
El fin de semana el Papa Francisco estuvo en Malta, donde pudo escuchar las historias de los migrantes que se juegan la vida en las aguas del Mediterráneo central en busca de una vida mejor en Europa.
«Es un tema que toca el corazón de todo el mundo. Al igual que Europa hace sitio generosamente a los ucranianos que llaman a la puerta, también lo debe hacer con quienes vienen del Mediterráneo», apuntó el pontífice, que ha escuchado relatos «terribles».
Y comparó estos «testimonios y sufrimientos» con la historia de Ibrahima Balde, recogida en el libro 'Miñan’ (‘Hermanito' en castellano), firmado por el propoio Balde y por Amets Arzallus.
Una entrevista entre Balde y Arzallus
Ibrahima salió de Guinea para buscar a su hermano pequeño. «Estoy en Europa pero yo no quería venir a Europa», cuenta él mismo en el inicio del libro, en el que da cuenta de una odisea a través de fronteras y desiertos y océanos.
Amets Arzallus trabajaba ayudando a migrantes cuando conoció a Ibrahima, y quedó fascinado. Desde entonces se sintió ligado no solo al relato de Ibrahima, ni a la necesidad de ayudar a explicarlo para exponer tantos otros, sino también a él como persona.
«Cuando te cuentan algo tan duro de un modo tan peculiar, te quedas sin saber a qué agarrarte. No sabes si es legítimo sentir eso que estás sintiendo además de la amargura, si es adecuado sentir, cómo decirlo, ese asombro, esa belleza extraña. Y tratas de ignorarlo, de no dejarte arrastrar, pero lo sigues sintiendo», apunta en el epílogo.
En el mismo recuerda que «en aquella voz había algo especial. Una herida especial, una manera de contar especial. Como si su cuerpo se fuera con las palabras. Le propuse hacerle una entrevista, para ayudarle en el trámite de la petición de asilo. Y así empezó a surgir entre nosotros, sin darnos cuenta, un movimiento que no es fácil de explicar con palabras».
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