como la mejor realización del año, se fuera de vacío de Donostia, donde tuvo una recepción mucho menos apasionada, incluso hasta fría, de acuerdo con la pose de seriedad que se le supone a un certamen de categoría A.

Me cuesta creer que no se rieran con sus magistralmente irónicos diálogos, que no empatizaran con esas caricaturas tan reconocibles, tan berlanguianas en la mejor tradición. Y, sin entrar en que Fernando León de Aranoa es el único capaz de hacer auténtico cine social en el Estado español, y más aún con ‘El buen patrón’ (2021), que se presenta como la otra cara de la misma moneda que ya lanzó al aire en su incontestable ‘Los lunes al sol’ (2002), sin olvidarnos de su genial ópera prima ‘Familia’ (1996), con la que también conecta de forma sutil.

De acuerdo en que Javier Bardem encarna al reverso humano  del  parado Santa con su papel del empresario Blanco, pero en su personaje hay mucho asimismo del Santiago paterno que en su día encarnó Juan Luis Galiardo.

Sí, porque la figura del empresario de provincias no sería la misma sin ese paternalismo que la define tan bien, en su empeño de imponer con su personal un trato familiar, con esa confianza que da asco y que exige el máximo rendimiento y entrega a la empresa a cambio de muy poco. Rodeado siempre de viejos amigos, gente de confianza, gente fiel con la que mantiene vínculos desde la más tierna juventud.

Luego están las ovejas negras, porque algún descontento tiene que haber en el grupo: ese despedido que acampa a las puertas de la fábrica día y noche. Y la becaria, a la que el jefe subestima de entrada, pero que resultará ser mucho más competente de lo que esperaba, para su desgracia, y encima en tiempos de crisis.