Ainara Lertxundi
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Elkarrizketa
Virginia Feito
Autora del best seller ‘La señora March’

«La señora March es el retrato de una mujer que se está rompiendo»

Virginia Feito ha cautivado a la crítica estadounidense con su primera novela, ‘La señora March’. Se trata de un thriller sicológico que bebe de Shirley Jackson, Patricia Highsmith o Hitchcock en el que la tensión gira en torno a la señora March, una mujer absolutamente dependiente del qué dirán.

La escritora Virginia en Bilbo en la presentación de su primera novela, ‘La señora March’.
La escritora Virginia en Bilbo en la presentación de su primera novela, ‘La señora March’. (Aritz Loiola | Foku)

‘La señora March’ la primera novela de Virginia Feito ambientada en el Upper East Side de Nueva York ha sido un éxito de ventas en Estados Unidos. Escrita en inglés, llega a las librerías del Estado español en castellano de la mano de la editorial Lumen. Críticos literarios comparan la intensidad de este thriller sicológico con las novelas de Patricia Highsmith o el clásico “Rebeca” de Daphne du Maurier.

Nacida en Madrid, Feito ha vivido en París, Londres, Nueva York y ahora, nuevamente, en Madrid. En 2019 decidió dejar su puesto como directora creativa en una agencia publicitaria para embarcarse en la aventura de escribir su primera novela ‘La señora March’, una mujer absolutamente dependiente de las apariencias y del qué dirán.

La actriz y productora Elisabeth Moss –‘El cuento de la criada’– ha comprado los derechos de la novela para su adaptación al cine y ha encargado a la propia Feito la escritura del guión.

En conversación telefónica con GARA, Feito, que aún se muestra sorprendida por el éxito de su primera novela, afirma que le encantan «los personajes desagradables» como la señora March, «una mujer que se está rompiendo». Ya está preparando su segundo trabajo literario, y todo apunta a que su personaje será «aún más desagradable».

Con la construcción del personaje de la señora March ha querido martirizarla tanto a ella como a los lectores.

Efectivamente, a mí como lectora son los personajes que más me gustan. Igual, soy algo masoquista, pero quería irritar un poco, aunque la peor parte se la lleva ella, la señora March.

Y a su marido, George March.

Bueno, eso queda a la interpretación de cada lector porque he recibido diferentes lecturas, sobre todo, del personaje de George. Las hay más compasivas, las que consideran que es su culpa por no darse cuenta de que su mujer necesita ayuda y quienes están muy indignados con él. Es muy interesante ver las interpretaciones que hace cada uno.

¿Qué es lo que más le ha sorprendido del feedback de los lectores?

Me sorprende la disparidad de opiniones que hay acerca de los protagonistas. Algunos son empáticos y sienten ternura hacia la señora March, mientras que para otros es un personaje muy superficial, plano y hasta aburrido. También hay quienes ven en ella a una persona muy compleja y quienes, directamente, la detestan. Me han dicho, incluso, que les irritaba tanto que hasta les costaba seguir leyendo la novela. Personalmente, no lo entiendo porque yo no necesito empatizar con un personaje para seguir leyendo. De hecho, lo que me fascina es encontrarme con personajes muy distintos a mí o que no me caen nada bien. Casi todas las series y películas que veo son de personajes desagradables. Tener que empatizar con un personaje o que me te tenga que caer bien, no lo entiendo. Creo que una novela es mucho más, puede ser el lenguaje, la historia, preguntarse cómo ese personaje ha llegado a ser de esa forma...

¿Cómo fue proceso de escritura de ‘La señora March’?

Fui metiéndole cualidades mías que no me gustan. La más obvia, quizás, mi carácter obsesivo; entrar en bucle y vivir todo el rato dentro de tu cabeza en un mundo claustrofóbico es un poco cansino y repetitivo. Luego se me fue yendo un poco de las manos y empecé a meterle más cosas que no me gustan, prejuicios, envidia, egoísmo… a la pobre no le di ni una cualidad que me guste o admire. Tenía claro que quería crear un personaje desagradable y con cada página iba un poco más lejos.

¿Le fue fácil desprenderse de la sombra de una persona tan oscura?

Intento aprovechar todo lo que absorbo, veo y experimento para alimentar el libro, como si de un cordón umbilical se tratara. Aunque ya dejaba de escribir, bajaba la tapa del ordenador y me ponía a ver una serie con una copa de vino, inevitablemente, todo el rato estaba pensando en cómo podía traducir esa serie o esa copa de vino en algo que pudiera usar para la novela. Pero en cuanto a si la señora March me persiguió como personaje, diría que no, porque a mí ese tipo de personajes me gustan y me parecen divertidos.

‘La señora March’ también puede leerse como una crítica a la sociedad de apariencias.

Así es. Los celos que siente hacia la hija de George son un ejemplo exagerado de cómo la señora March está en constante competición con todas las mujeres de su vida, aunque la pobre niña tenga unos ocho años. Todos somos humanos y hemos podido sentir en algún momento dado un complejo de inferioridad o cierta envidia, pero intentamos no focalizar toda nuestra energía en esa sensación negativa, y hacemos lo posible por superarla o hablarla con algún amigo y desviar nuestra atención de ese camino que solo nos conduce a la amargura. Pero la señora March es todo lo contrario, se empeña en seguir sus malos instintos y sus malos pensamientos y se niega a hacer cualquier tipo de autocrítica o introspección. Veo esa actitud como una cobardía y una negación. Ya sé que el libro parece que es de otra época y que tiene guiños nostálgicos al pasado, pero la obsesión de esta mujer por las apariencias y querer parecer perfecta a cada rato, me parece muy relevante a día de hoy con las redes sociales. Por primera vez en la historia existe un trabajo que se llama influencer, que se traduce en aparentar e influenciar. Con esto no estoy aleccionando a nadie. Yo no tengo redes sociales, pero tampoco me parece mal que se tengan. A mí, personalmente, no me irían bien porque soy carne de cañón, soy consciente de no las podría controlar; querría aparentar esa perfección y estaría obsesionada con cómo se me ve, con la ropa que me pongo, etc.

¿Cómo lleva el escrutinio público y la exposición mediática que supone la presentación de una novela?

Como no tengo redes, no tengo a 20 personas que no conozco escribiéndome por Twitter y lo puedo controlar un poco más. Sí que leo las críticas negativas y me está sorprendiendo lo bien que las llevo. Algunas hasta me hacen reír, porque son muy graciosas. Cuando leo una crítica de un usuario en Amazon, pienso ¿me voy a indignar por lo que piensa esta persona cuando “The New York Times” me ha valorado positivamente? Hacerlo sería ser muy desagradecido. Me parece una actitud de niña mimada focalizarme en lo negativo cuando he recibido críticas tan buenas y me han pasado cosas tan buenas con este libro. ¡Qué más quiero!



Sin ser el tema central, la novela aborda aspectos de la maternidad, a la que la señora March llega a modo de venganza y guiada por esa dictadura de la apariencia en la que vive.

Sí, ella decide tener un hijo para demostrar que ella puede tener un hijo mejor que la hija de George. Se alegra de que el suyo sea un varón porque así no se tiene que comparar con su propia hija, que tendría más juventud y belleza que ella.

¿Por qué decide introducir este elemento?

¿El de mala madre? Porque es algo que se toca poco. En general, los personajes femeninos desagradables suelen tener fallos o son imperfectos, pero de alguna manera está justificado su comportamiento y acaban salvando al niño del pozo, por ejemplo. Hasta Cersei, la villana de Juego de Tronos, es muy buena madre. No sé si es un tabú o no se quiere entrar ahí. Es muy desagradable, pero mala madre no es, porque eso ya sería demasiado. Ser buena madre respetando todas las reglas es algo que siempre se exige a las mujeres. En el caso de la señora March está reflejando la maternidad que ella conoce, su madre era bastante fría y distante, y ella también lo es y no sabe lidiar con su hijo. A lo mejor ella deseaba que fuera un niño pizpireto que pudiera cuidar de ella y que la quisiera desde el primer momento. Pero eso no sucede. Y, nuevamente, en vez de hacer un poco de introspección y analizar las consecuencias de su actitud con su hijo, elige no hacerlo. Todo tiene una razón. Esa falta de autoanálisis le viene de la infancia y ella repite patrones. Nunca ha aprendido a quererse a sí misma, porque le han insinuado que no se lo merece, que no es digna de ser querida. Eso te empieza a romper desde pequeña y, al final, la gota que colma el vaso es ese comentario aparentemente absurdo en una pastelería.

¿Qué elementos han hecho que la novela haya sido un éxito de venta en EEUU?

Creo que sin querer he dado con una fórmula mágica. Estoy sorprendida, porque no es un thriller sicológico al uso, es un estudio de personaje disfrazado. Eso me choca que le guste a la gente. El libro a veces es un poco raro, de repente hay un epígrafe en el medio, hay párrafos sin comas, el ritmo es bastante lento. A lo mejor es porque tiene un personaje femenino desagradable, complejo, humano, interesante en el centro. A lo mejor es porque tiene mezcla de géneros que pueden apelar a los fans de lo más oscuro, pero también a los que buscan sátira o crítica social, u otro ángulo del feminismo. Creo que tiene una nostalgia de los años 60, de Patricia Highsmith, Shirley Jackson, o de las películas de Hitchcock. El libro bebe mucho de la inspiración de esa época.

La actriz y productora Elisabeth Moss ha comprado los derechos de la novela y le ha encargado que escriba el guión para la gran pantalla.

Todo me parece muy surrealista. Lo llevo bien, pero con muchos nervios. Yo soy una persona muy nerviosa, muy histérica. Es mucha presión. Otra vez el miedo a decepcionarles, a no aprovechar la oportunidad que me ha brindado. Me muevo entre el optimismo y la ilusión, y la negatividad.

Hasta la última página del libro no se desvela la identidad de la señora March. ¿Por qué?

Voy soltando pistas de quién es, de su infancia, de su adolescencia, de sus traumas… mi idea no era dar un final sorpresa, con un twist que encajara perfectamente. Era simplemente enseñar el retrato de una mujer que se está rompiendo y no se sabe muy bien qué identidad tiene, y el único momento en el que sale ella de verdad es en ese final, en el que por fin se mira a sí misma y le concedo el nombre. Además, parece como que el narrador se está riendo de ella todo el rato; ‘señora March esto, señora March lo otro’. Es una manera de hacerle bullying entre el narrador y el lector.